Carlota había nacido el 23 de enero de 1896 en el Castillo de Berg, hogar de la familia gran ducal. Era la segunda hija del Gran Duque Guillermo IV y de la Gran Duquesa María Ana de Braganza, hija del rey Miguel I de Portugal. Pocos meses después de ascender al trono, Carlota se casó, el 6 de noviembre de 1919, en Luxemburgo, con el príncipe Félix de Borbón Parma, hermano de la ex emperatriz Zita de Austria. La ceremonia tuvo lugar en la Catedral de Luxemburgo y Carlota llevaba un vestido bordado en plata y la espectacular tiara gran ducal. Fue su madre, la Gran Duquesa viuda María Ana, quien la llevó hasta el altar. Tuvieron seis hijos –Juan, Isabel, Maria Adelaida, María Gabriela, Carlos y Alix. Después de conocer la historia de la duquesa de Medinaceli y la del Duque de Westminster , detallamos la vida de la Gran Duquesa de Luxemburgo.
Los años de la I Guerra Mundial fueron tiempos oscuros para toda Europa, pero especialmente para Luxemburgo. En el momento del Armisticio, los aliados culparon a Luxemburgo, y especialmente a su soberana, la Gran Duquesa María Adelaida, de haber mostrado una actitud «indulgente» hacia Alemania. Aprovechando el momento, Bélgica relanzó sus reclamaciones territoriales sobre el Ducado, mientras crecían en la opinión pública los partidarios de la república. Para contrarrestar el delicado momento que vivía Luxemburgo, en un clima cercano a la revolución, la Gran Duquesa María Adelaida optó por abdicar en favor de su joven hermana Carlota y retirarse en un convento de Módena, en Italia.
Carlota es alta, estilizada, morena con ojos azules. Es elegante y de trato dulce. Esa mañana del 15 de enero de 1919, Carlota prestó juramento como soberana ante una delegación de la Cámara de Diputados que acudió especialmente para la ocasión al castillo de Berg. «Pondré el interés de Luxemburgo por encima de todo», dijo en el juramento. Cuatro días más tarde, la nueva Gran Duquesa de Luxemburgo publicó un edicto. «Todos mis esfuerzos irán dirigidos a cumplir escrupulosamente con mis deberes como Soberana de Luxemburgo. Nuestro pueblo siempre ha profesado, junto con el amor a sus tradiciones nacionales, el culto a la justicia y la libertad. Cumpliré mi noble misión con el mismo espíritu».
Carlota aseguraba que su conducta estaría dictada por la Constitución y que la reforma democrática del sistema político del Ducado que la Asamblea Constituyente se preparaba para llevar a cabo contaba con su total aprobación. «Compartiré vuestras alegrías y sufrimientos ...». Era la primera vez que un soberano de Luxemburgo hacía tales afirmaciones y, nueve meses más tarde, el 28 de septiembre, un referéndum reforzó ampliamente la posición de Carlota en el trono. Más del 70% de los luxemburgueses aprobaron que la dinastía Nassau-Weilburg siguiera al frente del Estado en lugar de instaurar una república. La reforma constitucional ponía en manos del pueblo el poder, y no en manos del soberano, como hasta entonces, e instaura el sufragio universal.
Pero aun estaba por llegar el momento más difícil de la Gran Duquesa. A pesar de su neutralidad durante la II Guerra Mundial, Luxemburgo fue invadido por Alemania el 9 de mayo de 1940. La familia Gran Ducal y el Gobierno se refugian en Francia, bajo la protección del ejércitó francés. Se alojan en el castillo de Montastruc, en al región del Périgord. Pero los alemanes avanzan sin respiro en territorio francés y Carlota y su familia deciden viajar a Portugal, atravesando España. De allí, se dirigieron a Estados Unidos, Gran Bretaña y Canadá. Carlota se reunió en varias ocasiones con el presidente de Estados Unidos, Franklin Roosevelt, para pedirle que entrara en guerra para defender a Europa.
Pero Alemania tiene un as en la manga. Le propone a Carlota restablecerla en el trono. Le promete dejarla hacer y deshacer a su antojo. Pero la Gran Duquesa le responde: «Mi corazón dice sí, pero mi razón dice no». Luxemburgo se defiende de los intentos de anexión alemanes y organiza unas activas fuerzas de resistencia. A partir de 1943, instalada en Gran Bretaña con el Gobierno, Carlota se convierte en una firme luchadora contra el nazismo. No deja de lanzar mensajes a los luxemburgueses y a la Resistencia a través de la BBC.
Carlota también sabe lo que es el horror nazi. Su hermana Antonia es deportada al campo de Dachau y luego al de Flossenburg y muere poco después de la Liberación por los malos tratos recibidos. El sentimiento patriótico y la unidad nacional crecen como la espuma. Se convierte en símbolo de la resistencia luxemburguesa frente a la ocupación nazi. Luxemburgo se convierte en el escenario de las últimas embestidas del ejército alemán, en la batalla de Las Ardenas. Carlota deviene en un auténtico símbolo. Comienza todos sus mensajes dirigiéndose al pueblo con la expresión «queridos luxemburgueses», que se convierte en un lema para el país. El 14 de abril de 1945, tras cinco años de exilio la familia gran ducal regresa a Luxemburgo. La gente recibe a Carlota con auténtico fervor.
El Príncipe Juan – hoy de 98 años de edad –, el mayor de los hijos de Carlota, es sobre el que recayó la responsabilidad de la corona Gran Ducal, como heredero. Ascendió al trono el 12 de noviembre de 1964, cuando su madre abdicó tras 45 años de reinado. La Gran Duquesa Carlota falleció el 9 de julio de 1985, a la edad de 89 años, en el castillo de Fischbach. Los luxemburgueses la siguen recordando como a una heroína.
20 de enero-18 de febrero
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