Charlene de Mónaco, una primera dama a su manera

Desde su accidentada boda en 2011, en la que según la prensa francesa estuvo a punto de plantar a Alberto de Mónaco en el altar, la princesa Charlène siempre ha sido una figura controvertida. También es la peculiar primera dama de un pequeño país en el que los Grimaldi (y su legendario glamour) ejercen de poderoso imán para los multimillonarios y las relaciones diplomáticas son la especialidad de la casa.

Pero Charlène ha conseguido ejercer el papel a su manera. En ocasiones, actúa como una first lady convencional, como cuando en noviembre asistió a los actos del centenario del Armisticio en París. Entonces, adoptó incluso una tendencia fashionista del gremio al lucir una blusa con lazada al cuello que Melania Trump ha puesto de moda.

Nadadora olímpica antes que princesa, también preside una fundación con su nombre para enseñar a nadar a los niños. Sin embargo, también se le ha acusado de ser una 'first lady' ausente y reticente, que a menudo es sustituida por su cuñada Carolina, con la que, según la prensa, no se habla y a la que a menudo ha dado sonados plantones, como cuando se ausentó del último Baile de la Rosa sin coartada oficial.

Hace unas semanas, volvió a hacerlo durante el Festival Internacional de Circo de Montecarlo, al que su marido acudió con sus hijos y sus hermanas. En general, su agenda privada es mucho más ajetreada que la pública. Solo en los últimos cuatro meses, la primera dama monegasca ha viajado a París, Laponia, Nueva York o Sudáfrica. Siempre con sus hijos, los mellizos Gabriella y Jacques, y sin su marido. O, al menos, eso es lo que se deduce de las imagenes que comparte en Instagram.

Siete años después de su boda, la relación entre ella y Alberto de Mónaco sigue siendo objeto de especulaciones. La prensa francesa llegó a publicar que un contrato prematrimonial le obligaba a estar casada durante al menos cinco años. Como ocurre con los Trump, el lenguaje no verbal nunca ha ayudado a disipar los rumores. Pero mientras el mundo especula, Charlène de Mónaco ha conseguido convertirse también en una primera dama que solo juega según sus propias normas.

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