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Ángela Navarro o cómo vencer el miedo al espejo

La Fundación Ángela Navarro se encarga de paliar los efectos secundarios de los tratamientos oncológicos a nivel estético.

Ángela Navarro, pionera en la estética para enfermos de cáncer. / Alberto Bernárdez

Ana García Lozano
Ana García Lozano

La labor de Ángela Navarro es excepcional. Ella se encarga de ayudar estéticamente a mujeres que se enfrentan a un duro tratamiento contra el cáncer.

Hablamos con la peluquera sobre cómo surgió y creció esa idea tan solidaria que ayuda a cientos de mujeres al año.

  • Corazón La Fundación Ángela Navarro nació en 2011, pero si hablamos de la labor estética, reparadora e integral que Ángela viene desarrollando desde su centro, hay que remontarse a muchos años antes. ¿Lo recuerda? Ángela Navarro ¡Claro! Mis clientes siempre han sido de un nivel adquisitivo alto, por el mundo en el que me movía: publicidad, cine, fotografía, moda… Empezaron a llegar clientas, pacientes, que venían de Houston, en un momento en el que estaba todo muy tapado, no se podía habla de cáncer. ¿Recuerdas cuando se decía que morían de una larga enfermedad? Hace sólo diez años que se empieza a nombrar la palabra cáncer y ha sido gracias a gente, muy conocida, que ha dado la cara. Antes era invisible y el paciente que venía, también lo era.

  • C. ¿Cómo llegaban esas personas? A. N. Imagínate: sin pelo, sin cejas, con unas pieles tremendas… Tengo que confesar que, en aquel momento, comentábamos: “Y esto, ¿para qué?, si se van a morir ya”… porque se morían. Te lo cuento porque ni yo misma sé por qué comenzó todo y por qué estoy aquí, porque no fue fácil, ni estaba previsto.

  • C. Puedo imaginarlo. Creo que del origen de toda esta aventura tiene la culpa una periodista… A. N. Ana Muñoz, periodista que cubría moda, tuvo un cáncer. Teresa de la Cierva y Marta Barroso, compañeras, nos la trajeron porque Ana, con un par de narices, quería seguir trabajando y haciendo su vida. Mi hermana Pepa le reconstruyó cejas, pestañas, pelo… Cuando empezó a tener las sesiones de radio y quimio, los pacientes le preguntaron: “¿Y usted por qué esta bien con el mismo tratamiento?”. Ana, entonces, me preguntó: “¿Por qué te callas esto?”. Hablé con la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC), nos reunimos y trajeron a gente de distintos sitios que explicaron cómo se sentían. Ana les contó: “Yo tengo cáncer”. Se quitó la peluca y todos fliparon. Fue tremendo, porque la gente contaba cosas como “mi marido no me deja salir” o “no quiero que mis vecinos sepan que tengo cáncer”…

  • C. Es que parecía pecado, entonces era como un estigma… A. N. Totalmente. Cuando acabó aquel acto, preguntaron si a alguna de esas personas le gustaría recuperar su imagen habitual. Recuerdo aquello, me emociono y lloro… Les di mi teléfono y, automáticamente, empezó a aparecer en la ‘pelu’ gente de todas partes. Todavía no sé cómo lo hice

  • C. Simplemente, le pusieron en bandeja ser pionera en buscar soluciones para las secuelas que deja el tratamiento del cáncer. A. N. Pero es que yo he sido pionera en cosas que me han divertido, pero esto ha sido un sacrificio y una sorpresa después de mi vida profesional

Da igual el nivel de tu tarjeta de crédito, el cáncer genera miedo"

  • C. Entonces llegaron a un acuerdo con la AECC. A. N. Decidimos con la AECC cubrir todos los gastos de 25 enfermos al año y tratar, cada mes, a diez, a precio de coste.Paré todo y dediqué mis ratos libres a acudir a los hospitales, para ver a enfermos de cáncer, porque era imposible que yo supiera del tema. Además, cuando yo llamaba a un médico para que me ayudara y le decía que era Ángela Navarro, me asociaban con Almodóvar (recordemos que Ángela participó en todas sus películas), les sonaba a frívolo y se me cortaba cualquier comunicación que necesitara para informarme. Poco a poco, hice patrones, prototipos, trabajé en investigación de tejidos… Porque algunas mujeres venían con pelucas pegadas, que intentabas quitarles y te llevabas con ellas la piel. Vimos barbaridades, porque no había ningún rigor. Una cosa era ponerse guapa y otra, muy distinta, saber cómo hacerlo.

  • C. Psicológicamente les afectaría... A. N. He tenido que tener psicólogos para mi equipo, porque nosotros veníamos de otro mundo. Como hacíamos un seguimiento, si se nos moría un paciente, la persona que le estaba atendiendo se tenía que ir a casa. Quiero dejar patente mi agradecimiento absoluto a mi equipo, por cómo se han ido integrando. La Fundación Ángela Navarro ha aprendido y crecido con los pacientes, con sus necesidades, sus problemas, sus sentimientos.

  • C. No hay forma mejor de aprender. A. N. Es la única. Y como yo soy muy pesada, esa formación que realicé quise hacerla oficial. Tuve la suerte de que me llamara el Dr. Pérez Manga, oncólogo, que tuvo el detalle de dejarme hacer la primera presentación oficial a todo su equipo en el Hospital Gregorio Marañón, en Madrid. Hice el primer curso de estética aplicada a la salud a nivel mundial que se presentó en las universidades y, a día de hoy, seguimos dando cursos en hospitales. Yo apuesto siempre por la investigación y, por fin, los oncólogos se han puesto de acuerdo en que hay que personalizar la quimioterapia. Ahora, nos importan mucho los nuevos efectos secundarios.

  • C. ¿Los hay? A. N. Sí. Cada paciente es un mundo, y como tengo claro que no lo sé todo, quiero seguir aprendiendo. Mi sorpresa ha sido tener dos hijas que se han integrado al 100% en este proyecto.

Ángela Navarro junto a sus hijas, Bea y Ana, posando con Ana García Lozano. / Alberto bernárdez

  • C. Porque Ángela es la cabeza visible de esta Fundación, pero está muy bien acompañada de sus dos hijas: Bea, vicepresidenta de la Fundación, y Ana, secretaria de la misma. Bea, ¡qué importante es ayudar a que todo vuelva a ser, simplemente, normal! Bea En nuestra área de pacientes oncológicos, lo que queremos es eso, normalizar. Que no pases de ser la vecina del quinto a la vecina con cáncer. Antes, los tratamientos no eran tan efectivos, pero ahora hay una esperanza de vida muy alta. Yo me dedico a gestionar el banco de pelucas donadas y a recaudar fondos. No te puedes imaginar lo que se puede llegar a hacer sin dinero. Nosotros tenemos nuestros recursos, pero más importante que el dinero es la voluntad de hacer cosas. Lo que queremos es que la gente tenga un proceso digno en el que pueda recuperar su imagen. Aquí da igual el nivel de tu tarjeta de crédito, porque el cáncer genera miedo, angustia e incertidumbre, con lo cual, lo fundamental es poder solucionar el problema de una persona para que se pueda enfocar en su tratamiento, que pueda mirarse al espejo y reconocer a la persona por la que tiene que luchar. Ver el alivio con el que salen es algo increíble.

  • C. Hay un programa concreto de ayudas a madres de niños hospitalizados, con cambio de imagen, cuidados estéticos… Y es que es tan importante cuidar al cuidador... Ángela ¡Qué bonito! El último fue maravilloso. La idea no era hacer un cambio tan espectacular, pero se vino arriba.

  • C. Participan en unos talleres en los que hablan de tratamientos, sí, pero también se preocupan por temas cotidianos, cuestiones prácticas, como las relaciones sexuales, la fisioterapia, o cómo gestionar las bajas laborales... B. Estamos colaborando con varios hospitales en un programa de atención temprana de diagnosticadas con cáncer de mama. Fundamental: quitar el miedo, procurar que esas personas no acudan a Google. Llegan tan bloqueadas a las consultas, que no son capaces de preguntar y resolver sus dudas. En estos talleres habla el oncólogo, el radioterapeuta, el cirujano plástico de reconstrucción, el maquillador, el trabajador social...

  • C. ¿Qué proyectos están sacando adelante en este momento? Porque sé que no paran... B. Cuando comenzamos con la Fundación, elaboramos unas guías en las que colaboraron dermatólogos, oncólogos… Ahora, lo que quiero es hacer llegar esta guía a más gente, a través de una aplicación de móvil. Hacer un apartado específico para adolescentes, una etapa en la que la autoestima es importantísima; otro para niños; y uno para adultos. Es importante recalcar que no todo el mundo tiene los mismos efectos secundarios. La idea es que cada uno busque las soluciones específicas para su problemática.

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