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Decía mi recordada amiga, la elegante Condesa de Montarco, que ser ‘snob’ era una afición muy cara de consecuencias imprevisibles. Brad Pitt, fantástico actor, seductor reconocido y enamoradizo nato, fue un día convencido por una novia para entrar en el mundo de la cienciología.
Se convirtió en un intenso defensor de la cuestionada secta. Adoptó sus reglas y sugerencias. La última conocida pudo haberle costado la vida.
Le recomendaron la purificación, para lo cual debía de estar durante cinco horas en una sauna sudando y atiborrado de vitaminas, pero no lo resistió y salió a punto de morir deshidratado. Otras cuatro personas lo aguantaron..., pero se murieron.