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Hacía tiempo que no veía a Juan Luis Cano. Aunque he tenido la suerte de coincidir con él en varias ocasiones.
Pero creo que nunca le he confesado que una de las razones por las que decidí trabajar en la radio cuando estudiaba periodismo, fue porque era fan de Gomaespuma.
Corazón Digo esto porque, evidentemente, hablar de Gomaespuma es hablar de radio, pero también, de solidaridad. Juan Luis Cano Más que de solidaridad, de compromiso social.
C. La Fundación nace, formalmente, en 2002, aunque habría que remontarse a 1995, cuando en un programa que hacen desde Cuba, los oyentes se vuelcan, enviando juguetes para los niños cubanos... J.L.C. Cuba fue lo primero, sí y a partir de ahí, surgieron algunas acciones puntuales. En el 2002 nace la posibilidad de tener un proyecto permanente y pensamos en tomarnos esto más en serio. Decidimos poner en marcha una escuela para niñas en Calcuta, que luego fue triste porque nos la quemaron, un tema turbio, sucio...
C. Parece mentira que en situaciones así, haya gente desaprensiva... J.L.C. No creas, hay un síndrome en cooperación, llamado el síndrome del virrey, que consiste en que cuando alguien llega a un lugar de desheredados, donde la gente sobrevive con lo mínimo, hay quienes se creen dioses.
C. Olvidemos entonces aquel momento. J.L.C. Después de Cuba llegó Mauritania, donde recorrimos parte del desierto operando de cataratas a la gente, porque el efecto del sol en la arena dejaba ciegos a muchos. También repartimos gafas de sol a los beduinos… Fue una experiencia brutal, porque por delante iba una expedición por los poblados, anunciando nuestra llegada para que el que tuviera problemas de vista, se apuntara y le dieran cita. Vi a gente a la que operaban y que, dos días después, podía contemplar la cara de su mujer, su marido, sus hijos, sus nietos, a quienes nunca antes habían visto. Ese momento de quitarles la venda… Hoy me sigo emocionando todavía.
C. Siempre hay cosas buenas que compensan las malas experiencias. J.L.C. Sin duda. Luego fuimos a Bosnia, coincidiendo con el final de la guerra, adonde llevamos leche maternizada a los hospitales, porque con el trauma de la guerra a las madres recién paridas se les retiraba la leche y los niños se morían. Más tarde fuimos al Sáhara, a llevar material escolar. Y así íbamos, haciendo cosillas… Después llegó Nicaragua, donde están muy centrados.
C. Porque la directora de la Fundación Gomaespuma, Ethel Brooks, es nicaragüense. J.L.C. Allí, con el apoyo de una ONG local, abrimos escuelas, donde lo que hacemos es recoger a los niños que viven en los mercados, barrios donde las familias viven de la venta ambulante, en chabolas y el ambiente es tremendo. Teníamos que ir con dos policías, con metralletas cargadas, con chalecos antibalas. Son zonas peligrosísimas.
C. ¿Han llegado a pasar miedo? J.L.C. No, porque estábamos muy protegidos, pero el ambiente es terrible, porque mientras las madres atienden y venden en los puestos, muchos de los padres se dedican a beber y los niños a estar por ahí, tirados. Eso significa riesgo de prostitución, de abusos... Nosotros creábamos centros para recogerles. Se les daba, no solo educación, sino que se les hacía un seguimiento sanitario, se les asesoraba jurídica y socialmente si había algún tipo de abuso familiar. También apoyamos a una casa de acogida para niñas víctimas de violencia sexual, que se llamaba ‘La casa de las niñas’. Ahora tenemos un solo centro donde a los niños se les enseña circo, baile… para tratar de apoyarles y, a la vez, darles una salida profesional.
C. ¿Los niños son siempre el foco de ayuda de la Fundación? J.L.C. Básicamente. También estamos en Sri Lanka, desde el tsunami. Llegamos a un pueblo, Tecaloa, donde conocimos a unos franciscanos con los que te puedes ir al fin del mundo, independientemente de la confesión que tengas, o seas ateo como yo. Pusimos en pie la escuela del pueblo, les apoyamos para la creación de un orfanato y becamos a las familias para que pudieran contratar trabajadores y no tuvieran a los niños currando. Posteriormente compramos un arrozal para que el orfanato fuera sostenible. Los franciscanos nos propusieron hacer lo mismo en otra zona: Matale, donde tenemos otra escuela, otro orfanato y otro arrozal.
C. ¿Cómo ayudan desde aquí?, porque el principal objeto de la Fundación es la promoción de la cultura. Por eso organizan eventos culturales: Flamenco pa’ tós, Comedia pa’ tós, Cerveza pa’ tós... J.L.C. No te rías, que la cerveza también es cultura. Y el vino (risas)… A nosotros nunca nos ha gustado poner la mano y decir: "¡Ay payo dame argo!", sino que hemos pretendido, siempre, ofrecer algo a cambio. Por eso, hemos organizado actividades para que la gente aprendiera y disfrutara, pagando su entrada, además de los patrocinadores que nos han financiado. También tenemos amigos de la Fundación o socios que nos pasan algo al mes, pero lo gordo lo sacamos de los eventos.
C. Eventos que no siempre se han podido organizar. ¿La solidaridad ha vivido mejores tiempos? J.L.C. Sin duda. El flamenco llevo cinco años sin poder organizarlo. El problema ha sido la crisis, que ha servido para muchas cosas, una de ellas: escaquearse, porque las familias que han estado apuradas evidentemente no pueden destinar un dinero a otra cosa que no sea su propia subsistencia, pero las grandes empresas… A muchas les ha venido bien, como excusa, esto de la crisis. Y eso que Gomaespuma, como marca, continúa teniendo nombre. Vamos a empezar, ahora, una campaña de apadrinamiento, con un mínimo de diez euros. Lo anunciaremos en nuestra web: www.fundaciongomaespuma.org.
C. Este afán por no quedarse quieto ante lo que sucede alrededor, ¿fue lo que le llevó también a la política? J.L.C. Los seres humanos deberían ser consecuentes con lo que dicen y con lo que piensan y yo creo haber sido siempre una persona comprometida. Vivía en Torrelodones, (Madrid) y el modus operandi de los políticos que llevaban gobernando 30 años, no sé cómo explicarte… Eso era el desfalco de lo público, el despilfarro… La gran mayoría de los que fuimos allí era porque queríamos vivir en el campo, nos gustaba la sierra y el entorno lo estaban destrozando con las recalificaciones, para forrarse cuatro, de manera tramposa. Creamos entonces una asociación: Torrenat. Empezamos a crecer y terminamos fundando el partido. Conseguimos frenar una recalificación de un bosque maravilloso. Nos presentamos a las elecciones y nos quedamos a 60 votos de gobernar, pero nos vino bien estar en la oposición, porque aprendimos cómo funciona la administración. En las siguientes elecciones ganamos y no lo debimos hacer mal porque, después, duplicamos los votos. Lo que hemos demostrado es que la política tiene solo cuatro ingredientes: sentido común, trabajo, honestidad y gobernar para todos.
C. ¿Se puede tratar cualquier cosa con humor? ¿Incluso la política? J.L.C. Por supuesto. A la política, de hecho, le falta mucho humor e ironía. Estamos en un momento muy mediocre de la vida y la política es un reflejo de la sociedad. Nosotros, con nuestra propia actitud, debemos marcarle el camino a los políticos.
C. ¿Cómo se portan con la solidaridad? J.L.C. Pasan olímpicamente. El presupuesto que se destina a cooperación es ridículo. La solidaridad no empieza por ayudar al más necesitado, sino que empieza por uno mismo.
C. Ha vuelto a la radio, en las mañanas del fin de semana de Melodía FM, con 'Las piernas no son del cuerpo', título homenaje a su madre. J.L.C. Es lo que me decía ella cuando, ya con 14 años, me obligaba a llevar pantalones cortos, cosa que a mí me daba vergüenza. Además, me lo decía como con desprecio: "Anda, quita de aquí, que las piernas no son del cuerpo" (risas).
C. ¿Contento? J.L.C. Me lo estoy pasando muy bien. Es una emisora pequeña, pero me están dejando hacer y yo, delante de un micro, soy feliz.
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