Un grupo de sanitarias agradecen el aplauso que la sociedad les brinda a las 20.00h. / Gtres

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Confidencias: anticuerpos de souvenir

Esta semana nuestra directora, Pilar Vidal, nos habla del coronavirus y homenajea a los sanitarios que están cada día en primera línea.

Llevo años sin cogerme vacaciones porque no sé desconectar. Y al final acepté la invitación de una amiga para viajar a Punta Cana y pasar una semana que prometía ser de ensueño. Me marché de Madrid constipada y al llegar allí empecé a empeorar, hasta el punto de que me ahogaba solo con ir de la habitación del resort al desayuno.

Las frutas paradisíacas no me sabían a nada, tampoco la comida. Mi tos cada vez era más molesta y los atentos camareros ya no sabían que mejunje hacerme con ron, miel y azúcar para calmarla. La cosa iba a peor y se me hinchaban los pies, hasta que al tercer día, allí sentada en el sofá de la suite, tuve un broncoespasmo y pensé que me moría.

Aún recuerdo mis lágrimas cuando escuchaba a mi héroe llamar al hospital más cercano para averiguar cómo trasladarme. Él es cirujano y no suele ser muy expresivo, pero en esta ocasión su rostro lo decía todo. La cosa pintaba mal y estábamos a miles de kilómetros de casa. Yo me quedé en ‘shock’ porque tengo miedo a la muerte y además, me gustaría que esta me sorprendiera durmiendo y no enterarme de nada. Al final, con ayuda de nuestros amigos de viaje y un puñado de dólares, conseguimos aerosoles y medicamentos para darme oxígeno.

Los días posteriores fueron una pesadilla, apenas mejoraba, pero me mantenía. Al llegar a Madrid acudí a urgencias del hospital directamente desde el aeropuerto. Allí me diagnosticaron una infección vírica y me pusieron tratamiento y un chute de medicamentos varios en vena y mascarilla que me hicieron ver la luz.

Nunca imaginé que aquello podría ser COVID-19. Pero cuando conocí los síntomas estaba convencida de que lo había pasado. Decidí hacerme el test de serología hace una semana y efectivamente me dio positivo, con un alto nivel de anticuerpos al virus. Soy inmune.

Y lo más curioso de esta extraña pandemia es que David, mi pareja, mi salvador, no lo es. A pesar de que lleva semanas curando a enfermos de COVID-19 e incluso ha operado algunos. Él me salvó la vida y este es mi aplauso para él y para todos sus compañeros, que cada día ayudan a mitigar esta pandemia. Y también a mis amigos, que lo pasaron y que se llevaron de recuerdo del viaje un buen puñado de anticuerpos para poder mitigar una segunda oleada, aunque esperemos que esta no llegué. Os quiero.

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