El 'annus horribilis' de Isabel II de Inglaterra fue 1992. La familia real parecía descomponerse con los escándalos de alcoba. Todo el país había escuchado a Carlos, el heredero, reconocer que su mayor deseo era reencarnarse en el tampax de Camilla Parker-Bowles, mientras el príncipe Andrés sobrellevaba manso las aventuras de Sarah Ferguson. "Y nosotros que creíamos haberles educado tan bien…", se escuchó a la reina. No solo se refería a sus dos hijos varones.
Ese mismo año, la en apariencia hierática y fría Ana, contraía matrimonio con su actual pareja, Timothy Laurence. Un rayo de luz en la tormenta de cara a la opinión pública, pero solo un episodio más en una intensa vida amorosa que había provocado en su madre un prolongado dolor de cabeza.
Relaciones imposibles, infidelidades aireadas, bodas por despecho, dudosas paternidades… El historial es tan extenso y agitado que, un miembro anónimo del personal de palacio, ha escrito con ello un guión, con información inédita, que intenta llevar al cine. 'Anne: The Frisky Princess' –'Ana: la Princesa Alegre'– aún no ha encontrado productor, pero lo más jugoso de su contenido ya ha sido publicado por 'Daily Mail'. En resumen, se aproxima bastante a la descripción que el biógrafo Brian Hoey hizo de la manera en la que la princesa ha afrontado sus romances: "Ha seguido sus instintos sin inhibiciones".
Así lo hizo desde la adolescencia, cuando descubrió en el oficial de caballería Gerald Ward, con el tiempo padrino del príncipe Harry, a su primer capricho de juventud. Demasiado mayor –13 años más– como para esperar un futuro juntos, pero lo bastante experimentado como para despertar con fuerza sus pasiones. El campeón olímpico de hípica Richard Meade fue su siguiente conquista.
No parecía mala elección dado sus estrechos lazos con la familia real. De hecho su hijo, James Meade, hoy es uno de los mejores amigos del príncipe Guillermo. Sin embargo, Ana disfrutaba de un tiempo de experimentación en el que no encajaban los noviazgos serios, como se pudo comprobar también con Brian Alexander. Margarita, la hermana de la reina, explicó de este modo lo que llevó a su sobrina a romper con él: "Un hombre cariñoso y encantador, pero demasiado blando".
Era una princesa de 19 años libre y atractiva. Parecía tener todas las cartas de la baraja en su mano, pero el juego cambió al conocer a Andrew Parker Bowles, "el mejor amante de Londres", según decían quienes conocieron a alguna de sus amantes, todas jóvenes de familias respetadas. A pesar de su reputación, era difícil resistirse a uno de los caballeros más atractivos del entorno de la corte, con una carrera deslumbrante en la Guardia Real y cuyo padre era íntimo de la reina Madre.
Como explica un amigo suyo en el guión publicado, "Andrew nunca rechazó un desafío. No hay nada tan afrodisiaco como lo inalcanzable. Las mujeres no dudaban en enamorarse de él y él parecía obligarlas a amarlo". Ese fue el efecto que tuvo sobre Ana. Sentía que había encontrado al hombre de su vida, sin embargo era una relación con demasiados obstáculos. Uno de ellos tenía nombre: Camilla Shand, la única mujer que había logrado de Andrew algo parecido a un compromiso.
Justo en esa época, Camilla coincidió en una fiesta con el príncipe de Gales. Le dio conversación, conectaron… Poco después se conviertieron en amantes. En el relato del 'Daily Mail' se especula con que esa aproximación fue fruto del despecho: si su prometido disfrutaba con la hija de la reina, ella lo haría con el heredero. Salvo que no contaba con enamorarse. Fueron amores cruzados que no podían continuar.
Para Carlos se tenía otros planes más exquisitos que una joven sin apellido ilustre y con una relación conocida. Y Parker Bowles era católico, lo que hacía imposible su boda con Ana, como se lo recordaron sus padres.Todos optaron por segundas opciones. Camilla y Andrew se casaron en 1973 sin olvidar lo que pudo haber sido y no fue. Ese mismo año, Ana también pasaba por el altar. "Estaba hecha pedazos –reveló un amigo de ella– pero no se quedó llorando. Buscó y encontró un clon de Andrew. Y se casó con él".
Mark Phillips también era oficial, aunque su regimiento no tenía tanto prestigio como el de Parker Bowles, de una familia conocida, pero menos aristocrática, apuesto, pero mucho menos seductor. La solución para su corazón roto funcionó bien durante unos años. En 1977 nació Peter, su primer hijo. La pareja parecía feliz, entre actos oficiales y competiciones hípicas. Tres años después, un escolta real reconocía en la prensa una relación clandestina con la princesa.
El sargento de policía Peter Cross respondía de esa forma a su despido fulminante de Scotland Yard tras ser denunciado por un oficial de la Guardia que había sido testigo de un beso apasionado con su protegida. Cross reveló que la aventura comenzó cuando, estando fuera de servicio, recibió una llamada de Ana invitándole a pasar un día en una de sus residencias campestres. Los encuentros se repitieron cada vez con más frecuencia, hasta que fueron descubiertos. Pocos meses después la princesa daba a luz a Zara (1981) y, según el relato guionizado del 'Daily Mail', Cross fue la primera persona a la que llamó: "Tengo a mi bebé. Es una niña. Ambas estamos bien".
La sospecha sobre la paternidad de Zara es alimentada por la reacción que en su momento tuvo la casa real, al calificar al policía despedido de "hombre vanidoso al que le gusta mantener relaciones extramatrimoniales". Sin embargo, no le desmintió.
El entorno de la princesa asegura que el matrimonio con Phillips acabó entonces, aunque la familia real no estaba preparada para un divorcio escandaloso. Oficialmente nunca existió la crisis y la pareja se sometió a la apariencia impuesta por los intereses de la corona durante ocho años más, hasta que al fin se anunció la separación.
El divorcio fue efectivo en 1992. El tiempo parecía haber logrado minimizar los daños, rebajando su protagonismo al tiempo que la opinión pública empezaba a descubrir la dramática realidad del matrimonio de Carlos y Lady Di. Pero el corazón de Ana seguía, como siempre, inquieto. Aún no estaba divorciada cuando comenzó su relación con Timothy Laurence, oficial de la Marina y caballerizo de la reina. Nadie sabe cómo algunas de las tórridas cartas que se intercambiaron acabaron en la portada de un tabloide. Ana decidió apagar el fuego reconociendo la veracidad de las cartas y anunció su boda exprés con Laurence.
Podría decirse que su divorcio y su segundo matrimonio sentaron el precedente en la familia real que allanó el camino a su hermano Carlos para recuperar el amor al que había renunciado 20 años atrás. Para Ana aquel capítulo de amores cruzados estaba cerrado, pero aun así dicen que ella fue uno de los principales apoyos de Andrew Parker Bowles mientras este pasaba por la agonía de asumir su papel de marido engañado. Poco después, él se volvía a casar con una de sus antiguas amantes, Rosemary Pitman.
La princesa Ana y Timothy acaban de celebrar 23 años de matrimonio, tiempo que ha convertido a la hija de la reina en un personaje casi secundario para los medios. Sin embargo, ante cualquier rumor de desavenencias con su pareja no falta quien recuerda que Parker Bowles perdió a su mujer de cáncer en 2010 y que desde entonces los encuentros de los viejos amantes en fiestas o carreras de caballos son especialmente cordiales. Quién sabe si al guión de su vida le falta un último giro inesperado.
20 de enero-18 de febrero
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