Gérard Depardieu en una imagen de archivo. /
Su hija Julie le advirtió que su vida disipada acabaría con él antes de cumplir los 70. El pasado 27 de diciembre Gérard Depardieu demostró que se equivocaba con una fiesta de aniversario que hizo honor a sus excesos. Vino, mujeres y escándalos han ido creando al ‘monstruo’, como le gusta calificarse a sí mismo: eterno crápula, chulo de barrio, ladrón, becario de panadero, actor extraordinario y multimillonario hombre de negocios.
Todos esos Depardieu que han ido hilando su historia son los protagonistas del documental 'Un hombre sin límites', emitido hace unos días en la cadena francesa BFMTV en contra de la voluntad del actor, que se negó a participar del proyecto. Eso hizo que también varios de sus más cercanos declinaran contribuir a un relato que, aun así, se ha construido con testimonios como el del hermano mayor de Depardieu, Alain, testigo de su adolescencia.
Hijo de la pobreza y de la calle, Alain cuenta que apenas era un niño cuando Gérard comenzó como aprendiz de buscavidas, una actividad incompatible con el colegio, lo que hizo de él un ser rústico y violento, adolescente analfabeto que no necesitaba de instrucción para sacar tajada del contrabando de tabaco, alcohol y drogas.
Con la edad su actividad delictiva se fue diversificando: robo de coches, matón a sueldo, proxeneta… En alguna ocasión llegó a prostituirse, sobre todo con hombres. Ya entonces cultivaba una fama de lunático muy útil en su entorno y que pareció confirmarse cuando quedó exento del servicio militar al mostrar una personalidad conflictiva para el ejército, lo que en términos psiquiátricos se calificó de «hiperemotividad patológica».
Un amigo le sugirió que utilizara el teatro para intentar dominar ese monstruo interior. Comenzó entonces a emerger otro Depardieu, autodidacta de las letras; con la práctica, lector empedernido y actor novel. Era inevitable que directores y productores repararan en él. En los 70 su nombre ya figuraba entre las estrellas galas. Pero la reputación ganada no embridó al monstruo.
Cada una de sus salidas de tono eran tan aireadas como sus interpretaciones. A una detención por conducir borracho por París le seguía un cabezazo a un periodista, y a este una denuncia por los insultos a un inspector de trabajo. Tiempo después se reconocería como un alcohólico rehabilitado que llegó a beberse 12 botellas de vino al día, lo que explicó otros incidentes, como el ocurrido durante un vuelo de París a Dublín, cuando entró en la cabina del avión para orinar delante de los pilotos.
Depardieu nunca ha sido uno solo, sino una serie de personajes mutables. Con la misma pasión que abrazó el islam se convirtió después a un catolicismo místico inspirado en San Agustín. Socialdemócrata de corazón, íntimo de Fidel Castro, terminó renegando de sus convicciones cuando una reforma fiscal le obligó a tributar el 75% de sus ingresos. La respuesta fue trasladar su fortuna a Bélgica, renunciar a la nacionalidad y aceptar la invitación de su amigo Vladimir Putin para fijar su residencia en Rusia.
"Soy libre porque procedo de la calle", responde para justificar una vida al galope, como bien saben las mujeres que le han conocido. Solo se casó con una, Élisabeth Guignont, madre de sus dos primeros hijos, Julie y Guillaume, fallecido en 2008 por una neumonía. Experimentado seductor pero discreto, siempre ha preferido guardar los afectos para sí.
Ha tenido otros dos hijos con distintas mujeres y actualmente comparte su corazón y su residencia de Saransk, al este de Moscú, con Clémentine Igou, 30 años más joven, a la que conoció visitando unas bodegas en la Toscana. Ahora insiste en que su etapa en el cine acabó al tiempo que sigue estudiando los guiones que le llegan.
Y es que en realidad nada le basta, ni sus negocios inmobiliarios ni su vocación culinaria. Carole Bouquet, de la que fue pareja durante ocho años explicaba: "Solo tienes que mirar a Gérard para entender ciertos aspectos de su carácter. Hay hombres que son ogros. Sus apetitos raramente son satisfechos. La vida no les satisface y el exceso casi tampoco". El monstruo sigue ahí, igual de voraz.
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