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Conocí a Antonio García Trevijano hace muchos años en una cena en casa de Lita Trujillo. Me pareció muy inteligente, muy culto, mundano, incluso lujoso y con el mismo esnobismo que tenía Enrico Berlinguer, con el que había coincidido en Suiza, cenando en el Excelsior de Montreux con Edmond de Rostchild y su amiga la Princesa de Lippe.
A García Trevijano le conté que un tío abuelo mío, Filiberto Villalobos, fue dos veces ministro de la Republica y le hizo gracia. Ahora se ha sabido que ha desheredado a sus hijos. ¿Su último acto de extravagancia?
- Charlène de Mónaco, siempre fría
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