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Cuando hace un par de semanas saltó la noticia de la separación de Miley Cyrus y Liam Hemsworth, los más románticos albergaban la esperanza de que tan solo fuese una más de tantas idas y venidas, enfados y reconciliaciones, que han sufrido entre ellos desde que comenzara la relación. Claro, que eso debía ser antes de que se publicaran las fotos de ella besándose con una mujer.
No hay vuelta atrás. El actor ha dado el paso definitivo para poner el punto y final y ha presentado la demanda de divorcio pertinente para hacer oficial que es una decisión irreversible. Lo ha hecho alegando "diferencias irreconciliables", un concepto que se puso de moda con el comunicado que emitió Gwyneth Paltrow en su día para anunciar el fin de su matrimonio con Chris Martin.
Tras apenas ocho meses de matrimonio, era a principios de agosto cuando se conocía que se separaban. Algunos, desde el círculo íntimo de la ya expareja, aseguraban que tan solo era un descanso para ordenar sus vidas y poder dedicar tiempo a sus carreras y para que pudieran mimarse cada uno a sí mismo. Pero no.
Sobre todo, porque parece que esa posible infidelidad no sería el único motivo que tendría Hemsworth para regresar a la soltería. Hay quienes sentencian que, en los últimos meses, Miley había vuelto a ser la versión más rebelde de ella misma y que sus coqueteos con las drogas eran cada vez más frecuentes.
Así se pone el 'the end' a una película llegada desde Estados Unidos, pero que ha copado los titulares de la prensa de todo el mundo por la popularidad de ambos. Como profesionales en sus respectivas carreras, pero también como personajes del corazón.
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