La cara familiar de Cristina Cifuentes

Cristina Cifuentes está casada con el arquitecto Francisco Javier Aguilar Viyuela y es madre de dos hijos. La mayor, Cristina, nació en 1990 y estudió Derecho y Administración de Empresas en la Universidad Pontificia de Comillas. Es una apasionada de la moda, como su madre, y actualmente trabaja en la firma de lujo Loewe.

Su hijo, Javier, también estudió el doble grado de Derecho y Administración y Dirección de Empresas, aunque en este caso por la Universidad Complutense de Madrid. A diferencia de su hermana, su vocación se centra en la abogacía y actualmente se está especializando en Derecho comunitario.

Su marido fue víctima de la crisis y de hecho tuvo que cerrar su estudio de arquitectura ahogado por las deudas, especialmente por la constructora Dimora Gestión, del grupo Nozar. Sobre él se lanzaron muchas insinuaciones en Internet, ya que incluso se afirmó que tenía problemas con la Justicia. Pero lo único cierto es que perdió un pleito con uno de sus exempleados y se le condenó a indemnizar económicamente a su trabajador.

Aquel accidente

En los últimos años, Cifuentes se convirtió en una cara conocida no solo para los madrileños sino también para toda España con una imagen dura e implacable, gracias a ayuda de hoy su inseparable amiga y jefa de imagen Marisa González.

Sin embargo, un fatídico accidente, ocurrido el 20 de agosto de 2013, cuando un coche chocaba con su motocicleta pudo arruinar su vida y su carrera. Cifuentes giraba con su moto desde el Paseo de la Castellana hasta la calle del Profesor Waksman sufriendo un traumatismo torácico que llevó a que fuera ingresada con pronóstico grave en la UVI del Hospital de La Paz.

Cristina tardó más de tres meses en recuperarse de las 13 fracturas sufridas, además de una vértebra aplastada y los traumatismos de pulmón y corazón que sufrió. Su carácter rudo y valiente le permitieron recuperase. Pero de lo que nunca se recuperó fue del miedo a montar en moto, que no ha vuelto a utilizar: hoy prefiere pedalear en bici por Madrid.

En estos años apenas ha cambiado sus rutinas. Mujer muy familiar, no tiene ninguna propiedad que conste en el Registro, sigue viviendo en alquiler en el barrio de Malasaña, en el centro de la capital de España.

Quizá una falta de apego que haya heredado del pasado castrense familiar, donde no tenían ninguna vivienda en propiedad más allá de su casa en Segovia. Le gusta salir, pasear y tomarse unas cañas con sus amigos y colaboradores, especialmente por el barrio castizo en el que vive y que solo abandona en vacaciones por la tranquilidad del pueblo paterno en Segovia. Odia cocinar y su plato favorito son los huevos rotos con jamón.

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