Una imagen de archivo. / D.R.

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Curiosidad, asignatura básica

La reflexión semanal de la presentadora.

Comienza el curso con nuevas energías y quien más quien menos está ya aplicando los propósitos que se ha hecho en algún momento de quietud —si lo ha tenido— en vacaciones.

El curso se presenta interesante, con grandes oportunidades para demostrar también lo que se nos ha prometido y lo que hemos determinado, y habrá examen y evaluación a mitad de curso. Examen de conciencia, como no, y evaluación y calibrado de si estamos donde queremos estar.

Para ello, es bueno que nos fijemos en los más pequeños, que como siempre, son nuestros mejores maestros en todas las asignaturas. Siempre sumar buenas vibraciones, restar importancia a lo malo, probar a dar con la palabra adecuada para hacernos entender, comenzar con una sonrisa, intentar dar el salto más largo, comprobar lo bueno de compartir... tantas cosas que hemos aplicado y que hemos aprendido en la escuela de la vida.

Es bueno fijarse en los más pequeños, los mejores maestros

Pero hay algo que es el ingrediente fundamental de todas las asignaturas en este aprendizaje: la curiosidad. O lo que es lo mismo, el deseo de saber cual niño. Sin juicio y en modo abierto. ¡Lo que ganaríamos si aplicáramos esa sana actitud en nuestras vidas cada vez que nos llega algo nuevo! Cada vez que algo nos apasione, cada vez que descubramos la grandeza de lo desconocido.

Tengo la ligera sensación, si no la certeza, de que la mayoría de nosotros deambulamos por la información dándola por sentada y no valorándola lo suficiente. Quizá porque ahora está a golpe de click y no necesitamos buscarla en enciclopedias, bibliotecas o publicaciones poco accesibles. Hablo de información relevante para una investigación que puede ser académica, pero también relevante para nuestro día a día. Ahora es tan fácil leer en diagonal y resumido en titulares y en pocos caracteres, que nos hemos limitado a aceptarlo, llenando nuestra mente con infinidad de palabras en negrita y sentencias que no cuestionamos.

Es tan cómodo, que aceptamos de buena gana tener mucha información, sin pararnos a preguntar si esos datos son los que necesitamos y si verdaderamente nos agrada lo que vemos, leemos y escuchamos. Aplicando una buena dosis de curiosidad con lo que todo ello impoluta de entusiasmo y energía vital, daremos a la información que nos llega la importancia necesaria para que cale en nuestro conocimiento. Es cuestión de ponerle ganas y criterio. No perdamos esa inquietud por aprender haciendo una selección de aquello que entra en nuestra mente y emociones, para superar con nota la asignatura de la mirada curiosa sobre aquello que pasa por nuestra existencia y llega para aportarnos el sentido de las cosas.

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