Hemos tenido que esperar a que don Juan Carlos abdicara para constatar hasta qué punto doña Sofía es una Reina vocacional y que, mientras tenga fuerzas y salud, seguirá haciendo lo mismo que ha hecho durante los casi 39 años que fue la consorte del Monarca. La diferencia es que ahora lo hace de una forma privada, sin publicidad, y los periodistas nos tenemos que enterar de la mayoría de sus movimientos por una fuente no oficial, por la prensa extranjera o por una foto publicada en Twitter.
La suerte de doña Sofía es que como sus viajes son ahora privados, el Gobierno en funciones de Mariano Rajoy no los puede suspender, como ha hecho con los cuatro desplazamientos que los Reyes don Felipe y doña Letizia tenían programados en el primer semestre del año. De esta forma, la Reina madre ha podido asistir, sin tener que dar explicaciones a nadie, al cumpleaños del gran duque Juan de Luxemburgo, participar en un congreso de microcréditos en Emiratos Árabes Unidos junto a su admirado amigo Muhammad Yunus y visitar a su hermano Constantino en Grecia.
Si las familias reales funcionaran como los clubes de fútbol, las casas reales pagarían enormes sumas para fichar a doña Sofía, a la que solo tendrían que dejarla ser como es para obtener la mayor rentabilidad. Y es que, en la Monarquía, lo que suma un miembro suele beneficiar al conjunto de la familia, de la misma forma que lo que resta otro acaba perjudicando al grupo. Por eso la implicación de Iñaki Urdangarin en el caso Nóos, a pesar de los cortafuegos, fue tan dañina para la Corona.
Pero doña Sofía sigue sometida al proceso de atenuación que empezó tras el relevo. De esta forma, en los tres primeros meses del año, la Reina madre solo ha asistido a tres actos oficiales, sin contar la visita que hizo a la Basílica de Jesús de Medinaceli, porque esta cita anual con el Cristo siempre se ha considerado una actividad privada.
En el mismo periodo de 2014, cuando aun era la consorte del Jefe del Estado, acudió a 22 actos, hizo dos viajes oficiales, concedió seis audiencias y pronunció un discurso. Sin embargo, todos los relevos han sido siempre así. Lo natural es que los padres se retiren y cedan el paso a los nuevos.
Uno de los tres actos oficiales a los que ha acudido este año fue un concierto en la Catedral de Ávila. Doña Sofía podía haberse limitado a escuchar las obras, pero dio un paso más. Quiso acercarse a la tumba de Adolfo Suárez y Amparo Illana, con quienes compartió no solo los momentos más emocionantes del Reinado sino también muchos fines de semana familiares.
Doña Sofía permaneció unos minutos ante la sepultura, en los que seguramente se le amontonaron los recuerdos. Y esa espontaneidad, siempre discreta y medida, es lo que la hace diferente.
20 de enero-18 de febrero
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