Adrien Brody y Georgina Chapman, en la alfombra roja de los Oscar. / gtres

Una nueva vida

El infierno de Georgina Chapman en los Oscar: el triunfo con Adrien Brody que oculta su tortuoso pasado con Harvey Weinstein

El ganador del Oscar por The Brutalist ha querido agradecer su premio a su actual pareja, Georgina Chapman, ex pareja del polémico Harvey Weinstein.

La nueva edición de los Oscar ha querido reconocer el trabajo del actor Adrien Brody por su papel en la impresionante The Brutalist. El actor, que ya ganó una estatuilla en 2002 por El pianista, se volvía a subir al escenario del Dolby Theatre de Los Ángeles para agradecer, como es protocolario cada vez que se sube a recoger un Oscar, el galardón a su compañeros de nominación, al equipo de la película y a su familia. Pero también ha tenido una palabras para recordar a la mujer que lleva a su lado desde 2020: Georgina Chapman.

Antes de ponerse ante el micrófono, el protagonista de The Brutalist ya ha tenido un momento simpático cuando le ha arrojado el chicle que tenía en la boca a su compañera mientras subía ha pronunciar su discurso. Se ve que, con los nervios del momento, no había reparado en la mala imagen que podía dar mascando e intentando no emocionarse sobre el escenario.

Ya una vez ante el micrófono, Brody pronunció un emotivo discurso en el que hizo especial hincapié en el respeto y la familia como «fortalezas» para seguir su camino. Como no podía ser de otra forma, se ha dirigido a su pareja, Georgina Chapman, «que no solo ha dado un impulso a mi propia valía sino a mis valores». Y a sus hijos: «Ya sé que ha sido una montaña rusa pero gracias por aceptarme en vuestras vidas.  Papá vuelve a casa como un ganador».

El largo y tortuoso camino de Georgina Chapman

Georgina Chapman fue pareja del polémico productor todopoderoso de Harvey Weinstein durante casi una década. Después de que estallaran las acusaciones de acoso y violación contra su marido (nos remontamos al año 2020) solo tardó cinco días en pedir el divorcio. Pero rehacerse le costó algo más de dos años. Mientras Weinstein esperaba a cumplir la primera parte de la condena que le mantendría 23 años entre rejas, la diseñadora lograba reconstruir su futuro y salvar de la ruina su firma de moda.

Como cada día durante las 12 jornadas que duró el juicio, Harvey Weinstein llegaba el 24 de febrero de 2020 a la Corte Suprema de Nueva York arrastrando un andador, con aspecto frágil, rozando el patetismo. El juez James Burke le comunicaba entonces el veredicto: 20 años de cárcel por un acto sexual criminal en primer grado y tres años más por violación en tercer grado. A sus 67 años, era, prácticamente, una sentencia a cadena perpetua.

Georgina Chapman y Weinstein, en su etapa como pareja. / gtres

Antes de pronunciar el veredicto, el magistrado daba la palabra al acusado. En contra del consejo de sus abogados, el que había sido todopoderoso productor de cine pronunció un alegato final de más de 20 minutos. «Me pasaré el resto de mi vida tratando de ser una persona mejor», dijo.

Según el diario New York Post, el productor intentó que sus ex mujeres, Eve Chilton y Georgina Chapman, escribieran cartas laudatorias sobre él para el juez. Ambas se negaron. « Decir que Harvey le da asco es quedarse corto», explicaba una fuente cercana a Chapman a la revista People. A las infidelidades en serie y el consiguiente escarnio público, se sumaban detalles humillantes.

La investigación de las periodistas del New York Times Megan Twohey y Jodi Kantor desveló, por ejemplo, que las asistentes de Weinstein tenían un protocolo especial para manejar a Chapman. Un manual, al que ellas se referían como «la Biblia», para cuando la mujer del jefe llamaba preguntando por él.

Apenas cinco días después de que el New York Times publicara las primeras informaciones sobre el caso, Chapman anunciaba su separación de manera unilateral con un escueto comunicado. « Cuidar de mis hijos pequeños es mi prioridad y pido privacidad a los medios en este momento». Los trámites fueron rápidos y en enero de 2018 el matrimonio alcanzó un acuerdo de divorcio, que según la prensa se saldó con 20 millones de dólares y la custodia de sus dos hijos en común para Chapman.

La vida de Georgina Chapman, de su Londres natal a LA

Georgina Chapman nunca aspiró a ser el centro de atención. Nació en Richmond, un suburbio rico de Londres y en el seno de una familia acomodada: su padre, un avispado emprededor, había fundado una compañía de café; su madre trabajaba como periodista en la revista Reader's Digest.

Con una dislexia severa, que no le diagnosticaron hasta los ocho años y que convertía cualquier lectura en una pequeño suplicio, y un defecto en la cadera que le provocaba constantes caídas, le costó encajar en el colegio. Le gustaba dibujar, le llamaba la atención la moda y con 11 años ya confeccionaba sus vestidos a partir de piezas de segunda mano. Aunque hizo sus pinitos como actriz y modelo, también trabajó como camarera o dependienta.

Brody abraza a su pareja, Georgina Chapman, antes de subir a recoger su Oscar. / gtres

En 2003, conoció a Weinstein en una fiesta. Él estaba casado con su primera mujer, Eve Chilton, y ella vivía en Londres. Se mudó a Nueva York y fundó Marchesa junto a su amiga Karen Craig, a la que conoció en el Chelsea College of Art and Design. Admiradora de Galliano y McQueen, sus diseños no tenían nada de experimentales ni vanguardistas. Eran románticos vestidos de princesa, tan hiper-femeninos como, en muchos casos, trasnochados.

Además del trampolín de lanzamiento proporcionado por Weistein, su inmensa fortuna y su extensa red de contactos, las diseñadoras encontraron mentoras en Tamara Mellon, fundadora de Jimmy Choo, la editora de moda Isabella Blow y estilistas como Rachel Zoe. Marchesa se convirtió en una marca ominipresente en las alfombras rojas. Hasta octubre de 2017.

Nada más estallar el escándalo, Chapman dejó Nueva York y se instaló junto a sus dos hijos en la casa de su amigo el actor David Oyelowo en Los Ángeles. Durante los seis meses posteriores apenas salió de allí y canceló su desfile en la Semana de la Moda de Nueva York en febrero de 2018. Cuando rompió su silencio, lo hizo como dicta cualquier manual de gestión de crisis: concediendo una entrevista y posando para una prestigiosa cabecera.

La todopoderosa Anna Wintour decidió que esa revista fuera Vogue y escribía en el editorial: «No se debe responsabilizar a una persona de las acciones de su pareja. Georgina debería recibir nuestra compasión y comprensión». Chapman aprovechó la oportunidad y habló de todo. De su primera reacción tras conocer las acusaciones contra Weinstein: « Perdí cinco kilos en cinco días. La cabeza me daba vueltas. Los primeros artículos hacían referencia a historias que ocurrieron antes de que yo le conociera, pero luego me di cuenta de que no era un incidente aislado. Y supe que tenía que irme, sacar a los niños de allí».

El tortuoso camino de Georgina Chapman

Medio año después de que su idílica existencia saltara por los aires, describía así su estado de ánimo: «Tengo momentos de ira, momentos de confusión, momentos de incredulidad. Y tengo momentos en los que solo lloro por mis hijos. ¿Cómo serán sus vidas? ¿Qué les va a decir la gente? Quieren a su padre. Me resulta muy difícil de soportar por ellos».

Dos años después de aquella entrevista y la diseñadora empezó a poner los cimientos de su nueva vida. Ella y el actor Adrien Brody empezaron a salir en abril de 2019. En realidad ya se conocían, pero se reencontraron en Puerto Rico, durante la presentación de una línea de baño diseñada por Helena Christensen. En aquel momento la relación se llevó de forma muy discreta: ninguno de los dos habló de esa relación ni hubo fotos juntos. Solo se sabía lo que fuentes cercanas a la pareja contaban: que «comparten muchos intereses», que ella le encuentra a él «interesante e inusual» y que su relación «distrae su atención del dolor que le ha causado su divorcio».

Cinco años después, no solo no esconden ese amor sino que hacen alarde de él. Brody lo ha hecho con sus palabras en los Oscar y ya lo hizo también cuando subió a recoger su Globo de Oro: « A mi hermosa e increíble compañera, Georgina. Tu generosidad de espíritu, tu propia resiliencia, tu inmensa creatividad son un recordatorio diario de cómo ser. No estaría aquí ante ti si no fuera por ti. Hubo un tiempo, no hace mucho, en que sentí que este momento quizás nunca se me volvería a presentar, así que gracias.»