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Maximiliano de Habsburgo: "La adicción hace que la gente vaya perdiendo todo"

Lleva desde 2001 con la Fundación Recal, con la que ayuda a enfermos a luchar contra las adicciones.

Maximiliano de Habsburgo posa en las instalaciones de la fundación Recal, de la que es presidente. / Alberto bernárdez

Ana García Lozano
Ana García Lozano

La Fundacion Recal lleva 18 años atendiendo a pacientes afectados por la enfermedad de la adicción. Maximiliano de Habsburgo, su presidente, nos recibe en la sede que la Fundación tiene en Majadahonda (Madrid), para hablarnos de un tema, que, desgraciadamente, conoce muy bien, porque vivió de cerca las consecuencias de las drogas, al perder, hace años, a una hermana por este motivo.

  • Corazón Probablemente, eso tuvo mucho que ver en la creación de esta Fundación. Maximiliano de Habsburgo Sí, es posible, pero creo que lo que de verdad me movió a hacerlo fue conocer a gente sin hogar. Uno se da cuenta de que el 90% de la gente que está en la calle es o por alcohol, o por drogas. La adicción hace que la gente, poco a poco, lo vaya perdiendo todo: relaciones, trabajo… Junto al Palacio Real había un lugar, llamado ‘La casa del pobre’, donde la gente sin hogar iba por la noche a dormir. Yo ayudaba en lo que podía. Conocí a tres adictos a los que les daba ropa, comida, dinero… Aquello fue evolucionando y como vimos que cada vez había más personas que necesitaban tratamiento, cogimos un piso pequeño en Pozuelo, donde empezamos a cuidarles. Era un cuidado básico: ropa, comida, ducha, medicación, corte de pelo… Lo hicimos durante tres años y resultó bien, ya que la gente se recuperaba bastante, aunque solo fuera físicamente, porque muchos seguían consumiendo. Los empezamos a llevar a grupos de alcohólicos anónimos y narcóticos anónimos para que los que quisieran dejar el consumo tuvieran algún tratamiento. En el año 2004 decidimos que había que profesionalizar este sistema.

  • C. Porque imagino que sería como poner parches, ¿no? M.H. Efectivamente. Se trataba solo de una asistencia primaria, pero no iba a la raíz del problema. Entonces, contratamos a una persona con mucha experiencia en centros de recuperación de Estados Unidos e Inglaterra, que reestructuró la Fundación y puso en marcha un equipo de tratamiento. Fue entonces cuando empezamos con el programa Minnesota.

  • C. ¿Podemos conocer, a grandes rasgos, en qué consiste este método? M.H. Sí, claro. Es el programa de los doce pasos, las doce etapas por las que pasa un paciente. El primero y más difícil: admitir que hay un problema, porque la adicción lo que conlleva es una negación total de los hechos.

  • C. Pero, al venir aquí, se supone que ya reconocen que hay un problema… M.H. Cuando vienen sí, pero para hacerles venir aquí hay que convencerles mucho. Los pasos van evolucionando hacia una limpieza del ser humano, donde poco a poco se van admitiendo los fallos, haciendo una lista de las personas que uno ha dañado, porque el adicto desgasta mucho a su entorno… donde se pide disculpas a esas personas cercanas. Es todo un proceso donde el alma se va limpiando. Así se llega al final, al paso doce, que es cuando el adicto en recuperación, ayuda a otros adictos. Cada uno de ellos tiene un padrino, una persona ya recuperada. El 90% de los que trabajan aquí han pasado por ello. Por eso nos volcamos en ayudar a que la gente salga adelante.

  • C. ‘Hay salida’. Es un bonito mensaje, un gran titular. M.H. Es complicado, aunque siguiendo este programa hay un índice muy alto de recuperación. Pero hay que practicarlo, de principio a fin, porque hay personas que se quedan a medias o lo adaptan a su manera.

"Nuestro método consta de doce etapas. La primera esm admitir que hay un problema"

  • C. ¿Durante cuánto tiempo se internan estas personas? M.H. Tres meses. Creemos en internar a la gente, porque al adicto hay que sacarlo de su entorno, de donde consume, de sus amigos con quienes lo hace… Este es un lugar seguro, donde no hay drogas, ni alcohol, ni nadie que te moleste.

  • C. No hay móvil, no hay tele… M.H. Bueno, tele hay, pero poca, porque es un lugar para que el paciente se pueda concentrar en su recuperación. Aquí no tiene que pensar en deudas, no hay problemas de dinero… Está relajado y seguro. Una vez pasados esos tres meses internos, los que quieren pasan a una segunda fase, ambulatoria, en la que ya pueden empezar a trabajar. Para los que viven un ambiente familiar muy deteriorado, tenemos unas casas intermedias, donde pueden vivir otros seis, nueve o 12 meses. Son pisos auto gestionados, pero siempre con un paciente más antiguo, que lo controla.

  • C. ¿Más hombres que mujeres? M.H. De momento, sí.

  • C. Y bajando, cada vez más, la media de edad de los enfermos. M.H. Sí…

  • C. Hablamos todo el rato de enfermos, porque es fundamental entender la adicción como una enfermedad. ¿No es así? M.H. Es muy importante verla como tal, porque así está tipificada por la Organización Mundial de la Salud. Es permanente, progresiva y mortal, los tres componentes necesarios para definir una enfermedad letal.

  • C. Aquí en el centro, hay una zona deportiva. ¿Es el deporte una terapia? M.H. Sí, aunque no en exceso, porque el adicto es una persona excesiva, con lo cual, controlamos el tiempo. Tenemos un profesor de artes marciales, una profesora de yoga… Esto también da un poco de felicidad.

  • C. Y hará que se desinhiban y que formen equipo, que hagan piña. Al fin y al cabo tienen mucho en común, porque las adicciones más habituales serán: alcohol, cannabbis, hachís… M.H. Cocaína, heroína, juego, vídeojuegos, trastornos con la comida…

  • C. Importantísimo el apoyo de la familia y de los amigos. ¿Hacen trabajo con ellos, también? M.H. Por supuesto. Los familiares son muy importantes, porque cuando ellos se involucran, la posibilidad de recuperación del paciente es diez veces mayor. En el 90% de los casos, el adicto sale de una familia disfuncional y estas familias lo que hacen es apuntar con el dedo al adicto, sin mirar sus propios fallos. Esto hay que sanearlo, porque si no, el enfermo se recupera, pero al regresar a su entorno vuelve a colapsar.

Maximiliano de Habsburgo posa con el equipo que forma la fundación Recal. / Alberto BERNÁRDEZ

  • C. Hablando de familia. Sé que su hermana, Sofía de Habsburgo, una mujer muy querida en nuestro país, está muy involucrada en la Fundación. M.H. Ella nos ayuda en todos los eventos y está muy implicada, por supuesto. Siempre que puede viene aquí a la Fundación a ver cómo va todo.

  • C. Si seguimos hablando de familia, es inevitable comentar que usted tiene tres hijos, de ocho, 11 y 13 años. Ellos estarán en contacto con la labor que realizan en la Fundación y no sé si esto actuará como un antídoto, para no caer en ello… M.H. Ellos vienen a jugar al fútbol, de vez en cuando. No creo que funcione como una vacuna, porque los jóvenes siempre quieren probar cosas, pero seguramente, si tienen un problema, serán más abiertos a compartirlo, a pedir ayuda.

  • C. La Fundación se creó para atender a gente sin recursos, pero también pueden acceder a ella personas que sí los tengan, ¿no? M.H. Los que pueden pagar, lógicamente, deben hacerlo, pero a los que no tienen dinero, intentamos becarlos para que tengan el tratamiento totalmente gratis.

  • C. Vino usted a España hace 35 años a aprender español y aquí se quedó. ¿Qué fue lo que le enamoró de nuestro país? M.H. Vine a finales de los 80 y me quedé porque Madrid era ¡tan divertida! Tenía una marcha y una vida nocturna fantástica y yo era tan joven...

  • C. Y, aparte de la diversión, ¿qué le sedujo de los españoles? M.H. Su simpatía, su alegría… Tienen de todo: mar, esquí, arte, su comida es maravillosa... Y lo más importante: su solidaridad.

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