El Rey celebró el pasado miércoles su 51 cumpleaños con un viaje sorpresa a Irak, donde sopló las velas de una tarta junto a las tropas españolas que luchan contra el yihadismo. Por razones de seguridad, ni siquiera los periodistas que le acompañaron sabían a dónde iban. Simplemente, se les pidió días antes que entregaran su pasaporte en Zarzuela y que acudieran la noche anterior a la Base Aérea de Torrejón de Ardoz, desde donde partió el avión oficial.
La única indicación que se dio fue que se acudiera con ropa de campaña y que el momento más frío del viaje sería precisamente durante la espera en Torrejón.Ya en el avión, el comandante anunció que la duración del vuelo sería de cinco horas y 50 minutos, sin mencionar el destino. Y cuando la ministra de Defensa, Margarita Robles, embarcó y los periodistas le preguntaron, su respuesta fue: "Pero si hasta en mi agenda he tenido que poner viaje institucional porque no me dejan decirlo".
Poco antes de las 12 de la noche del martes, el Rey llegó al Airbus vestido con el uniforme de campaña árido, que tiene tonos tierra, en lugar de verdes, para camuflarse en zonas de desierto. También el jefe del Cuarto Militar, Juan Ruiz Casas y el resto de los militares llevaban este uniforme mientras que la tripulación vestía el mono de vuelo, cuando habitualmente, en los viajes oficiales, llevan el de paseo. Don Felipe saludó a cada uno de los pasajeros y, minutos después, el avión despegó con rumbo desconocido.
Ya en pleno vuelo, con los teléfonos móviles apagados, Zarzuela anunció a los informadores el destino del avión. Solo se pudieron enviar las crónicas a las redacciones a la mañana siguiente, cuando el Airbus de la Fuerza Aérea Española tomó tierra en destino.
Don Felipe, igual que don Juan Carlos y que otras autoridades, han viajado con anterioridad a lugares peligrosos, que no se anuncian con antelación para garantizar la seguridad del vuelo. Pero lo habitual era que los periodistas fueran informados con la condición de que guardaran secreto hasta que hubieran aterrizado.
En esta ocasión, sin embargo, se extremaron las medidas, dado el elevado riesgo del viaje a Irak, donde los militares españoles participan en una coalición internacional, integrada por más de 60 países y liderada por Estados Unidos, con el objetivo de frenar el avance de Daesh y ayudar a Irak y Siria a ganar terreno a los terroristas. El Rey se entrevistó con el presidente de Irak y se reunió con militares españoles en Bagdad y en Besmayah, donde visitó la base del Gran Capitán, almorzó y sopló las velas de una tarta con sus compañeros antes de regresar a Madrid.
Así celebró don Felipe su quinto cumpleaños como Rey y el segundo que ha pasado de viaje tras el relevo en la Corona. El primero coincidió con la Cumbre de la Unión Africana, que se celebró en Etiopía, y se convirtió en el primer jefe de Estado español que intervenía en este foro. Al conocer que ese día cumplía 47 años, los mandatarios africanos le sorprendieron con una tarta en plena cena de despedida y después, por la noche, en el vuelo de regreso, fue él quien sorprendió a los periodistas con otro pastel y un brindis con cava.
El 48 cumpleaños del Rey coincidió con el bloqueo político que le mantuvo durante varias semanas sin salir de La Zarzuela y recibiendo a los representantes de los distintos partidos políticos. Ese día cayó en sábado y por la noche salió a celebrar su aniversario con la Reina y sus dos hijas, la Princesa de Asturias y la Infanta Sofía. Los cuatro cenaron en un restaurante asiático, Chen, situado en Aravaca.
Cuando cumplió 49 años, el Rey presidió un homenaje a Miguel de Cervantes, que cerró los actos conmemorativos del cuarto centenario del escritor. Aquel día el Palacio Real se convirtió en escenario de un espectáculo que fusionó música, literatura y teatro en el que participaron Concha Velasco y José Luis Gómez y el poeta Antonio Colinas.
El 50 aniversario del Rey se celebró por todo lo alto. Los medios de comunicación dedicaron amplios especiales a recordar los momentos más importantes de la vida de don Felipe, pero el Monarca quiso compartir protagonismo este día con su hija mayor, la Princesa de Asturias, a la que impuso la insignia del Toisón de Oro en una ceremonia celebrada en el Palacio Real.
El Rey eligió el Toisón que había pertenecido a su abuelo, don Juan de Borbón, y al acto asistió la Familia Real al completo, así como las Infantas doña Elena y doña Margarita, con su marido, Carlos Zurita. También acudieron los representantes de los tres poderes del Estado y una veintena de niños —la generación de la Princesa de Asturias— de entre 11 y 14 años procedentes de toda España que fueron escogidos entre los alumnos que habían ganado el concurso ¿Qué es un Rey para ti? en las últimas ediciones.
- El encaje de los cuatro Reyes
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