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En Francia, desde hace siglos, el mundo del espectáculo ha entendido que, además de cultura, debe lograr un objetivo para llegar a todo el mundo: ser un ‘évènement’ (un acontecimiento), un hecho singular, único, histórico, que por lo tanto nadie puede perderse.
De ahí esa ya famosa etiqueta de ‘la comedia francesa del año’ que vemos cada temporada en una producción que acaba siendo un éxito de taquilla. Hollywood ha sabido apropiarse de esta tendencia, y la televisión no iba a ser menos.
Prueba de ello ha sido la brutal campaña mundial de HBO para el estreno de la temporada final de ‘Juego de Tronos’, de cuyo estreno (simultáneo en España y Estados Unidos) hemos podido disfrutar ya. Ha sido todo un acontecimiento que ha provocado una campaña en redes sociales sin precedentes, generada por los propios seguidores de la serie: llevamos semanas oyendo y leyendo anécdotas del rodaje, recuperando virales de las secuencias imprescindibles, curioseando sobre el reparto…
Resulta imposible calcular cuánto habría costado esa campaña de tener que pagarse, pero en estos tiempos la audiencia es la mejor arma de marketing cuando el producto conecta, gusta y concede lo mejor a sus espectadores. Y la serie lo tiene todo.
Como cada Semana Santa, la Dirección General de Tráfico realiza una campaña especial para las Operaciones Salida y Retorno. La habrán visto. Y habrán entendido su código metatelevisivo porque, lejos de aquellos spots importantes con imágenes reales de víctimas de accidentes (que tanta críticas recibió, pero que tan buenos resultados dieron, con una espectacular bajada de la siniestralidad), la DGT ha preferido realizar una publicidad menos contundente, pero más cercana al lenguaje actual.
Y no deja de ser curioso que sea la televisión el código elegido, una suerte de ‘Españoles por el mundo de los accidentes’, donde los lugares a visitar por los protagonistas son los hospitales, las cárceles o los cementerios. No valoramos la influencia que tiene la pequeña pantalla en nuestras vidas hasta que vemos cómo somos conscientes de asimilar un lenguaje de ficción (aunque sea de periodismo callejero, como el de los formatos de viajes) a la realidad, como si una y otra fueran lo mismo.
No es la primera vez que la publicidad juega con este concepto, pero es la primera vez que se hace para algo tan importante como cuidar de nuestras vidas y las de los demás en la carretera. Que la campaña logre su objetivo es lo mejor que puede sucedernos.
No todos los programas logran la audiencia que se merecen. No importa. Lo verdaderamente importante es que se hagan y que, poco a poco, si les dejan, se hagan un hueco o alcancen un nicho de mercado (como lo llaman ahora los expertos en audiencias). Las cadenas privadas lo tienen más difícil, es cierto, pero en TVE están más acostumbrados a este tipo de apuesta que aúna el entretenimiento con el servicio público.
Así ha sido con ‘Prodigios’, algo más que un ‘talent’ al uso, porque su productora, Shine Iberia, experta en grandes formatos (‘MasterChef’), ha sabido adaptarse a la exigencias de un programa en el que la emoción llega por el esfuerzo, la dedicación, el sacrificio y la exquisitez del arte que manejan sus concursantes.
Además, el habitual juego que dan los jurados (con los daños colaterales que el ejemplo Simon Cowell generó en Risto y, desde entonces, en otros concursos), ha dado paso a valoraciones de las que todos aprendemos, realizadas con cariño pero, sobre todo, con la experiencia profesionales de auténticas figuras: Nacho Duato, Ainhoa Arteta y Andrés Salado. Frente a la sabiduría, el humor y la ironía de ese niño grande que es Boris Izaguirre, que siempre sabe cómo sacar punta para brillar y hacer brillas a los ‘prodigios’. Esperamos que vuelva, se lo merecen todos.
- 'GH', la historia interminable