Lo que hasta ahora eran comentarios a pie de página o quejas en algún tuit solitario se han convertido en la mayor tormenta de quejas y reclamaciones que han enfrentado los realities españoles . Todo el mundo habla de las sospechosas votaciones telefónicas que deciden quién continúa y quién se va, quién gana y quién pierde, en Secret Story, el show de telerrealidad para famosos con el que Mediaset ha intentado reeditar Gran Hermano . La polémica tiene mucho que ver con Cristina Porta, periodista deportiva y ex novia de un jugador de fútbol que, semana tras semana, ha ido ganando los televotos que ponían en riesgo su participación. No sería extraño si contara con el favor del público, algo que se pone en duda porque también ha ganado todas las votaciones de castigo que se han convocado a través de la app, de manera gratuita. ¿Cómo se entiende que sea la más detestada cuando el voto es gratis y la más amada cuando es de pago?
Más argumentos para la sospecha: a pesar del intenso uso de redes sociales durante el reality, Cristina Porta cuenta con solo 63.000 seguidores en Instagram, muchos menos que dos rivales que fueron expulsadas en las mismas votaciones de pago que se ponen en cuestión: Sandra Pica, con 326.000 seguidores, y Adara, con 841.000 seguidores. ¿Cómo es posible que concursantes que al menos sextuplican sus followers hayan sido barridas por la periodista y presentadora en los márgenes horarios de la programación? La duda se cierne sobre las votaciones, y no es la primera vez que así sucede. Ya se puso en cuestión el triunfo de Olga Moreno, en ese momento en el centro de la polémica por el documental de Rocío Carrasco contra Antonio David Flores, en la última edición de Supervivientes, por ejemplo.
En el punto de mira de todos está el sistema de votación, una mecánica que se puede cooptar fácilmente para que favorezca a un determinado concursante. Basta con invertir una cantidad suficiente de euros en mensajes de texto para asegurarse una buena posición. A veces, son las mismas redes de fans enfervorizadas las que se organizan para realizar constantes recargas de dinero en determinadas líneas de votación, como parecer ser el caso de Luca Onestini, apoyado por las admiradoras de su hermano, el ganador y finalista de varios realities Gianmarco. En otras ocasiones es la familia y los amigos los que se organizan para asegurarse la victoria. De hecho, ganar Secret Story o cualquier otro reality de Mediaset podría haberse convertido en una especie de puerta de atrás para encontrar trabajo en los distintos programas de la cadena, siempre en busca de colaboradores que puedan generan contenido gracias a su vida privada o la de los demás.
Aunque las últimas ediciones de los realities de Telecinco se han encontrado con insistentes acusaciones de tongo, la cadena no ha realizado ningún movimiento en pro de la transparencia de las votaciones. Tampoco se asegura en las bases de los programas que un notario las certifique. Por lo que a los seguidores de los programas de telerrealidad respecta, la misma cadena podría pagar para mantener a determinados concursantes en el programa, si sus tramas le interesaran para mantener los niveles de audiencia. Podría ser el caso de la polémica Cristina Porta, ex trabajadora de Mediaset, alumna de la escuela de presentadores de Jorge Javier Vázquez, gracias a su romance en directo con Luca Onestini. Los comentarios sobre un supuesto trato de favor de la dirección del programa son un clamor en las redes sociales. Los aficionados a este controvertido género televisivo están empezando a perder no solo la confianza en el formato, sino también la paciencia. Gran parte de la seducción de la telerrealidad tiene que ver con que el espectador, como un dios con smartphone, decide previo pago sobre los destinos de todos los concursantes. ¿Tiene sentido seguir pidiéndole dinero si las votaciones no están garantizadas?
20 de enero-18 de febrero
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