Bajo fuertes medidas de seguridad, el pasado uno de enero Jair Bolsonaro tomó posesión de su cargo como nuevo presidente de Brasil en medio de un clima de recelo internacional hacia el líder ultraderechista. De hecho, los detalles del acto solemne fueron un misterio hasta el último minuto. Se desconocía, por ejemplo, si el nuevo presidente llegaría al acto de su investidura en un coche abierto o cerrado o si se oficiaría una misa o no durante la ceremonia. Pero nadie esperaba lo que ocurrió finalmente.
Antes de que Bolsonaro tomara la palabra y rompiendo radicalmente con el protocolo habitual, su mujer, Michelle, se dirigió a la nación desde el balcón del Palacio de Planalto de Brasilia. Lo hizo dirigiendo un discurso de varios minutos en lenguaje de signos acompañada de una intérprete que se encargó de traducirlo al portugués. La imagen era inesperada. Fundamentalmente porque hasta ese momento la nueva primera dama se había encargado de construirse una reputación de mujer discreta y alérgica a los focos, que apenas se dejó ver en la campaña, incluso en los días posteriores al atentado que sufrió su marido y que estuvo a punto de costarle la vida. Su look también era un cambio de registro para ella.
Habitualmente ‘uniformada’ con vaqueros, camisetas y zapatillas, Bolsonaro estrenó un estilo mucho más acorde con su nuevo cargo con un favorecedor vestido de escote palabra de honor en tono rosa claro. "Brasil por encima de todo, Dios por encima de todos", dijo citando uno de los lemas más repetidos por su marido durante la campaña. De profunda convicción religiosa, Bolsonaro trabaja desde hace años con personas sordomudas y se encarga de traducir las misas de la Iglesia Bautista Actitud, de la que es devota y a la que sigue acudiendo al menos dos veces por semana acompañada de su escolta. De hecho, según la prensa brasileña, la primera dama habría ordenado retirar todas las obras de arte sacro de la residencia oficial para que sean guardadas en un almacén, pues los evangélicos no suelen venerar las imágenes religiosas.
Su historia personal ha hecho correr ríos de tinta en Brasil: tuvo una infancia humilde y fue cajera de supermercado antes de llegar al Congreso de los diputados para ocupar un puesto de secretaria. Allí conoció a Jair Bolsonaro, dos veces divorciado y padre de cuatro hijos, con el comenzó una relación pese a sus 25 años de diferencia. El pastor evangélico que les casó en 2007 la ha definido como una mujer "simple y recatada" a la que le gusta "trabajar entre bastidores". Quizá por eso sus detractores dicen que el gesto es solo una sofisticada estrategia de marketing destinada a desdecir a quienes acusan al nuevo presidente de machista y misógino. Y muchos analistas políticos vaticinan que con su anunciada agenda social, la primera dama se convertirá en la cara amable de la administración de mano dura e incorrección política que previsiblemente ejercerá su marido. De momento, Michelle Bolsonaro ya ha sorprendido a todos. Y por eso, habrá que seguirle la pista…
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20 de enero-18 de febrero
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