Ya lo advirtió hace un par de días Antonio David Flores en plató: su hija no iba a perdonar nunca a José Antonio Avilés las palabras que le había dedicado a Albert Barranco, y mucho menos las insinuaciones que había realizado, posteriormente, sobre su madre, Rocío Carrasco, y el provecho que pudiera estar sacando ella en la isla de esa relación inexistente. Nadie la conoce mejor que él, y no se equivocaba.

El colaborador de 'Viva la vida' le ha implorado perdón, pero ella se ha mantenido inamovible en su postura: la relación entre ellos, que había sido bastante buena con el devenir de las semanas en la isla, está rota. Si bien es cierto que le ha tranquilizado descartando la posibilidad de demandarle, no quiere saber nada más de él más allá del trato cordial que exige la convivencia para que no se haga cuesta arriba.

"No me duele por mí, porque soy una persona transparente y me conoces porque llevas dos meses conmigo. Lo sabes de sobra. Me duele por mi padre y por mi familia, lo pasan mal. Estoy acostumbrada a que se diga de mí de todo. Llevo años escuchando de todo. Que vengas a mí... no me das miedo", le decía Rocío antes de que él le contestara que no quería hacerle daño y pedía perdón.

" Si querías hacerme daño, prefiero que lo reconozcas. Dime que eres así y que quieres quedar encima de todo el mundo. Te duele que haya creído a Barranco. Sé que vas a llegar a tu programa y lo vas a sacar en tu programa, es tu trabajo, soy realista", era la respuesta que encontraba, además de que esta le dejaba claro que sabía que iba a aprovechar el púlpito que tiene en 'Viva la vida' para ir contra ella, pero que le daba igual.

Avilés volvía a la carga en un intento desesperado por enmendar sus errores: "Te pido disculpas por haberte dicho ciertas cosas. Te lo digo con el corazón en la mano, vuelvo a España y no me siento en un plató a hablar mal de ti. El jueves te volveré a pedir perdón". Ella, seguía en sus trece: "Sabes que ese tipo de daño es irreparable por mi familia". Y añadía que, cuando alguien le hace daño, lo aparta de su vida de manera inmedita. Así que, a José Antonio tan solo le quedaba pronunciar un "me queda claro" de absoluta resignación.