La reflexión semanal de Anne Igartiburu. / d.r.

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Ruas viejas y nuevas emociones

La reflexión semanal de Anne Igartiburu: Ruas viejas y nuevas emociones.

Acabo de recibir una postal en forma de vídeo llena de mensaje que miro y remiro cuál niña chica. Es la campaña más viral de los últimos días, sencilla e impecable, que nos hace ver la relevancia de pasar más tiempo con las personas que son importantes para nosotros en vez de entregarlo a redes sociales, series u otras cuestiones con menos sentido. Lo han hecho a través de testimonios creíbles y rostros con historias que nos acercan el mensaje final y nos permiten reflexionar, abrazando nuestro lado más afectuoso.

Descubrimos el ser social que somos y cómo la soledad tiñe gran parte de nuestro tiempo de manera camuflada por la inmediatez del estímulo que implica un icono, un punto verde en la pantalla o una luz con sonido de campanilla, y no precisamente de Peter Pan. Las historias que relata son como las de cualquiera de nosotros, la de nuestro vecino, nuestra compañera de trabajo o cuñada. Todo un acierto en la elección del ‘cast’ y la manera de contarlo. Y aunque lo de menos es lo que se promociona, a algunos sí nos pica la curiosidad de saber qué marca está detrás de esta manera de contar la vida que nos sucede, como declaración de intenciones. En este caso es un licor cuyo sabor brilla ya desde la sombra y todo gracias a la luz de una buena idea.

Me conmueve comprobar lo mucho que cala un mensaje hecho desde lo más profundo y dejando ver la grandeza de la vulnerabilidad. Es cierto que es una cuestión de “resonancia entre sentires”. Algo te llega o no, te toca o no. Y este te llega, al menos a mí, por la verdad que acarrea. Es de agradecer.

También existen ese tipo de mensajes que no alcanzan a convencernos. Que reposan inertes en nosotros sin que nada nos brote y que incluso nos llegan a violentar. Son justo el polo opuesto a la hora de intentar trascender positivamente y quedarse en el recuerdo del interlocutor final. Generan inquietud y malestar sin que se pueda evitar el rechazo por quien nos lo cuenta. Normal.

Me gusta pensar que la humanidad despierta poco a poco del letargo que provoca este "'interface' equivocado" sobre la vida y los elementos contaminantes de emociones potenciadoras.

Como esas personas que están, por ejemplo, continuamente amenazando con que un día se irán de ti. Esa compañía que ni come ni deja comer o lo que es lo mismo, ni vive ni deja vivir. Van caminando con su enfado por la vida con un aire que les lastra y hace un ruido extraño, una especie de red que arrastran por el pasillo de su agotada cotidianidad e invade el espacio.

De las que te insinúa que tampoco te necesita , así que si no te gusta lo que dice, hace o propone, "coge y se va". Pero no termina de irse, ni de hacer nada en realidad, más que contaminar el ambiente.

Lo que no detectan es que cuanto más repiten que se van, menos se alejan porque necesitan nuestra atención. Logrando que seamos nosotros los que nos alejamos. Seguro que no queremos pasar tiempo al lado de estos vampiros que chupan nuestra energía vital. Pero les dedicamos pensamientos y más tiempo del necesario. Preocupaciones vanas por querer complacer nuestra necesidad de estar "a bien" con todos.

Nos queda el consuelo de saber que ellos, no protagonizarán ningún mensaje que llegue al corazón más puro.

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