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Lo que más me gusta de la boda de Pilar Rubio y Sergio Ramos es que es una ceremonia fruto de siete años de relación y tres hijos en común. Algo poco habitual hoy en día, tanto en las parejas de famosos como en la de anónimos. Esa fiebre por ‘cazar’ al otro aboca al fracaso a más de la mitad de los que pasan por el altar al poco de conocerse.
Los sentimientos hay que reposarlos y en el caso de esta pareja se han tomado su tiempo. Y después de tanto esperar, han decidido darse el ‘sí, quiero’ este sábado en la catedral de Sevilla. A la novia se le ha ido la mano con los invitados, tal y como ella misma ha dicho. Y algo más... Se han dado tantos detalles que una cree que ya ha sido la boda. El espectáculo promete, o no. Nunca se sabe, porque no será la primera vez que nos adelantamos a los acontecimientos y luego resulta ser un ‘bluf’. Para empezar, no hay tatuajes con forma de unicornio, me lo han enseñado algunos invitados que han recibido un tatuaje en forma de estrella con un número que corresponde al de la lista de recepción.
El hastag #UNICORNIOS es el que han propuesto para subir las fotos o vídeos de la fiesta pero será después, porque están prohibidos y solo podrán utilizarse en el depósito ubicado en una zona de la Finca La Alegría, propiedad de la pareja. No entiendo muy bien lo de que las mujeres eviten los colores blanco, rosa, rojo, naranja y verde en sus vestidos. Igual es alguna manía o responde algún motivo que entenderemos a posteriori. Seguro que habrá futbolistas y cantantes que son amigos de la pareja y con suficientemente nombre como para que la boda merezca expectación mediática.
No hay exclusiva de por medio, como era de esperar. El fiestón lo pagan ellos, que para eso son millonarios. Y distribuirán imágenes de forma gratuita a los medios. Tampoco regalos, porque han pedido que se done a Unicef. Una unión que no ha perdido magia, de momento, porque Pilar y Sergio aún no han hablado, y conociéndoles no se habrán quedado cortos. ¡Felicidades, pareja!
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