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No son ‘Los 4 fantásticos’, pero van de personajes con superpoderes para atraer los focos. Y por ahora lo han conseguido en ‘GV VIP’: dos encerrados en una casa ( Kiko Jiménez y Estela Grande), dos sueltos por los platós ( Diego Matamoros y Sofía Suescun), los cuatro en todas las salsas de Mediaset, con sus tramas, sus vídeos, sus entrevistas, sus debates, sus polígrafos... El catálogo completo, vamos. Dicen las malas lenguas que hay un quinto elemento, el autor intelectual de este trasiego de romances de baja estafa, que conoce los mecanismos del escándalo pero parece obviar las reglas del juego. No sabemos si serán expulsados por el programa (aunque con estas audiencias, a saber si la cadena no echa más gasolina) o por la audiencia (con votaciones de vértigo, imaginamos), pero el espectáculo es bochornoso: que si se anuncia un divorcio deluxe en directo, que si se deja de seguir por Instagram… Uf, qué pereza. Y qué rancio todo.
Y sin salir de Guadalix de la Sierra, un apunte: la gente muy sincera es —a ver cómo se lo decimos a Alba Carillo sin molestarla con nuestra sinceridad— tirando a maleducada, grosera, impertinente. Porque nadie les ha pedido tanta sinceridad: máxime si solo es para criticar, porque esa sinceridad —curiosamente— nunca es para alabar, es para destrozar.
Darle un chute de modernidad y originalidad a un género, sea el que sea a estas alturas cuando sentimos que todo está hecho, es un regalo que la audiencia debe agradecer. Cada vez es menos habitual, así es que es de justicia no solo reconocerlo sino darlo a conocer: con los ‘photocalls’ más quemados que los espectadores de series en abierto, enviar a alguien a cubrir una presentación no lleva a ningún reportaje interesante. Así que convertir una pieza de mero trámite en un hilarante gag de varios minutos es como sacar oro del fondo del lago de la Casa de Campo.
Y Susi Caramelo lo hace en ‘Las que faltaban’, en #0, esa cadena que se ve gracias a los virales de Youtube. Y Susi se ha hecho viral. Vale que se ha quedado con los pezones al aire en un reportaje, que ha mostrado sus pechos en un mundo que los censura en redes si eres mujer y los promociona si eres hombre, pero la tetas de Susi hay que verlas como una reivindicación festiva (#freetheneeples) que no pueden eclipsar lo que hay detrás: el sentido del humor de una pibonéxica (sin la autoparodia no se va a ninguna parte) que nace de unas pautas de guion y una brillante improvisación que logra la complicidad de unos invitados cuyas respuestas, la verdad, apenas nos importan cuando solo tenemos ojos para la reportera.
Los ‘millennials’ interesados en política están creciendo viendo debates crispados y contertulios de trinchera soltando eslóganes y reduciendo la crítica al insulto, al aspaviento. Es desolador que hablemos tanto de las ‘fake news’ y tan poco de las opiniones que buscan la emoción desde la manipulación: lo que vamos llamando populismo, pero llevado a las tertulias de televisión. Esta semana ha fallecido Pepe Oneto a sus 77 años, y uno no puede por menos que echar de menos en pantalla figuras como la suya. Como la de Fernando Ónega, José Antonio Zarzalejos, Luis María Ansón, con cuyas opiniones cualquiera puede disentir pero ante cuyos análisis solo nos queda escuchar y aprender.
Y luego, si queremos, rebatir sus ideas, faltaría más. Pero sabiendo que quien nos habla lo hace con un criterio, una altura intelectual y un compromiso con el periodismo y, por lo tanto, con el espectador. Uno no quiere parecer el viejuno que habla con nostalgia de esos tiempos pasados, pero uno tampoco puede evitar sentir añoranza por esos debates de ‘La Clave’, con José Luis Balbín, que no por intensos resultaban menos apasionantes, antes al contrario. Con Pepe Oneto, con su ironía y su flequillo, se va un estilo de hacer periodismo y televisión que no podemos cansarnos de reivindicar.