La cuarta temporada de The Crown ha vuelto a poner de manifiesto una tendencia social que parece no tener fin: la de culpabilizar a mujeres que deciden mantener relaciones con hombres casados. Y sí, cómo no podía ser de otra manera al hablar de la familia real británica, nos estamos refiriendo al romance que durante años mantuvieron en la sombra Camilla Parker Bowles y el príncipe Carlos cuando ambos estaban casados. Ella con Andrew Parker Bowles y él con la que todavía sigue siendo la princesa del pueblo, Lady Di.
Un amor prohibido que ambos decidieron conservar y cuidar a lo largo de los años al verse atrapados en matrimonios que no les satisfacían y a los que habían sido forzados. Sin embargo, el público no perdona y, aunque Carlos y Camilla se casaron en 2005, 15 años más tarde la ahora duquesa de Cornualles sigue siendo la ‘mala’ de la película. Algo que, sin lugar a dudas, es bastante sorprendente. ¿Por qué? Expongamos los hechos. Camilla y el príncipe Carlos se conocieron cuando ambos estaban solteros, comenzaron una relación que no fue bien vista por la familia de él y finalmente fueron invitados (por decirlo de manera educada) a casarse con gente que era más adecuada para ambos.
Patricia Mountbatten, prima y madrina del príncipe Carlos, aseguró en una entrevista meses antes de su fallecimiento (en 2005) lo que ningún ‘royal’ se había atrevido hasta la fecha: “Con la perspectiva que da el paso del tiempo, Carlos debería haberse casado con Camilla. Eran el uno para el otro y estaban preparados. Pero eso lo sabemos ahora, en su día no fue posible”. Lo que Patricia no dijo, y debería, es que no fue posible porque no les dejaron. Y esto es algo que nadie recuerda o parece no querer entender (por mucho que The Crown lo deje bastante claro) y por eso el gran público ha decido contar la historia a su manera. Simplificándola, culpabilizando a Camilla y exculpando de alguna manera al príncipe Carlos.
Camilla es ‘la otra’, la que no quiso ‘dejar en paz’ al príncipe Carlos aún estando casado. Pero por si no fuese suficiente, a Camilla no solo se le hace cargar con el pecado de romper un matrimonio, si no dos: el suyo propio. Porque lo curioso de este caso es que Camilla Parker Bowles también le estaba siendo infiel a su marido. Así que la humanidad decidió que no solo había que culparla por no haber asumido que el príncipe Carlos se había casado con Lady Di, sino que además se le echa en cara que sea una esposa y madre infiel. Dicho esto, ¿qué es lo que falla de esta perspectiva impuesta sobre su persona desde hace décadas? Que el príncipe Carlos hizo exactamente lo mismo.
Camilla no persiguió al príncipe Carlos para que mantuvieran un amor que décadas después terminó en boda (para los que decían que no era verdadero). Camilla no rompió el matrimonio de Lady Di y el príncipe Carlos de Inglaterra, de la misma manera que el príncipe Carlos no rompió el de Camilla con Andrew Parker Bowles. Nadie puede forzar a nadie a romper su matrimonio. La persona que está en dicho matrimonio es la que decide si quiere o no continuar en él y si quiere o no ser infiel.
Una lógica que parece lógica (nunca mejor dicho), pero que sigue sin serlo. La sociedad prefiere culpar a ‘la otra’ otorgándole esa especie de poder sobrenatural que hace que un hombre no tenga control sobre sus deseos y sus voluntades. Pero por frustrante o inexplicable que parezca, es algo que la sociedad sigue haciendo a día de hoy. El caso más reciente en nuestro país es el de Enrique Ponce y Ana Soria. A ella la llamamos ‘rompe matrimonios’ y a él lo excusamos diciendo que está atravesando la crisis ‘de los 50’. Por no hablar de la gran ‘otra’ entre ‘las otras’: Angelina Jolie. El público culpabilizó a la actriz del divorcio entre Brad Pitt con Jennifer Aniston y nadie ha podido quitarle dicho ‘San Benito’ desde entonces. La verdadera pregunta es, ¿cuándo dejaremos de pensar en ‘buenos’ y ‘malos’ cuando las relaciones se terminan?
20 de enero-18 de febrero
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