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Carta a los Reyes Magos de la tele

Aunque sea una fecha para los más pequeños de la casa, los adultos también tenemos algunas peticiones para Sus Majestades de Oriente.

Una ilustración de los Reyes Magos. / D.R.

Antonio Albert
Antonio Albert

Queridos Reyes Magos que este fin de semana cruzáis los desiertos y llegáis a las casas para colmar de regalos a los más pequeños, nosotros —los mayores— también estamos necesitados de alguna que otra muestra de cariño, porque la cosa no pinta muy allá, y deseamos caer redondos en nuestra sofás para disfrutar, al menos, de una televisión que nos entretenga, nos informe y nos lleve a otros mundos que estén en éste. Por eso me atrevo a pediros algunas cosillas…

- Necesitamos un horario más civilizado para el 'prime time'. Al fin y al cabo, ver la tele y levantarse para ir a trabajar no debería estar reñido, pero lo parece cuando hay que esperar casi a las dos de la madrugada para saber quién gana un 'reality' o un talent español. Al final, somos muchos los que descubrimos el pastel en las redes al día siguiente, cuando los hashtags funcionan como spoilers de lo sucedido.

- Tampoco estaría mal que los programas estelares de las cadenas tuvieran una duración conveniente: cuatro horas de emisión obligan a usar contenido que otros países son desechados por no aportar nada y ralentizar el ritmo, pero aquí estamos más pendientes de ‘rellenar’ que de encontrar el tempo necesario para captar la atención del espectador y tenerlo enganchado con una escaleta concebida para ir a más, no para ir hasta el día siguiente…

La televisión es mucho más que algunos extronistas protagonizando broncas en directo"

- ¿Quién no ha aprovechado un corte de publicidad para ir al baño? ¿O para ir a la cocina a por un refresco o algo de picar? También para hacer algo de zapping, cómo no… ¿Y a quién no se le ha olvidado tras seis o siete minutos de viajes al baño, a la cocina o otras cadenas, qué programa o película estaba viendo? Por no hablar de esas pausas perturbadoras programadas a un minuto del final, de manera que tras el bombardeo publicitario solo queda la despedida y otra pausa antes de comenzar el siguiente programa. Uno suele tener la sensación de perder lo mejor de la vida entre tanto anuncio.

- El número de parados en España está por encima de la media europea. Y si hablamos de periodistas, las cifras son tristemente de escándalo: uno entiende que el éxito mediático lleve a una cadena a dar un programa a una princesa inca que da buenas audiencias, pero no estaría de más contar con profesionales que sepan aportar otro contenido que no sea el que algunos extronistas consideran como el único posible: las broncas. La tele es mucho más que eso.

- Por otro lado, es agotador ver a un grupo reducido de rostros participar en TODOS los programas, ya sean las tertulias políticas, del corazón o de cualquier tipo de actualidad. Parece como si el plantel de opinadores fuera fijo, inamovible. Bueno, no solo ellos: cuesta convertirse en presentador, pero cuando uno/a llega ya no hay quien lo/a saque de nuestras pantallas. No se trata de apostar tanto por gente más joven, como creen algunos, como de abrir el abanico a otros perfiles. Cuantos más, mejor

- Pediríamos más cosas, por ejemplo, que asesinos y violadores no parezcan las estrellas de los espacios de sucesos, convirtiendo a sus abogados en portavoces con más tiempo en pantalla que las propias víctimas, pero tal vez sea conveniente ir poco a poco…

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