Gerardo Rueda en su estudio. / d.r.

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Los tesoros del genio Gerardo Rueda

Sensible, generoso y muy inteligente. Así definen a Gerardo Rueda los que le conocieron a lo largo de sus 70 años de vida. Él era un maestro del abstracto y uno de los artistas contemporáneos más importantes del siglo XX.

Tenía su estudio en la madrileña calle de San Nicolás lleno de artistas y genios de otras disciplinas que bebían vino y comían tortillas a la francesa. Su colección, tanto pictorica como de antigüedades, es el reflejo de su buen gusto y de su buen olfato a la hora de acoger a artistas emergentes, ahora muy cotizados.

La revista americana 'Art&Antiques' ha situado su colección de antigüedades entre las cien más importantes del mundo. No le interesaba el valor monetario de los objetos que adquiría, sino el estético. Coleccionó antigüedades, dibujos, pinturas y piezas originales que atesoraba en sus innumerables viajes y que le gustaba exhibir en las vitrinas de sus casas.

Rueda tenía mesas de trabajo por todas partes, hasta en su dormitorio, pues padecía de insomnio - conoce las consecuencias del insomnio aquí-. Estas mesas estaban llenas de recuerdos y de cosas que tenían algún significado especial para él: invitaciones, sobres, trozos de tela, papeles de colores, cuerda y otros materiales con los que construía sus cotizados 'collages'.

Es fundador, entre otros, del Museo de Arte Abstracto Español de Cuenca, junto a Zóbel. También, miembro fundador y patrono de la Fundación de los Amigos del Museo del Prado, que se constituyó en 1980. Su obra está presente en las más importantes colecciones y museos del mundo.

Ahora, su hijo, José Luis Rueda, afincado en Marbella, muestra una amplia selección en 'De Picasso a Gerardo Rueda, de la Imaginación a lo Imaginario' –Colección Gerardo Rueda–, que permanecerá expuesta al público hasta el próximo 30 de abril en la galería Art Wanson, en el lujoso Marbella Club Hotel. Allí, los amantes del arte podrán contemplar obras de Picasso, Rueda, Julio González, Pablo Serrano, Fernando Zóbel, Millares, Luis Feito, José Guerrero, Miró y Carmen Lafont.

Precisamente, Zóbel y Rueda mantuvieron una amistad durante años en la que compartían sus inquietudes artísticas de uno a otro lado del charco, a través de cartas inéditas que muestran la complicidad entre ambos artistas. Una colección que verá la luz en unos meses en la catedral de Cuenca, junto a obras inéditas de ambos.

Su timidez no le impidió gozar también de la amistad de embajadores, miembros de casas reales, presidentes del gobierno, escritores –como Vargas Llosa–. Tampoco profesar el cariño que tenía por la familia March, a la que llegó a diseñar la puerta de su residencia veraniega de Mallorca. Un lujo para los sentidos poder deleitarse de nuevo del 'rojo Rueda', del 'azul Rueda'.

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