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Hace un año, Ana Obregón celebraba la Navidad por todo lo alto. Un par de meses atrás, y tras seis en Estados Unidos al lado de su hijo, enfermo de cáncer, aterrizaba en España llena de esperanza. Sabía que el camino no había terminado, pero podría, por fin, estar al lado de su familia y afrontar el futuro de otra manera.
Por desgracia, a pesar de que pensaba que habían sido capaces de vencer la batalla final, a lo largo de este año, Álex Lequio ha sufrido un par de recaídas. La última, la semana pasada. El joven tenía que apadrinar un evento solidario y, desde la propia organización, se nos informaba que se sentía indispuesto y no acudiría.
Ayer su madre acudía a un evento en Madrid donde prestaba su imagen y, aunque pasando de puntillas por el tema por respeto a Álex, tranquilizaba a todo el que hubiese sentido que se encendían, de nuevo, las alarmas de la enfermedad. " No le gusta nada que hable de este tema. Y solo deciros que todo va fenomenal, nada de alarmas. Es algo normal, bajan las defensas con los tratamientos. Todo va genial".
"No para de trabajar. Yo ya le digo: 'Niño, para un poco'. Porque hasta en los hospitales está ahí con el ordenador... Tene una oficina en Alicante con veintitantas personas trabajando para él, cuando es que ha empezado en el garaje de casa", explicaba Ana antes de emocionarse: " Está demostrando ¡qué se puede! Yo no tengo ningún mérito, solo he hecho lo que haría cualquier madre".
"Le doy la vuelta a todo, hasta en los peores momentos. La facilidad está al lado de la dificultad, es un aprendizaje. Solo depende de cómo lo mires", decía con rotundidad. Y, desde luego, ha sido capaz de, a fuerza de coraje y optimismo, ser el mejor apoyo para su hijo y dar la vuelta a la situación juntos.