eguro que, alguna vez, os ha pasado que lo que más cuesta es tomar la decisión y que una vez tomada, todo va como la seda.
Pues algo así le ha pasado a un buen amigo estos días y he sido testigo de ello. Y después de darle forma a algo que llevaba madurando durante un año, le ha llegado el momento de dar el primer paso, ese paso con el que ya es muy complicado que haya vuelta atrás y que le ha hecho temblar y mostrar su lado más valiente. Después de dar esa zancada simbólica, se alejó del grupo en el que estábamos y se quedó de cara a la pared para recomponerse.
Le observé un largo de rato de espaldas mientras él, apoyando sus dos manos en una mesa, de pie y con la cabeza algo baja, se reponía de la emoción. Casi pudorosa le miraba como queriéndole acompañar en ese momento. Pero sabía que eran unos segundos que debía permanecer solo, respirar y conectar de nuevo con el instante presente. Cuando se giró, sus ojos estaban llorosos y me sonrió satisfecho para después fundirnos en un abrazo. Le susurré al oído un "olé tus..., amigo". Y después al tomarle las manos, las sentí frías. No era para menos. Acababa de pasar por el trance de tomar una de las decisiones más importantes de su trayectoria profesional, y no era algo que le venía dado, sino algo que su instinto le decía que debía hacer y que llevaba buscando mucho tiempo. Dejar su empresa actual, una multinacional, con un trabajo estable y reconocido en el que no me cabe duda que podría progresar y aportar muchísimo de su talento. Abandonar esta situación, digo, para iniciar una nueva aventura con la que considera que puede hacer y dar mucho más de sí para crear un entorno mejor, una sociedad más considerada y una comunidad más feliz. Loable. Y sé que es muy bueno en ello.
Reconozco que estaba yo más temerosa que él , por este paso que da, por su familia y circunstancias, pero como su propia mujer dice, nunca ha estado tan seguro ni convencido. Y eso no se debe ni se puede parar. Qué importante es en ese momento mostrar la confianza necesaria el uno en el otro. Cuando alguien siente que es el momento de cambiar, hay que no solo darle su espacio, sino apoyarlo. Y más, si se trata de alguien que es parte fundamental de nuestra vida y a su vez esa persona necesita de nuestra aprobación. La prudencia y el respeto a la hora de opinar sobre algo tan relevante para quien avanza en una nueva dirección, dará muestra de afecto que tenemos por él o por ella. Debemos acompañar y j ugar un papel incondicional sin juzgar ni dar consejo a no ser que se nos pida.
Porque para llegar a este punto, quien tenemos delante habrá debido madurar los pros y los contras —lo lógico de este cambio— y escuchar mucho a lo que le dice el instinto y el corazón, además de poner algo de cabeza y coherencia en ello. Esto último es importante. Y para lograr esa coherencia, uno debe observar quién es. Cuales son los valores que le mueven en la vida. Esos que son los pilares de su ser. No se hace de la noche a la mañana. Requiere observarse mucho. Preguntarse y cuestionarse, para llegar a la mejor de las determinaciones. No es fácil, porque hay que pasar por etapas delicadas en el proceso y quizá darse cuenta de cosas que no nos gustan demasiado. Pero es la única manera de saber lo que conviene. Y aceptar en ese mismo instante, que lo que sucede, conviene.
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