Historia de la TV

María Teresa Campos, la dama de hierro de la televisión: lo que no se veía delante de las cámaras

Teresa Campos consiguió abrirse camino entre un mundo de hombres poderosos como Jesús Hermida y ponerse al teléfono con políticos de primera fila después de hacer su famoso corrillo.

María Teresa Campos en una fotografía de los años noventa. / Getty

Juanra López
Juanra López

María Teresa Campos tuvo que abrirse camino a codazos en un mundo heteropatriarcal en el que los periódicos de información general eran dirigidos por hombres y en los puestos de poder escaseaban las mujeres. La periodista malagueña era toda una dama de hierro del periodismo. Como Margaret Thatcher, de quien se encontraba en las antípodas ideológicamente, tuvo que ser inflexible para que los demás fueran flexibles. Firme para que su equipo cumpliera con los exigentes estándares de calidad que se aplicaba a sí misma.

Carmen Borrego , que fue subdirectora en Día a Día, programa que le valió el anacrónico y algo machista apelativo de «Reina de las mañanas», manifestaba en una ocasión que el momento que más temía era tener que comunicar a su madre que habían hecho un mal dato de audiencia. La propia Teresa le espetaba al público que no dejara de verla para no verse obligada a bajar el listón de sus contenidos, que ha sido siempre una práctica muy habitual en la pequeña pantalla cuando las cosas van mal dadas.

Entrevistar a María Teresa Campos era una experiencia religiosa y fotografiarla aún más. Daba órdenes a los reporteros sobre el ángulo desde el que deseaba ser retratada y escrutaba la cara del entrevistador por si hacía una pregunta desafortunada, según su criterio, no estaba lo suficientemente informado o simplemente pasaba por allí. También era agradecida, si le gustaba el resultado, su secretaria de toda la vida, Sonsoles, llamaba al equipo directivo de las redacciones a decir que había quedado muy contenta con el resultado.

Una mujer con un carácter indomable y una gran intuición

En las pausas publicitarias, María Teresa Campos, en sus tiempos de máximo esplendor, se movía por el plató como un alto mando del ejército dando órdenes a sus soldados y no buscaba ni congraciarse con nadie ni el aplauso fácil. A veces podía cortarse la tensión con un cuchillo, pero la suya era una forma de trabajar socialmente aceptada que no se corresponde con la supuesta horizontalidad que se preconiza desde ciertas empresas, siendo más unos postulados de libros de autoayuda que una simetría real. Teresa sabía cuál era su puesto y el de los demás. Tenía una visión de las cosas y peleaba con ella. Deja grandes amigos en la profesión y, sobre todo, admiradores de su sabiduría y su enorme intuición.

María Teresa Campos sonriente. / GTRES

María Teresa Campos era capaz de enfrentarse a Jesús Hermida en directo porque no le había dado el mes de vacaciones que le correspondía sin temer las consecuencias y fue feminista desde lo cotidiano, desde sus teatrillos como Paco Valladares a su 'Apueste por una', primero en la radio y después en la televisión, donde siempre defendía postulados progresistas e igualitarios. Defendía sus ideas con apasionamiento, pero siempre con argumentos y razonamientos, que se podían compartir o no.

Como ayer mismo recordaba Alessandro Lequio , era espontánea, no necesitaba el prompter (sin el que algunas de las estrellas televisivas actuales no encontrarían trabajo) y era capaz de estar hablando de 'edredoning' en su famoso corrillo y desplazarse al otro lado del plató, sentarse en la mesa de la tertulia política y entrevistar a Mariano Rajoy que llamaba por teléfono al programa para hablar de la crisis del chapapote. Pocas veces se ha encontrado y se encontrará una versatilidad tal en una periodista, que supo abrazar la mañana y su audiencia potencial como una franja mayor, y también el entretenimiento, un género vital para subsistir no solo en la parrilla, sino ante la vida, que conforme pasa el tiempo va siendo más exigente e ingrata.

Un deseo que no logró cumplir

Mal pot Vasile, que antes de marcharse de Mediaset no concedió a la periodista su último gran deseo: hacer una entrevista a un personaje de fuste para que fuera su despedida televisiva. Lo intentaron en La Fábrica de la Tele, con La Campos Móvil, un formato para el que ya no gozaba de las condiciones óptimas para sacarle el partido que hubiera dado en otros tiempos y que solo sirvió para que Isabel Díaz Ayuso se mostrara enternecida con una mujer que lo último que hubiera querido hacer sentir era compasión.

Sus hijas, Terelu Campos y Carmen Borrego , no quisieron comunicarle a su madre que había fallecido otro grande de la televisión, Hilario López Millán, quien allá donde vayan los grandes comunicadores seguro que le tiene preparada alguna copla y chascarrillos con los que echar la tarde con su otro gran amigo, Paco Valladares, que también se fue demasiado pronto. Sirvan estas líneas de homenaje y condolencias a su familia y todos los que la quisieron y la quieren.