Ya no tiene nada que esconder. Es una leyenda. Un anciano feliz. No teme a nadie. Ni siquiera a su peor enemigo, él mismo. De modo que antes de retirarse junto a su marido y sus dos hijos, ha preparado como despedida el mayor de sus espectáculos: sus miserias. Todas se exponen en 'Me, Elton John', una autobiografía despiadada que estará en las librerías el 15 de octubre. Ahorremos más comentarios. Juzguen ustedes mismos a través de algunos extractos del libro.
" La cocaína me convirtió en un monstruo. Comencé a tomarla en 1974. Me gustaba cómo me hacía sentir. Esa sacudida de confianza y euforia, la sensación de que podía abrirme, de que no me sentía ni tímido ni intimidado", relata en algunas de las páginas de esa biografía.
"A finales de los 80 me enamoré de un tipo llamado Hugh Williams, que vivía en Atlanta. Un día me dijo que estaba cansado de beber y drogarse, así que había decidido ir a rehabilitación. Me puse furioso. Grité y grité diciendo las cosas más dolorosas que se me ocurrieron. Después, me escondí solo en una casa alquilada en Londres durante dos semanas, esnifando cocaína y bebiendo whisky. En las raras ocasiones en que comía, me ponía enfermo. No contestaba al teléfono. No contestaba a la puerta. No me lavé, no me vestí. Fue sórdido. Horrible", continúa.
Asegura que en aquella conversación obtuvo respuesta. " ‘Eres un adicto a las drogas’, dijo [Hugh]. Eres un alcohólico. Eres un adicto a la comida y un bulímico. Eres un adicto al sexo. Eres dependiente’. Me eché a llorar. ‘Sí, necesito ayuda’".
Sobre su entrada en rehabilitación a los 43 años dice en su libro: "El 29 de julio de 1990 terminé en el único lugar donde me aceptaron: un hospital ordinario de Chicago con vistas al estacionamiento de un centro comercial", relata.
Cuenta sobre su ingreso que "los primeros días fueron duros: no pude dormir, tuve ataques de pánico, cambios de humor, me sentí enfermo todo el tiempo y solo. Pero sobre todo, estaba avergonzado. No por mis adicciones, sino porque se esperaba que hiciéramos cosas por nosotros mismos: limpiar nuestras habitaciones, hacer las camas, y eso era algo a lo que no estaba acostumbrado. Antes solo me ocupaba de afeitarme y de limpiarme el culo, y pagaba a otras personas para que hicieran todo lo demás. No tenía idea de cómo poner una lavadora y tuve que pedirle a una paciente, Peggy, que me enseñara. Después de darse cuenta de que no estaba bromeando, me echó una mano, pero eso no cambió el hecho de que yo era un hombre de 43 años que no sabía limpiar su propia ropa".
Cuando finalizó el tratamiento todo había cambiado. "Después de seis semanas, estaba listo para irme. Durante parte de los siguientes 18 meses estuve en Londres, donde me instalé en una rutina tranquila. Vivía solo. No me molesté en emplear personal. Desde entonces, me gusta hacer las cosas yo mismo".
Sobre sus relaciones asegura que en aquella época todo era un caos. "Además de tomar drogas, mi vida personal fue, más o menos, un desastre. Me enamoraba de hombres heterosexuales todo el tiempo, perseguía lo que no podía tener". Añade que "Veía a alguien que me gustaba en un bar gay y, antes de hablar con él, me enamoraba, convencido de que era el hombre con el que estaba destinado a compartir el resto de mi vida e imaginaba un futuro maravilloso. Les decía: ‘Deja todo y vuela conmigo alrededor del mundo’".
Cuenta que "Les compraba relojes, camisas y coches, pero no tenían otros motivos para estar conmigo. Después de tres o cuatro meses me aburría y terminaba la relación entre lágrimas. Luego conseguía que alguien se deshiciera de ellos y comenzaba de nuevo. Fue un comportamiento absolutamente terrible: me gustaba que uno saliera al mismo tiempo que el nuevo llegaba".
Y si es duro consigo mismo, no lo es menos con su madre. "A mamá [Sheila Farebrother] le gustaba decirme lo mucho que odiaba lo que yo hacía. Si grababa un nuevo álbum, era una basura; si compraba un cuadro, era feo; si tocaba en un concierto solidario, era la actuación más aburrida a la que había asistido salvo por la participación de otro".
Ese desdén se trasladaba también a la vida personal del artista. Así cuenta que "mamá se puso furiosa cuando se enteró de que Bob [Halley, el asistente del cantante] se había ido: se llevaban muy bien. No quiso escuchar mi versión y me dijo que Bob siempre había sido más un hijo para ella que yo. Y entonces me soltó: ‘Te importa más esa maldita cosa con la que te has casado [David Furnish] que tu propia madre’. No volvimos a hablar durante los siguientes siete años".
El silencio terminó cuando los problemas de salud de Sheila llegaron a oídos de su hijo. "Contacté con ella cuando descubrí que estaba gravemente enferma y le envié algunas fotos de los niños. ‘Veo que estás ocupado’, fue la única mención que hizo. La invité a almorzar. Entró en Woodside y lo primero que dijo fue: ‘Había olvidado lo pequeño que es este lugar’. Preferí dejarlo pasar. Le pregunté si quería ver a los niños, que estaban jugando arriba. Ella dijo que no. Le dije que no quería hablar de Bob, que solo quería decirle, después de lo que habíamos pasado, que la amaba. ‘Yo también te amo’, dijo. ‘Pero no me gustas en absoluto’".
El cantante fue operado de cáncer de próstata en 2017 y meses después contrajo una grave infección. "Los doctores le dijeron a David que habría muerto si hubiera tardado 24 horas más en ir al hospital. […] Permanecía despierto toda la noche, preguntándome si iba a morir. En el hospital, solo en el silencio de la noche, rezaba: ‘Por favor, no dejes que me muera. Por favor, deja que vea a mis hijos otra vez".
Desvela también en esas memorias que “cada vez que David mencionaba la idea de formar una familia, le presentaba una lista de objeciones: era muy viejo, tenía mis manías, estaba siempre fuera, de gira… [...] En realidad, mi propia infancia era la razón de todas mis objeciones".
Cuenta que cambió de idea durante una visita a un orfanato en Ucrania, allí sintió "una conexión inmediata con un niño al que intentamos adoptar David y yo junto a su hermano, sin éxito. Pero ese sentimiento paternal ya no desapareció". En la actualidad Tiene dos hijos nacidos de un vientre de alquiler, Zachary, de nueve años, y Elijah, de seis.
20 de enero-18 de febrero
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