Sentados en una bucólica terraza de Montecito, California, cada titular que salía de sus bocas era un poco más devastador que el anterior . Desde los pensamientos suicidas de Meghan cuando estaba embarazada de cinco meses , a la preocupación de un miembro de la casa real británica por el color de la piel del pequeño Archie. Todo aderezado con cotilleos más o menos jugosos sobre quién hizo llorar a quién, el sexo de su nuevo bebé o la boda civil que precedió a la boda real. Durante la entrevista en la que el príncipe Harry y Meghan Markle se confesaron con Oprah Winfrey , los duques de Sussex compartieron un anecdotario tan sustancioso que daría para escribir un par de temporadas de la serie The Crown, basada precisamente en la historia de su abuela, Isabel II. Pero entre tanta confesión a tumba abierta, Oprah también consiguió que hablaran sin filtros sobre su situación económica. “Solo tenía lo que mi madre me dejó. Sin eso, no hubiéramos podido hacerlo”, explicó Harry. Luego, añadió: “Netflix y Spotify no eran parte del plan. ¡No teníamos plan! Eso fue algo que un amigo nos sugirió cuando mi familia dejó de sostenernos económicamente y tuvimos que encontrar una manera de hacer frente a los gastos de nuestra seguridad”. Pero antes de entrar en harina, rebobinemos.
8 de enero de 2020. Los duques de Sussex anuncian, por sorpresa, su intención de retirarse como miembros senior de la familia real británica para ser “económicamente independientes”. Pero su idea de compaginar una labor institucional más ligth con otro tipo de ingresos no gustó en Buckingham Palace. Unos días más tarde, la reina, el príncipe Carlos y sus dos hijos se reunieron en la propiedad favorita de la soberana. La prensa bautizó el encuentro como “la cumbre de Sandringham”. Meses más tarde, Finding freedom, la biografía de la pareja escrita por los periodistas Omid Scobie y Carolyn Durand, resumió así aquellas negociaciones: “Como siempre suele pasar, la discusión más fuerte fue por el dinero”.
Desde entonces, han pasado muchas cosas. Entre otras, una pandemia devastadora. También, una mudanza transoceánica. Después de instalarse durante unos meses en la mansión de Beverly Hills del actor Tyler Perry, en agosto la pareja adquirió una espectacular residencia con vistas al mar en Montecito, Santa Bárbara, donde también viven Oprah o Ellen DeGeneres. La transacción se cerró con un cheque de 14,7 millones de dólares. Aunque nadie lo sabía todavía, estaban apunto de cerrar dos acuerdos multimillonarios.
Primero, en septiembre, los Sussex anunciaron un contrato con Netflix que, según los medios británicos, podría haberles reportado unos ingresos de hasta 150 millones dólares. Pero Netflix no fue su única opción. Según Forbes, la pareja sondeó las intenciones de AppleTV, Disney+ o NCBUniversal y es probable que hubiera una subasta entre plataformas. “Como padres primerizos, los contenidos familiares son importantes para nosotros, pero también las historias poderosas contadas a través de lentes veraces”, explicaron en un comunicado. Producirán películas, documentales y programas infantiles, aunque no se espera que protagonicen ningunos de esos contenidos. La duquesa de Sussex ha dejado claro que retomar su carrera como actriz no entra en sus planes. De momento, el único contenido que están desarrollando es una serie de animación sobre mujeres inspiradoras.
Y en diciembre, la pareja sorprendió de nuevo con el anuncio de otro gran acuerdo. Esta vez, con Spotify para producir una serie de podcasts. Según la revista Newsweek, el contrato podría alcanzar los 35 millones de dólares. Pero los Sussex han demostrado su rentabilidad desde el primer momento. El día del anuncio, las acciones de la plataforma crecieron un 2%. Y el primer episodio de su podcast, en el que participaron estrellas como Elton John, James Corden o Tyler Perry, fue todo un éxito.
Todos estos movimientos han provocado comparaciones inevitables con el imperio mediático levantado por el matrimonio Obama desde su salida de la Casa Blanca: sus contratos con Netflix y Spotify, sus acuerdos literarios, su productora, su documental premiado con un Óscar... La famosa cronista real británica Katie Nicholl ha sugerido que los Sussex podrían “haber recibido orientación y consejos” de Barack y Michelle. Al fin y al cabo, la buena relación entre ellos no es ningún secreto. Lo mismo se ha dicho de la propia Oprah, cuya amistad con la pareja ya ha cristalizado (aparte de en la famosa entrevista) en una serie sobre salud mental para Apple.
Claramente, Harry y Meghan aspiran al modelo de Oprah o los Obama. Se nota, incluso, en las descripciones de lo que planean ofrecer. Hablan de una programación que “informa, eleva e inspira” y que “utiliza el poder de la narración para abrazar nuestra humanidad compartida”. Ese tipo de declaración de intenciones se inscribe en las raíces culturales en las que Oprah y los Obama han logrado su éxito. Pero la presentadora cuenta con décadas de experiencia produciendo programación inspiradora y popular y Barack Obama ha sido presidente de Estados Unidos ocho años. “¿Están los Sussex preparados para gobernar un imperio mediático?”, se pregunta el experto Robert J. Thompson, profesor de Televisión y Cultura Popular en la Universidad de Siracusa. “Eso de informar, elevar e inspirar es más fácil de decir que de hacer. De hecho, su activo más valioso, que es su propia historia, se contó en CBS, donde se emitió la entrevista de Oprah, en lugar de Netflix”, reflexiona. Algunos analistas han establecido una maliciosa analogía entre el emergente imperio mediático de los Sussex y la filosofía de start-up: mucho potencial, pero todo por demostrar. Thompson comparte suspicacias:
“Netflix predijo que serían capaces de desarrollar algunos de los contenidos más emocionantes y vistos de 2021. No soy tan optimista”.
En principio, esos contratos serán independientes de su labor filantrópica al frente de la Archewell Foundation, lanzada en marzo de 2020 después de que la pareja tuviera que renunciar a la marca Sussex Royal. Durante meses, la web de la fundación apenas explicaba el origen del nombre: en griego arche significa acción. Pero en enero, la iniciativa empezó a coger forma. Presentó su eslogan (“Comunidad. Servicio. Compasión. Acción”) y declaración de intenciones: “Creemos que la compasión es la fuerza cultural que va a definir el siglo XXI y con nuestro trabajo queremos apoyar a una comunidad creciente de organizaciones que están alimentando un cambio cultural sistémico”.
Este modelo filantrópico será un reflejo de la manera en la que parecen estar conduciendo sus vidas. Estará basado en sus valores y su independencia. La compasión también parece ser una de las fuerzas motoras de su fundación. Y es interesante, porque parece que es precisamente eso lo que más echaron en falta de los miembros de la Familia Real británica”, explica Kris Putnam-Wakerly, consultora en filantropía que ha trabajado como asesora de grandes donantes norteamericanos y autora del libro Delusional altruism. “No creo que vayan a centrarse en una sola causa, aunque sí parece que habrá asuntos recurrentes, como el uso de los medios y la tecnología para elevar la voz de las comunidades”, explica la experta.
Luchar contra la toxicidad de las redes sociales, de las que los Sussex se sienten víctimas, podría ser uno de esos ejes. De hecho, han anunciado acuerdos con el Center for Humane Technology, que promueve un uso ético de la tecnología, y con el neurocirujano de Stanford James Doty y su Centro para la investigación del altruismo y la compasión. También han establecido una colaboración con World Central Kitchen, la ONG del chef español José Andrés.
Sin embargo, el funcionamiento de la iniciativa y sus vías de financiación todavía están por definir. “Archewell es una fundación pública que, en teoría, puede recibir donaciones de otros, no solo sus propias contribuciones. Aunque pueden proporcionar servicios caritativos directos como hacen las ONG, lo más habitual es que se dediquen a conceder subvenciones”, explica Putnam-Wakerly. La estructura de la fundación también es una incógnita. “Mi consejo sería que traten de simplificar lo complejo en lugar de complicar lo simple. Les diría que se fijen en el enfoque de MacKenzie Scott: una estrategia simplificada y una gran confianza en sus beneficiarios. Pero también que, como ella, contraten a un asesor de confianza que les ayude en este viaje. Además, cualquiera en su situación, buscaría el consejo de otros filántropos. En su caso, Oprah encaja perfectamente en esa descripción”.
Pero el imperio mediático y filantrópico de Harry y Meghan Markle podría estar todavía en plena expansión. Mientras la prensa británica especula con su intención de cerrar un acuerdo editorial, el pasado mes de junio el matrimonio fichó por la agencia de representación de speakers Harry Walker, especializada en gestionar la participación de personalidades y celebrities en eventos y conferencias y que representa también a la propia Oprah Winfrey, pero también a Barack y Michelle Obama y a Bill y Hillary Clinton.
Aunque, de momento, no han comenzado a explotar esa vía, según la prensa estadounidense su caché podría alcanzar el millón de dólares por evento. Pero aunque poner en pie un imperio es difícil, el verdadero reto es gestionarlo y mantenerlo en lo más alto. Que se lo pregunten a Isabel II.
20 de enero-18 de febrero
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