Han sido 35 años de amor los de Pepa Flores y Massimo Stecchini, que ha fallecido de un infarto a la prematura edad de 62 años, 13 años menos que la mítica artista, que se dio a conocer como Marisol, pero que sufrió un auténtico calvario personal cuando intentó que el público la aceptara como la artista madura y brillante que era, ya no con una voz dulce y aterciopelada, sino curtida por la vida, grave, rugosa, como la de las grandes cantautoras francesas como Juliette Gréco o la sensual Marie Laforet de quien versionó 'Ven, ven'.
Tanto es el dolor de Pepa Flores y tanta importancia le ha dado a la privacidad durante todos estos años que la artista no acudió a darle su último adiós al tanatorio de Málaga, donde se velaron sus restos mortales. Sí lo hizo su hija Celia, también cantante, visiblemente afectada, pues estaba muy unido a la pareja de su madre, que siempre demostró que se manejaba muy bien en el segundo plano y nunca buscó protagonismo de ningún tipo.
Más allá de este dato sobre el tanatorio, que es público, la familia no ha desvelado dónde será el sepelio, pues seguramente deseen que se realice en la más estricta intimidad y sin cámaras, como ellos llevaron esas más de tres décadas de unión que han quedado truncadas por este inesperado infarto que ha devastado a todos los que le querían y a quien describían como un hombre encantador y siempre sonriente.
Cuando en 2020 concedieron el Goya de Honor a Marisol, porque se celebraba en Málaga, la Academia soñó con un hecho imposible, la reaparición de la gran estrella de la música y el cine español, a la que le ofrecieron grandes cheques, dicen que algunos en blanco, para que volviera al cine, e incluso se apuntó a directores de tanto renombre como Pedro Olea o Víctor Erice, pero ella se mantuvo firme a sus principios y salvo una canción que grabó a dúo con la cantautora malagueña Aurora Guirado, que no promocionó en ningún medio de comunicación, no hizo más concesiones a la galería, más allá de acudir de tapadillo a algún estreno de sus hijas.
Cuando Pepa Flores recibió el Goya de Honor fueron varios los reporteros que se acercaron al domicilio de la artista para intentar hablar con ella y fue el propio Massimo Stecchini quien los atendió con gran paciencia y amabilidad, pero a todos les dejaba claro que la artista no iba ni a acudir a la gala, en la que sus hijas lloraron muy emocionadas al recoger el galardón, ni iba a hacer declaraciones.
Marisol y Mario vivían en la zona de la Malagueta. Por supuesto, sus vecinos y los que vivían en los alrededores estaban acostumbrados a verlos, pero pudieron mantener siempre ese respeto y esa distancia que les permitía hacer una vida absolutamente normal, sin tener que estar haciéndose fotos ni firmando autógrafos, para respetar el deseo de la cantante de no ser ya una persona pública, aunque sí una artista con un legado que ha ido transmitiendo de generación en generación, como demuestran las audiencias televisivas cada vez que se emite una película suya.
Recordemos que Marisol se retiró por completo del foco mediático en 1985 y no pudo tener mejor compañero que Máximo, quien hubiera cumplido 64 años el próximo 20 de septiembre. Massimo era el filtro que impedía que le llegaran a su pareja propuestas que no quería recibir y también, de alguna manera, la protegía de los curiosos que querían tener acceso a ella. Era, sin pretenderlo, una especie de guardaespaldas oficioso, a quien todos contactaban, la mayoría de las ocasiones, con la mejor de las intenciones, para hacerle llegar regalos o ramos de flores a la inolvidable Marisol, que es cómo se quedó en la retina de tantos fans que se empeñaron en que no creciera en su imaginación.
Masimo fue el gerente de la pizzería Trastevere, en la avenida Cánovas del Castillo, uno de los establecimientos pioneros en este sentido, y fue la persona que devolvió a Pepa Flores la ilusión por todo después de su ruptura con el mítico bailarín Antonio Gades. La actriz y cantante regresaba entonces a Málaga, para centrarse en el cuidado de sus tres hijas, María, Celia y Tamara. El destino quiso que su historia de amor se hiciera realidad y que se conocieran cuando aún no era viable. Según desvela el diario Sur cuando ella volvió con 14 años a la capital andaluza en plenos éxitos, se hizo una foto con un niño en brazos que solo contaba dos. Era Massimo.
Los años quisieron que se reencontraran, se hicieran amigos y después pareja. Llevaban una vida sencilla, tranquila y apacible. Además de su piso en La Malagueta, tenían una finca en cerca de Moclinejo, en la que cuidaban de un huerto y de las gallinas, pues en los pequeños placeres de la vida es dónde habían encontrado también el secreto de su felicidad. Lejos del oropel y una fama cambiante que a veces es muy cruel. Descanse en paz.
20 de enero-18 de febrero
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