La foto es potente, tanto como aquella en la que aparecía, cual Dolorosa, derramando lágrimas por los fallecidos del coronavirus. A Isabel Díaz Ayuso no le hacen falta palabras porque domina el territorio de las imágenes, un lenguaje que compromete lo mínimo y expresa lo máximo. No es ninguna casualidad que, solo unos días después del desvelamiento de la portada del nuevo disco de Rosalía, Motomami, ella misma apareciera en el circuito madrileño del Jarama vestida de motera, con el mono rojo de sexy triunfadora y casco en mano. La conexión es inevitable.
Isabel Díaz Ayuso se sube a la moto de Rosalía y se inviste con su empoderamiento, su capacidad disruptiva y su conexión con lo popular. Estas mamis ya no piden permiso ni necesitan un driver: saben perfectamente dónde van y cómo llegar. «Voy a mil», cantaba una presciente Vicky Larraz en la mejor canción de Olé Olé de los 80, la era de las supermujeres. «Sé quién soy a dónde voy, nunca se me olvida. Yo manejo, Dios me guía», dice Rosalía en Saoko. Este es el empoderamiento que manda en el siglo XXI: pura velocidad.
Existe un provocación en esta reivindicación de la velocidad que une a Isabel Díaz Ayuso y a Rosalía: ser el primero, llegar antes que nadie, siempre ha sido un empeño masculino. A las mujeres siempre ha correspondido más la huida que la línea de meta, y hasta en el cortejo romántico se supone que debemos escapar antes de sucumbir. Efectivamente, se ha producido una inversión en el esquema cazador y presa, un cambio de papeles que hemos visto en cientos de videoclips recientes: ellas derrochando sexy son las que seducen mientras ellos, se dejan. Es la propuesta para Eurovisión de Chanel y sus bailarines, que no es más o menos empoderadora porque enseñe más o menos muslo, sino por todo lo demás. En realidad, da igual quién persigue a quién: aunque sea ella la cazadora, seguimos dándole vueltas a la misma narrativa, con los mismos personajes e idénticos movimientos. Este que llaman nuevo empoderamiento se siente como la persecución erótico-festiva de toda la vida.
A la defensa del supuesto empoderamiento de Chanel se le escapa lo principal: ni Rosalía ni Isabel Díaz Ayuso cogen la moto para cazar a ningún papi. En Saoko, el clip motero de Motomami, la cantante catalana despliega un ejército de acróbatas moteras cuyo poderío es un destino en sí mismo. No están haciendo show para nadie más que para ellas mismas: esta demostración de poder, control, velocidad y sexy no tiene coartada masculina. Tampoco Isabel Díaz Ayuso muestra jamás ninguna apoyatura masculina: ella tampoco tiene miedo a representar un tipo de poder que se afirma únicamente en la feminidad.
Lo que el empoderamiento veloz de estas mujeres influyentes desvela es que ya no necesitan vincularse a figuras masculinas para afirmarse ni disipar ninguna sensación de peligro. Son mujeres, Rosalía e Isabel Díaz Ayuso, que han conquistado la individualidad, el derecho a ser un individuo, entero, completo, por ellas mismas. Y a que nadie las censure ni las tema por ello. No solo juegan con las mismas reglas que ellos, sino que persiguen lo mismo: ganar. En Saoko, Rosalía lo advierte: «Cuando el caballo entra a Troya. Tú te confías, y ardió».