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Desde fuera parece que eso de ser royal es un chollo. Pero el rígido protocolo, las continuas obligaciones y el hecho de estar expuesto permanente a la opinión pública no están hechos para todo el mundo. Lo nobles han sido educados para ello, pero cuando encuentran una pareja que no puede con esa carga deben tomar una difícil decisión: el título o el amor. Estos son algunos de los que se quedaron con la segunda opción.
Enrique VII de Inglaterra
La monarquía británica ya se ha enfrentado a una renuncia como la de Harry. De hecho, bastante peor. Pues se trataba del propio rey de Inglaterra, que sólo ocupó el trono 325 días. Pues tras calzarse la corona, en 1936 se enamoró de Wallis Simpson, que además de ser plebeya, era estadounidense y se había divorciado dos veces. Así que renunció al trono que ocupó su hermano menor, Jorge VI, padre de Isabel de Inglaterra.
Amadeo de Bélgica
El sobrino del rey de Bélgica, ocupaba el sexto puesto en la línea de sucesión. Pero desde su boda con la periodista y noble italiana Elisabetta Maria Rosboch von Wolkenstein en 2015 ya no es así. Amadeo ha perdido sus derechos de sucesión porque no siguió un protocolo que suponía pedir permiso al rey para la boda y solicitar la publicación de un decreto. El noble se saltó el trámite, pero ¿por qué? No había oposición de la familia real a la boda. Sin embargo, él y su mujer quería vivir y trabajar en Nueva York y esa fue una forma “elegante” de librarse de sus derechos y obligaciones sin tener que renunciar explícitamente a ellos.
La princesa Sayako de Japón
Los japoneses estaban ansiosos porque la princesa “Nori”, como la llamaban cariñosamente, se casara. Sin embargo, la boda de la tercera hija del emperador Akihito tuvo lugar lejos de la pompa imperial. La razón es que la princesa había renunciado a sus prerrogativas reales para poderse casar con Yoshiki Kuroda, un técnico de urbanismo en Tokio. Por ley, las nobles japonesas tienen que renunciar a su título si se casan con un plebeyo –cosa que no tienen que hacer los miembros masculinos– y eso es lo que hizo Sayako. En 2005, abandonó la casa real y todos los privilegios que suponía su título.
La princesa Ayako de Japón
En 2018, la princesa Ayako, hija del difunto primo del emperador de Japón se vio en el mismo trance que la Sayako y tomó la misma decisión: renunciar a su linaje para poderse casar con el empresario Kei Moriya. Eso sí, la jugada le salió bastante mejor, pues cobró una indemnización de un millón de dólares.
Friso de Holanda
La historia del segundo hijo de Beatriz de Holanda no puede ser más triste. El príncipe había estudiado en Estados Unidos y con 30 años era el vicepresidente de una empresa en Londres. En 2003, anunció su compromiso con la activista Mabel Wisse Smit, que trabajaba para ONGs. La prensa la vinculó con un capo de la mafia holandesa. Ella lo desmintió, pero la opinión pública ya le había puesto una cruz. En Holanda, los miembros de la familia real necesitan la aprobación del Parlamento y muchos de sus miembros tenían intención de oponerse. Pero Friso no les dio tiempo: se casó sin permiso, perdió sus privilegios y se fue a vivir a Londres con su amada. En 2013 falleció tras ser sepultado por la nieve mientras esquiaba.