Isabel Pantoja no puede ocultar que está haciendo frente a la que, según ella, es la peor etapa de su vida. No hay comparación con nada. La traición de su hijo Kiko Rivera le ha dejado hundida y casi sin fuerzas. Destrozada, sigue sin creerse lo que está ocurriendo y pasa sus días esperando que el viento sople en otra dirección. Está perdida y sin rumbo en una realidad que parece más bien una pesadilla interminable. Tal vez por eso, Pantoja no quiere más problemas.
Aunque no ve la televisión y apenas consume información a través de su teléfono móvil, es consciente de que lejos de Medina Sidonia ha estallado la tormenta perfecta. Sabe que sus asuntos personales nutren gran parte de la programación televisiva y que todo lo ocurrido en ese pasado aparentemente truculento está ahora más de actualidad que nunca. Es tal la presión que Pantoja ha decidido que, por el momento, no va a iniciar ninguna guerra judicial más.
Ha dado orden a su abogada Cinthya Ruiz, su representante en cuestiones de derecho al honor e intimidad, de frenar cualquier acción que se hubiera iniciado contra colaboradores o programas de televisión. Esta decisión no impide, en cualquier caso, que los procedimientos se reanuden cuando baje la marea. Isabel quiere que se resarza el daño causado, pero cuando tenga fuerzas suficientes para declarar ante los jueces y demostrar que los últimos acontecimientos y declaraciones han destrozado su imagen pública.
Pantoja tampoco tiene demasiadas ganas de enzarzarse judicialmente con los hijos de su marido. A la espera de nuevos movimientos, Isabel está bien asesorada y es su hermano Agustín el que ejerce de intermediario entre la cantante y sus abogados. Ha dado orden, además, de que ninguno de los temas pendientes sean asunto de conversación o discusión en Cantora. No quiere que haya más tensiones en un ambiente ya cargado de por sí.
Aunque el dolor es flagrante y la humillación ha sido pública, Isabel desea reconciliarse con su hijo, pero no sabe cómo ni cuándo sucederá. Pantoja tiene el convencimiento de que su hijo está siendo totalmente manipulado por un nuevo entorno que, a su juicio, es excesivamente hostil. No es cierto que culpe a Irene Rosales del distanciamiento, pero sí cree que debería medir mucho más sus palabras en televisión. Irene sabe cómo es Isabel y lo poco que le gusta que hablen de ella. Incluso los suyos. Hasta Anabel, su sobrina, ha recibido más de un tirón de orejas.
La salud de doña Ana , la madre de Isabel, está cada vez más deteriorada. Su lucha contra la enfermedad del olvido obliga a Isabel y a Agustín a estar permanentemente en estado de alerta. Según ha podido saber 'Hoy Corazón', en los últimos días la octogenaria ha sufrido un empeoramiento como si fuera consciente de ese tsunami mediático que ha arrasado Cantora. En tiempo de descuento, Isabel intenta que su madre tenga la mejor calidad de vida y que la música le ayude a sentirse un poco mejor. Es la mejor terapia.
20 de enero-18 de febrero
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