La historia de la modelo estadounidense Dorian Leigh rompe la mayoría de las convenciones a las que estaba sujeta una joven modelo de su época. Fue la primera «top model» de la historia de la moda . Llamó enseguida la atención de Diana Vreeland, directora de Harper's Bazar, por sus angulosas cejas y trayectoria era igual de distinta y llamativa. Cuando aterrizó en la primera portada de su carrera, en la revista de Vreeland, en 1944, Dorian Leigh ya se había casado, había sido madre adolescente y se había divorciado {todo a los 20 años) y había trabajado diseñando piezas para aviones. Tenía un grado en ingeniería mecánica. Su agente le aconsejó que mintiera sobre su edad y aseguró que tenía 19 años, cuando en realidad había cumplido los 27. Empezó ganando 25 dólares a la semana. Le pidieron que no sonriera a la cámara.
Pronto ganó un dólar por hora y acabaría ganando 300.000 dólares al año. Ella y su hermana menor, Suzy Parker, se convirtieron en las caras favoritas del fotógrafo Richard Avedon. Con el tiempo Dorian creó su propia agencia de modelos. Llevó una vida independiente y fue ella la que siempre pagó las facturas y no al contrario, como se suponía que ocurría con las mujeres atractivas.
Dorian Elizabeth Leigh Parker nació en San Antonio, Texas, el 23 de abril de 1917, la mayor de las cuatro hermanas Parker. Sus rasgos elegantes enseguida llamaron la atención en una década en la que se llevaban las cejas muy depiladas y los labios muy marcados. Se casó, por primera vez, cuando iba a la Universidad y tuvo dos hijos antes de divorciarse en 1937. Sus padres la acogieron con los niños en su casa de Queens, en Nueva York, y su padre, químico, siempre la animó para que siguiera su formación.
Estudió cálculo en la Universidad de Nueva York y realizó un programa de formación para ingenieros. Trabajó primero como delineante para la Marina, durante la guerra, y, luego, para el sector aeronáutico de General Motors, pero renunció a su puesto, según explicó, porque las sugerencias de diseño que hacía eran sistemáticamente rechazadas. Dorian era una mujer de criterio y fuerte personalidad e inteligencia.
Entonces, consiguió un trabajo como redactora publicitaria. Necesitaba dinero extra y acudió a la agencia de modelos dirigida por Harry Conover, quien vió que su rostro se adaptaba perfectamente a lo que pedía la época. Fue Conover quien cerró inmediatamente una cita con Diana Vreeland, editora de moda de Harper's Bazaar, y le pidió a Dorian que le dijera que tenía solo 19 años. Lo primero que le dijo Vreeland al verla es que no tocara sus angulosas cejas y organizó una sesión de fotos, al día siguiente, para posar con sombrero ante la cámara de la fotógrafa Louise Dahl-Wolfe. Esa fue su primera portada, en el número de junio de Harper's Bazaar, de 1944. Ese mismo día abandonó el apellido Parker.
A partir de entonces, Dorian se convirtió en la modelo favorita de Richard Avedon, Irving Penn, Helmut Newton o Milton Greene. Y en una profesional con nombre propio, algo inusual hasta aquel momento. No era una mujer muy alta, pero destilaba una elegancia natural, moderna, y, sobre todo, una cautivadora sexualidad. Era «sexy» sin decir una palabra. Fue la cara icónica, con sus magnéticos ojos azules, de Harper's Bazaar y Vogue. Estuvo en la cresta de la ola durante dos décadas. Pero la verdadera carrera de Leigh como imagen de una época comenzó el año siguiente a su primera portada.
Revlon había tenido la idea de agregar lápices labiales a juego con sus esmaltes de uñas, en 1940, y el aumento del poder adquisitivo de las mujeres en tiempos de guerra por su incorporación a fábricas y oficinas convirtió la idea en un gran éxito y lo que le permitió montar campañas de publicidad a todo color. Para la campaña del color Poison Apple, de 1945, descrito como «el color más tentador desde que Eva le guiñó un ojo a Adam», Revlon contrató a Dorian Leigh y la convirtió en el rostro «que hizo que perdiéramos el paraíso».
Se convirtió rápidamente en el rostro Revlon, protagonizando regularmente sus promociones, incluida la campaña de 1952 para el color «Fire and Ice», una publicidad que devino en una leyenda. Leigh había presentado a su hermana Suzy a la agencia Eileen and Jerry Ford y sucedió a Leigh como diosa de Revlon.
Leigh siempre fue sincera sobre su desprejuiciado estilo de vida. La respetabilidad no era uno de sus valores y no le importaba quién lo supiera. El escritor Truman Capote, su vecino en Manhattan, la llamaba Miss Happy-go-lucky («La chica feliz y con suerte») y se cuenta que fue la súper modelo la que le inspiró el personaje de Holly Golightly, la protagonista de «Desayuno con diamantes».
Pero, a diferencia de otras muchas modelos, Leigh siempre rechazó las ofertas matrimoniales de millonarios y eligió hombres jóvenes, guapos y sin dinero, dispuestos a viajar con ella y a esperar a que terminara el trabajo. Y, si tenía que pagar las facturas para que esas relaciones fueran posibles ... pues, adelante, era solo dinero, y resultó que ella tenía mucho. Pero su vida personal no fue nada fácil.
Se casó y se divorció al menos cuatro veces: de Marshall Hawkins, de Roger Mehle, de Serge Bordat y de Iddo Ben-Gurion. Con el piloto español Alfonso Cabeza de Vaca y Leighton, marqués de Portago, mantuvo una breve e intensa relación, pero Portago murió en un accidente en la carrera Mille Miglia de 1957, en Italia, antes de obtener el divorcio de su esposa y legalizar la unión que habían firmado en México.
Tuvo cinco hijos (TL, Marsha, Young, Kim y Miranda) de cuatro padres diferentes. TL y Marsha eran hijos de Marshall Powell Hawkings, su primer marido, con el que se casó siendo una niña, Young era hijo de su segundo esposo, Roger, mientras Kim nació de su relación con Alfonso de Portago. Dorian, su hijo más pequeño, nació en 1959 durante su matrimonio con Serge Bordat, aunque no era su hijo.
Dorian siguió su carrera de modelo hasta los cuarenta años. Su fina figura y su apariencia juvenil se lo permitieron. Pero tras la muerte de Portago, abandonó la profesión de modelo. Además, nunca le gustó el control que tenían los fotógrafos sobre ella. Le entonces sugirió a Eileen Ford que establecieran una agencia con sede en París. Fue difícil porque la ley francesa no aceptaba que un agente tuviera honorarios como parte del trabajo de cada chica, pero, finalmente, tuvo éxito. Siempre fue escrupulosa a la hora de asegurarse de que se pagaba bien a sus modelos, para evitar lo que le había pasado a ella misma en múltiples ocasiones. La agencia cerró en 1964 tras la implicación de su marido de entonces, Ben-Gurion– en actividades presuntamente ilegales.
Otra de las pasiones de Leigh era la cocina y abrió un restaurante, Chez Dorian, a una hora en coche de París. Cuando regresó a Estados Unidos, montó un negocio de catering, y escribió varios libros sobre panqueques, buñuelos y rosquillas. Publicó su autobiografía, «La niña que lo tenía todo», en 1980. Murió a los 91 años el 7 de julio de 2008. Tres de sus cinco hijos, de padres variados, la sobreviven. El hijo que tuvo con Portago se suicidó a los 21 años, en 1977, al saltar por la ventana de su apartamento de Nueva York.