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Si bien es cierto que públicamente la reina Isabel II de Inglaterra y la cara real británica han dado la cara por el príncipe Andrés en su relación con el escándalo del Caso Epstein, la prensa local asegura que, en la intimidad de las paredes de palacio, la realidad es muy distinta. La monarca está muy enfadada. Tanto como para hacer reaparecer a su hijo y que se vuelva a hablar de él.
Hace aproximadamente un mes, y después de conceder una entrevista a la BBC que tuvo el efecto contrario al deseado (se pretendía lavar la imagen del duque de York), Andrés anunciaba que se retiraba de la vida pública. Una medida profiláctica para que se dejase de hablar de esa polémica de la que no podía escapar y que estaba ensuciando a la corona.
El pasado miércoles, volvimos a verle. Algunos piensan que la invitación de su madre al tradicional almuerzo que celebra en vísperas de la Navidad en Buckingham, poco antes de poner rumbo a su retiro de un par de semanas en Sandrigham, es una especie de castigo para que se le pudiera fotografiar de nuevo. Otros, lo ven como una deferencia de la monarca a no apartarle del todo de los actos familiares. Y hay un tercer grupo que tan solo ven normalidad en el gesto.
Con gesto muy serio y como copiloto de uno de los coches que atravesaban las puertas del palacio, el príncipe Andrés acaparó el foco mediático, por supuesto. Sabía que iba a ser así, muy a su pesar. Aunque siempre contará con la complicidad del príncipe Jorge, cuyas monerías entretuvieron también a la prensa.
Lo cierto es que este capítulo oscuro en su biografía está salpicando también a su hija Beatriz, que va a haber empañada su boda por el escándalo. De hecho, ya tuvo que cancelar su fiesta de compromiso a petición de su abuela, y la fecha en la que se celebrará el enlace es tan incógnita como el hecho de si optarán por un evento más privado que aquel del que disfrutó su hermana Eugenia.