Javier Sardá posa para nuestra cámara durante su paso por Madrid. /
Con una despedida y un saludo. Javier Sardá regresa a las librerías para sorprendernos con narraciones cuyo punto de encuentro es que todas las historias acaban en el cementerio. Nos habla de vivos y no vivos de su vida, miedos e ilusiones en una entrevista donde se le ve relajado y libre. No son los años sino la seguridad en uno mismo.
Corazón Resulta más que original centrar su libro ‘Adiós, muy buenas’ (Espasa) en un cementerio para narrar las historias de los muertos que lo habitan. ¿No le tiene miedo a la muerte? Javier Sardá Es un cementerio lleno de vida. Hay personajes que he disfrutado mucho escribiendo como dos viejas que se pasan todo el día ahí metidas que se saben todas las historias. Para mí los nichos del cementerio son como el muro de Facebook.
C. ¿Es visitador de los cementerios? J.V. No en especial. Para este libro he ido al de Canet del Mar y al de Les Corts, que está cerca del campo del Barcelona y los trabajadores me han facilitado datos. Confieso que me resulta abismal, son pequeñas puertas al ciberespacio o terminales hacia la nada.
C. Su madre murió cuando tenía ocho años, su padre cuando tenía 19, su hermano también falleció… ¿cree que conocer la muerte tan joven le ha marcado? J.V. No lo sé. Tendría que vivir otra vida para saberlo y poder comparar. Lo que sí pienso es que si se muere una madre es mejor que sea a los ocho que a los 14. Ves que das cierta pena a los vecinos o amigos, pero no hay autocompasión. Supongo que claro que me habrá marcado. Mi hermana Rosa ha ejercido como madre para nosotros más que como hermana mayor.
C. ¿Cómo se encuentra Rosa María? J.V. Muy bien. Acaba de rodar una peli en Canarias y está fuerte.
C. ¿Tiene asumido que un día usted también se irá? J.V. La única especie viva que se plantea el sentido de las cosas es la especie humana. Buscar un sentido a la existencia me parece absurdo porque no hay. La naturaleza son procesos. Tenemos que aclimatarnos y ya está. No se puede racionalizar la muerte. Sé que nos iremos y no volveremos nunca más. Y es fantástico en cierta manera.
C. Deduzco que no tiene fe en el más allá. J.V. Es injusto, porque como tengan razón los curas estaremos toda la eternidad diciendo que estábamos equivocados y si no la tienen nadie se enterará. Yo creo que somos materia y desaparecemos. Y ya está. Si fuéramos inmortales desaparecería el Vaticano. Me gusta más la idea de la reencarnación y en eso encuentro más sentido a los budistas. Te enseñan a respirar y meditar y eso ayuda.
C. ¿Suele meditar? J.V. Me gusta respirar cuando paseo y para dormir recito poemas de Espronceda, poesía catalana o alguna oración. Me ayuda.
El periodista y escritor Javier Sardá. /
C. ¿Se encomienda a alguien alguna vez? J.S. Cuando paso por una iglesia me gusta entrar. No soy creyente, pero es un lugar muy especial y curioso. Siempre hay personas arrodilladas que rezan en silencio: me interesa la arquitectura, aunque lo que menos me gusta es ver el Cristo crucificado. Prefiero el que anduvo sobre las aguas. Soy anticlerical como dice Sabater porque la Iglesia todavía no es demócrata del todo, pero negar la tarea existencial de la iglesia católica sería absurdo. Hay personas muy respetables que dedican su vida a los demás como pasa también en las ong. Creo en el bien y en el mal, soy cristiano.
C. ¿Cuántas horas de felicidad tiene en su vida? Lo pregunto porque en el libro habla de horas y no de años. J.S. No sé lo que es la felicidad, pero sí la calma. Por supuesto una calma de manera activa, pero sentirte bien es lo más parecido a la felicidad. No hay nada peor que esos libros de autoayuda que te obligan a ser feliz y encima te dicen que es fácil conseguirlo. Es lo peor que puede escuchar alguien que no sea feliz.
C. ¿La calma no es aburrida? J.S. Soy super apasionado y te aseguro que estoy muy vivo y muy enamorado de mi gente y de lo que hago. No sé qué es aburrirme. Hay noches que cuando me acuesto estoy deseando levantarme por la mañana para hacer más cosas.
C. Menudo susto nos ha dado Jorge Javier Vázquez con el ictus que ha sufrido. ¿La tele puede ser nociva para la salud? J.S. Conozco a Jorge de hace muchos años, desde sus tiempos en la revista Pronto y le he mandado varios mensajes que me ha contestado muy cariñoso. No podría decir si el trabajo ha afectado o es algo congénito que aflora cuando quiere. Lo que sí sé es que podría haber sido una tragedia para él y por suerte está bien y entero.
C. ¿En sus años de televisión en directo ha tenido algún susto? J.S. A mí de los ocho años que estuve haciendo ‘Crónicas’ lo que me mataba era el horario porque no soy noctámbulo. Me suelo acostar a las 11.15 h y levantar temprano. Esos son mis biorritmos por eso aún recuerdo cuando me dijeron que tenía que sustituir a Pepe Navarro. Esa noche me quedé a ver el programa de Pepe entero y entendí que lo peor iba a ser esa franja horaria. Tardé quince días en contestar porque lo tuve que meditar.
C. ¿No cree que hoy hay menos libertad en los medios? J.S. En ‘Crónicas Marcianas’ había una manera de hablar que lo permitía precisamente el horario, ya que siempre dije que mi hija no veía la tele a esas horas. Hoy compruebo que el Gran Wyoming también dice todo lo que quiere.
C. Lo decía por la sensibilidad que hay ahora con las mujeres tras el movimiento ‘Me Too’. J.S. Gracias a que las mujeres se han alzado el mundo ha cambiado. Si hoy ves la publicidad de hace 40 años te llevas las manos a la cabeza. Soy padre de una mujer y quiero que pueda estudiar y tener las mismas oportunidades y salario que los hombres.
El presentador Javier Sardá presenta nuevo libro, 'Adiós muy buenas'
C. ¿Le preocupan más los vivos que los que ya no están? Me refiero a si por su fama tiende a guardar distancias con las personas. J.S. Te diré que la gente es muy cariñosa conmigo y ni me acuerdo de que soy alguien conocido o que la fama sea una carga. Hago una vida muy de calle y nunca me han dado una palabra mala y eso a pesar de todo lo que he manifestado sobre la independencia.
C. ¿Cree que a un muerto como Franco hay que dejarle tranquilo donde está? J.S. Lo que me preocupa es que en las excursiones que realizan los extranjeros que viajan a España está incluido el Valle de los Caídos. Franco no puede estar ahí por una situación puramente simbólica. Los turistas no lo entienden. Una de dos, o eliminan el Valle de los circuitos turísticos o que salga Franco de allí.
C. ¿Cómo quiere que le entierren? J.S. Uy ni idea. Sí quiero que me incineren, pero lo que hagan después aún ni lo he pensado.
C. ¿Qué le queda por hacer? ¿cree que ya ha cumplido todos sus sueños? J.S. Ahora disfruto mucho como tertuliano. Umbral decía que sin énfasis no habría ni periodismo ni literatura. Intento ponerlo en todos mis comentarios.
C. ¿Y a nivel personal? J.S. Me encuentro muy bien y, como decía Plá, cada día que no pase nada malo, ganga.
C. ¿Sigue siendo hipocondríaco? J.S. Me miro el azúcar y la tensión en casa y me hago test de orina y análisis anuales. Antes me preocupaban las audiencias y hoy las analíticas.
C. ¿Se plantea seguir en Cataluña? J.S. No me gusta nada lo que está pasando en España en general y eso hace que nadie esté cómodo. Lo que sí creo es que vamos a vivir instalados en el conflicto, y más a mi edad. Hemos vivido un periodo utópico, pero no éramos conscientes de lo que teníamos. Los Juegos Olímpicos del 92 con todas las instituciones unidas en la misma causa al igual que pasó en la Expo de Sevilla era el reflejo de un país perfectamente óptimo y hoy de eso no queda absolutamente nada. Me temo que vamos a estar un tiempo incómodos.
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