Iñaki Urdangarin: en el umbral de la cárcel

Siete años y medio después de que estallara el caso Nóos, Iñaki Urdangarin ha sido condenado por el Tribunal Supremo a cinco años y diez meses de prisión. Hasta ahora, el marido de la Infanta Cristina había conseguido evitar su ingreso en la cárcel, pero a estas alturas del proceso sus posibilidades de seguir en libertad se han desvanecido. Solo le queda la opción de recurrir al Constitucional y que éste decidiera suspender la ejecución de la pena, o un improbable indulto del Gobierno.

Si el pasado martes se conoció la sentencia, el miércoles se le comunicó se le comunicó que disponía de cinco días para entrar en prisión. Ese día la Infanta cumplió 53 años y recibió el regalo más amargo. La sentencia del Supremo ha rebajado en cinco meses la pena que la Audiencia de Palma impuso el año pasado a Urdangarin, porque le ha absuelto de uno de los siete delitos por los que se le condenó, y también ha reducido la cuantía que deberá abonar doña Cristina de los 265.088 euros impuestos por la Audiencia de Palma a 136.950. Pero, aún así, el fallo ha sido un mazazo para Urdangarin y su entorno más próximo.

Y es que después de los siete años del calvario que la Infanta y su esposo han vivido, ahora empieza lo peor: la separación forzosa del matrimonio y el ingreso de Urdangarin en prisión. El horizonte más optimista es que cuando haya cumplido dos tercios de la pena, es decir dos años en la cárcel, podrá conseguir el tercer grado y empezar a disfrutar de un régimen de semi libertad. Salvo cambios de última hora, la intención de la Infanta es continuar viviendo en Ginebra, donde trabaja desde que ella se convirtió en la cabeza de familia, después de que su marido tuviera que dejar su último empleo en Telefónica y no encontrara otro.

Con la imagen del cuñado del Rey entrando en la cárcel por valerse de su posición para enriquecerse terminará el proceso que más ha desgastado a la Corona desde la restauración de la Monarquía. Un proceso que ha tenido enormes consecuencias institucionales, personales y familiares y que ha ocasionado mucho sufrimiento y decepciones en el terreno más íntimo. Cuando estalló el escándalo, don Juan Carlos trató de alejarse como Rey de su hija y de su yerno, pero quiso mantener su relación como padre, y doña Sofía sobrepuso su condición de madre y abuela por encima de la de Reina. Sin embargo, don Felipe y doña Letizia marcaron distancias desde el principio, conscientes de que la opinión pública no establece diferencias entre lo familiar y lo institucional. Incluso, el Rey adoptó una de las decisiones más dolorosas de su vida cuando revocó el título de duquesa de Palma de Mallorca que su padre había concedido a su hermana.

Si cada vez que el proceso judicial avanzaba un paso, la Casa del Rey expresaba su "absoluto respeto a la independencia del poder judicial", ese mensaje debía ir acompañado de gestos, y uno de ellos era el alejamiento de doña Cristina y su marido de todo acto, institucional o familiar, en el que participaran los Reyes. Esta idea se llevó hasta el extremo de que la Infanta no pudo asistir ni a la ceremonia de abdicación de su padre ni a la proclamación de su hermano. Los únicos actos de la Familia Real en los que se ha permitido a doña Cristina que asistiera han sido los funerales.

Cuando se conoció el fallo del tribunal, la Infanta Cristina se encontraba en Ginebra, donde se la fotografió con gesto serio; don Felipe presidía en el Monasterio de San Lorenzo de El Escorial la reunión del Capítulo de la Orden de San Hermenegildo y doña Letizia asistía a la del patronato de la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción (FAD). 

Con la condena de Iñaki Urdangarin y su ingreso en prisión se desmontan también los argumentos de quienes han estado cuestionando a lo largo de estos siete años la independencia del poder judicial. A pesar de que don Juan Carlos afirmó en su Mensaje de Navidad de 2011 que en España "la Justicia es igual para todos", durante todo este tiempo no han faltado las voces que ponían en duda el encarcelamiento de un familiar del Rey.

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