En la imagen, Beatriz Arrastia, la madre de Isabel Preysler que confió su hija Ia su hermana Teresa Arrastia. /
Cuando Isabel Preysler llegó a España en 1969 obligada por sus padres dos personas la esperaban con los brazos abiertos y un cuarto con baño privado esperándola: su tía Teresa Arrastia y su pareja en aquel momento, el diplomático Miguel Pérez Rubio.
La historia de Teresa Arrastia es tan misteriosa como todo lo que rodea a los Preysler en aquella época. Lo que sí se sabe es que tenía mucho más en común con su díscola sobrina de lo que parecía a primera vista, especialmente en cuanto a su vida amorosa.
Mientras la biografía oficial de la época hacía figurar a la tía de Isabel Presyler , Teresa, como la mujer de Miguel Pérez Rubio la realidad extraoficial es que la pareja que se codeaba con los más influyentes en la pacata sociedad franquista no estaba, ni de lejos, casada.
De hecho, se podría considerar a Teresa Arrastia como la pionera en los Preysler en la costumbre de poner tierra de por medio ante los caprichos del corazón. Tanto Teresa Arrastia como Miguel Pérez Rubio abandonaron en Filipinas a sus respectivas parejas oficiales e incluso a sus hijos para vivir como pareja en Madrid. Para más inri, Miguel era el marido de la mejor amiga de Teresa.
Si los círculos de la muy católica y apostólica sociedad franquista eran conscientes de esta circunstancia, hicieron la vista gorda con esmero. Seguramente el hecho de que la pareja manejara un patrimonio ingente fruto de los negocios con Estados Unidos y las excelentes conexiones del diplomático con las familias más influyentes de la cúpula franquista ayudaba a restringir las habladurías.
Una vez llegada a Madrid la pareja disfrutó de su vida juntos en una vivienda de 200 metros cuadrados situada en la avenida del Generalísimo ahora Paseo de la Castellana). La misma vivienda en la que se instaló también Isabel Preysler en 1969.
Además de los cócteles y las fiestas madrileñas la pareja hace buenas migas con los Sainz de Vicuña gracias, entre otras cosas, a que ambas familias son vecinas en la elitista población de San Juan de Luz, donde la pareja posee otra vivienda, esta vez de veraneo.
A pesar de ser una pareja de campanillas, Tessy y el diplomático acabaron rompiendo mucho tiempo después y él acabó retornando a su auténtica pasión: Filipinas. Eso sí, antes de abandonar por completo al clan Preysler le dio tiempo a firmar como testigo en la boda de Isabel Preysler con Carlos Falcó en Malpica de Tajo.
La historia de Miguel Pérez Rubio estaba marcada desde el principio por el amor a su profesión, la diplomacia y el protocolo, y su trágica relación con el país en el que nació, Filipinas. a la alrga, ninguna mujer pudocompetir con ambas pasiones. Su historia vital fue mucho más complicada que un chisme de alcoba.
A los 16 años vivió la ocupación japonesa de Filipinas que se produjo a finales de la Segunda Guerra Mundial. A pesar de que España se mantuvo neutral en el conflicto (y de que Franco incluso firmó un acuerdo de apoyo a Japón), las tropas japonesas ejecutaron a miles de españoles y filipinos en apenas un mes, incluidos los que se refugiaron en el consulado español.
Miguel Pérez Rubio, nacido en Manila, pero de un origen tan español que entre sus ancestros estaba el escritor Ramón Gómez de la Serna, luchó en la guerrilla contra el ejército nipón. Ser sobrino del ministro de asuntos exteriores le salvó la vida en el último momento cuando fue atrapado. Pero su familia no corrió tanta suerte: su padre, su madre, su tía y sus hermanos fueron asesinados por las tropas japonesas en su propia casa.
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El experto en protocolo siempre llevó el deseo de servir a Filipinas en su corazón. Ya separado de Tessy, y tras la caída de la dictadura de Ferdinand Marcos, cuando la nueva presidenta filipina, Cory Aquino, le pidió que volviera al país para convertirse en su jefe de protocolo, accedió. Estaba recién operado del corazón y tenía ya más de sesenta años, pero lo hizo.
De hecho, durante el golpe de estado que intentó tumbar el gobierno de Aquino él y su secretaria fueron los únicos que respondieron a la llamada de su presidenta y se acercaron hasta el palacio presidencial que estaba siendo tiroteado.
Miguel Pérez Rubio llegó a pie al palacio presidencial de Malacañang a las 2.30 de la madrugada tras haber esquivado las balas y sorteando los cadáveres. Al llegar el jefe de protocolo se limpió la sangre de los zapatos con papel antes de ponerse a trabajar.