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La noticia ha caído como un jarro de agua fría sobre los japoneses, totalmente encandilados con esta historia de amor. El año pasado, la princesa Mako anunció que había decidido renunciar a su título real para casarse con su novio, Kei Komuro, al que conoció durante su etapa universitaria como estudiante de derecho. La pareja se comprometió formalmente en marzo y tendrían que haberse casado en noviembre, pero la boda no llegó. Ahora por fin sabemos la razón: no están preparados.
“No nos hemos casado por nuestra inmadurez y nos arrepentimos mucho de haberlo anunciando”, han explicado en un comunicado oficial. Mako, de 26 años, ha aclarado que “aceleraron el proceso” y que a ella le hubiera gustado “ reflexionar acerca del matrimonio de una manera más profunda y concreta y darme el tiempo suficiente para preparar la boda y lo que viene detrás de la boda”.
Sin embargo, la paralización del enlace no ha significado un distanciamiento ni mucho menos un enfriamiento. De hecho, siguen adelante con todos sus planes matrimoniales, pero han pospuesto la fecha de la ceremonia a 2020. Por lo menos. Será, en todo caso, después de que abdique el emperador Akihito, en abril de 2019. “Sentimos muchísimo haber causado tantos problemas y complicaciones a los que han querido apoyarnos”, escribe la pareja. Lo dicho: un jarro de agua fría.