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Hace unos días el líder de Ciudadanos, Albert Rivera, denunciaba el hackeo de su cuenta de WhatsApp. Según las primeras pesquisas de la policía cibernética, tras este delito contra la intimidad estaría un perfil de Twitter Anonymous Catalonia.
¿Para que habrían querido hackear el móvil de Rivera? Muchos señalan el móvil político, por el tipo de contenido de la cuenta de Twitter. Pero parece que lo más interesante del móvil de Albert, de momento, eran sus conversaciones con su pareja, la cantante Malú. De hecho, la única información que se ha filtrado antes de que la cuenta fuera cancelada es que Malú estaría embarazada. Como lo oyen, ni pactos en Cataluña, ni crisis de Gobierno, al final lo único relevante del WhatsApp del político era su próxima paternidad. Una información que aún ningún medio hemos podido contrastar y, que de ser cierta, solo el tiempo lo mostrará.
Soy de las que piensa que el dinero y los embarazos son las dos cosas que no se pueden ocultar. Lo que nos demuestra este hackeo es que somos más vulnerables de lo que pensamos y que nos agarramos al móvil como si fuera lo más seguro del mundo y allí aprovechamos para criticar, compartir fotos, ser infieles, etc... Pero el móvil se puede hackear en un segundo acercando otro al lado. En cuestión de un minuto te hacen una copia de todo el contenido. Y ni que decir con virus externos que se cuelan a través de mensajes trampa. Yo he llegado a ver algún compañero de investigación revisar todas las conversaciones de WhatsApp de un conocido y polémico joven que puso en jaque al Gobierno e incluso a la monarquía.
Lo mejor es no escribir ni compartir por WhatsApp nada que no queramos que se sepa nunca, sino estamos vendidos. Para Albert lo de menos es lo del embarazo, que en el fondo es una alegría. Lo que le preocupa es que poco a poco vayamos conociendo algunos otros secretos. Es para estar preocupado, porque ese móvil debe ser una bomba a punto de explotar. Y lo peor aún, encima solemos hacernos copias de seguridad de las conversaciones. E s que nos gusta recrearnos en el cotilleo.