Rubén López preside la Fundación Invencible. / m. vaquero.

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Rubén López: "Nunca pienso en tirar la toalla"

Su espíritu aventurero ha llevado a Rubén López, de la Fundación Invencible, a afrontar retos extremos para conseguir fondos para diversas causas. Su ejemplo es toda una inspiración.

Foundation Invencible es una ONG que ayuda en muchas causas y en distintos lugares: Costa Rica, Filipinas, África, España... Recauda dinero y realiza proyectos para luchar contra el cáncer infantil, el cambio climático, la falta de recursos en países en vías de desarrollo o el Alzheimer. Rubén López es el fundador y CEO de esta ONG, pero además es un aventurero nato que se mete en los líos y retos más extremos "con tal de conseguir un lápiz para un niño de Uganda, o proteger a las tortugas de Costa Rica".

  • Corazón ¿Cómo surge este compromiso con la vida, Rubén? Rubén López Monté mi empresa con 19 años. Empezamos organizando eventos deportivos en España. Dimos el salto a Europa y, después, al resto del mundo. Siempre he pensado que en la vida te da tiempo a hacer hasta cuatro cosas que no tengan nada que ver. Yo donaba dinero a algunas fundaciones y siempre tenía problemas para ir a ver lo que se hacía con él y, como soy un ser impaciente al que no le gusta depender de nada ni de nadie, dije: «voy a montar mi fundación y el que quiera ver a dónde va su dinero lo va a tener más sencillo de lo que yo lo tuve.

  • C. En estos últimos años ha afrontado desafíos muy potentes, como llevar educación a Uganda y Malawi, luchar contra la violencia de género, a favor de la protección de la vida animal, realizando retos extremos… R.L. Con los retos hemos empezado este año, porque yo quería dar una mayor visibilidad y echar una mano a las fundaciones que, desde mi punto de vista, hacen cosas muy chulas, pero necesitan apoyo económico. Por eso llegué a la conclusión de que, como he sido deportista toda mi vida, debía plantearme algo que me hiciera salir de mi zona de confort…

  • C. Nueve retos solidarios que presentó en junio, aquí, en el hotel Santo Mauro, donde nos encontramos. R.L. Ese mismo día comenzó el primero… 24 horas en una bicicleta estática. Lo presentamos en la habitación 152, la que ocupó Beckham cuando vivió en el hotel.

  • C. 575 kilómetros, sin parar… R.L. Sí, teníamos una bici al lado por la que pasaron amigos, periodistas, gente conocida… Algunos habían estado en el tour de Francia o en el Giro de Italia y comentaron: "esto es una auténtica locura". Recuerdo que lo primero que hice al entrar en la habitación fue correr las cortinas, como en los casinos de Las Vegas para no saber si era de día o de noche. Y ahí estuve, desde las 13:00 horas del 5 de junio hasta las 13:00 horas del día 6. Todo lo que se recaudó fue, íntegramente, para Aldeas Infantiles

  • C. Lo siguiente fue subir al Kilimanjaro tres veces y en tan solo cinco días… R.L. Rizamos el rizo con ese reto, porque es la montaña más alta de África: 5.895 metros, y la gente sube una vez en seis o siete días. Me llevo bien con el mal de altura y, al final, lo que hice fue ir muy rápido porque cuando estás poco tiempo en la zona alta te afecta menos. Fueron casi 170 kilómetros en esos 5 días, subiendo y bajando. Nadie lo había hecho antes y supe el porqué no (risas). Este reto fue para Luz Casanova, una fundación que dedica sus esfuerzo a luchar contra la violencia de género.

"Tuve la sensación de estar en sitio que no había pisado nadie"

  • C. Se adentró, en el desierto de Atacama, que debe ser maravilloso, pero un infierno para correr, por sus cambios extremos de temperatura… R.L. Por fechas, porque dirijo un grupo empresarial y no me puedo permitir estar perdido mucho tiempo, solapamos el reto tres y el reto cuatro: el desierto de Atacama, 280 kilómetros en siete días, corriendo por el desierto, una locura.

  • C. Y, ¿le daba tiempo a disfrutar de ese maravilloso paisaje? R.L. Sí y no, pero todos los días se me escapaba alguna lagrimilla porque tuve la sensación de estar en sitios que no había pisado nadie y es una emoción que no se puede explicar. Pasamos por el valle de la luna, el valle de la muerte… Mi percepción, antes de ir allí, era la de pensar que se trataba de un desierto lleno de arena y muchas montañas y no, Atacama es un desierto muy especial, muy inspirador, donde, de noche, las estrellas se abrazan, donde los colores te atrapan y te sientes muy, muy pequeño y te das cuenta de que aquí estamos un rato y hay que disfrutarlo. Si a eso le sumas que has corrido 60 kilómetros ese día y 60 el anterior… Estás muy sensible y más, pensando que todo iba para la Fundación Aladina, para unas becas deportivas de niños con cáncer.

  • C. Y ya que se encontraba en forma, decidió lanzarse a nadar al triángulo de las Bermudas… R.L. Ya que estaba cerca… (Risas). Tenía dos días a elegir para lanzarme a nadar en mar abierto. Me tiré para una toma de contacto y había olas de metro y medio. Nadar en una piscina no tiene nada que ver, ni en un lago. El primer día, el mar se levantó con ganas de rock and roll del bueno. Pero decidí que me tiraría sí o sí, porque no aguantaba más la presión. Me puse el traje de neopreno que, cuando vas a nadar en mar abierto, va comprimido al 100%, para que no te entre agua. Recuerdo que nada más tirarme del barco, me entró una gota por la nuca que me llegó hasta la espalda. No he boxeado nunca, pero siempre que he visto un combate he pensado que cuando un boxeador recibe el primer golpe tienes la sensación de: "esto ha empezado ya". Pues bien, aquella gota fue mi puñetazo: nueve horas y 27 minutos en el infierno. Nunca he estado tan cerca. Cuando llevaba cinco horas, me prometí a mí mismo que jamás volvería a hacer aquello.

Ana García Lozano junto a Rubén López. / m. vaquero

"Cuando terminé este reto solo era capaz de llorar"

  • C. ¿Nunca pensó en tirar la toalla? R.L. El ‘abandonar’ y yo nos llevamos fatal. Cuando tú vas corriendo, aflojas, pero sigues hacia delante. Cuando vas en bicicleta, igual, pero cuando nadas con el mar movido, puedes aparecer en Pekín. Cuando terminé este reto solo era capaz de llorar, llorar y llorar.

  • C. Y, ¿cuál será lo próximo? Porque tengo entendido que quiere ir al Polo Norte, subir el Aconcagua, bajar el río Amazonas… R.l. Ahora me voy al Amazonas para una fundación que se llama La hora violeta, investiga la neurofibromatosis que es un cáncer que se produce en la vía óptica y que hace que los peques se queden ciegos. Es un viaje de supervivencia, muy extremo y me gusta que sea así, porque la vida no deja de ser eso: sobrevivir y supervivir. Después, nos iremos al Polo Norte en una travesía por el Círculo Polar donde me van a lanzar en medio de la nada con un GPS y voy a tener siete días para hacer 200 kilómetros con mi trineo y mi comida y «sálvate, si puedes». Cuando hago todas estas cosas, al estar solo, el silencio te atrapa y me he dado cuenta de que el silencio en cada uno de estos lugares es diferente. He vivido silencios muy distintos.

  • C. ¿Por qué siempre quiere hacer cosas que no ha hecho nadie? R.L. Porque si lo hago yo, lo puede hacer cualquiera.

  • C. ¿Todos somos invencibles? R.L. Todos, pero lo tenemos un poco escondido. Lo que pretendo es: por un lado, demostrar que si yo puedo, todos pueden y por otro, crear una comunidad de directivos de empresa que se suban a este carro, que den dinero y que, además, se impliquen.

  • C. Después de leer esto, muchos se habrán animado a colaborar. ¿Cómo podemos hacerlo? R.L. En nuestra web: www.foundationinvencible.org están todos los proyectos. Ahí indicamos cómo hacerlo.

Hagamos de este planeta un lugar mejor. Rema en tu mundo. Busca tu Amazonas. Tu Kilimanjaro. Tu Atacama y tu Triángulo de las Bermudas. Escala tu Everest y fluye, respira y te darás cuenta de que flotas.

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