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Hoy, 24 de marzo, la Princesa de Asturias ha dado los primeros pasos que, algún día, la llevarán a tomar el testigo como heredera al trono de España. Por primera vez sus padres le han cedido todo el protagonismo –como ya ocurriera con Felipe VI cuando se estrenó con 15 años- y ha sido ella la encargada de presidir el 30 aniversario del Instituto Cervantes.
Con el mismo vestido que llevó en la tradicional audiencia de bienvenida a los galardonados de los Premios Príncipe de Asturias de 2020. Así la hemos visto llegar al Instituto Cervantes en una reafirmación sobre la apuesta que ya llevan un tiempo haciendo de consolidar su estilo propio y apostar por moda española; un vestido es de la firma Poète, de gasa estampado, con pequeñas flores Liberty.
La multitud aguardaba para ver la llegada de la princesa de Asturias ha querido recibirla entre aplausos y vítores e incluso con globos donde habían escrito “Te queremos, Leonor”.
La princesa de Asturias llegaba nerviosa –y los nervios se han dejado notar durante todo el acto-. Sin saber muy bien qué hacer con las manos (que ha utilizado para agarrarse los volantes del vestido en varias ocasiones), ha saludado con la mano en el corazón. El mismo gesto que le vimos a su padre por primera vez en los Premios Príncipe de Asturias 2020, cuando la pandemia se llevó por delante los apretones de manos (y las gaitas).
Tras recorrer la institución acompañada por la vicepresidenta primera, Carmen Calvo, y el director del Instituto Cervantes, Luis García Montero, Leonor de Borbón ha guardado en la Caja de las Letras el ejemplar de la Constitución que leyó el 31 de octubre de 2018 en sus primeras palabras en público –también en la sede del Cervantes-. Un momento al que García Montero ha querido referirse como “un recuerdo feliz”. También ha dejado como legado el Quijote con el que participó durante la pandemia en la lectura de la obra de Miguel de Cervantes el pasado 23 de abril junto a la infanta Sofía a través de un vídeo grabado en la Zarzuela.
Tras la intervención de Carmen Noguero, Secretaria General y la encargada de dirigir –y explicar durante el acto- el proyecto de transformación tecnológica del Instituto Cervantes, la princesa intervino desde el público, micrófono en mano. En primer lugar, para felicitar al Cervantes por la herramienta de la Biblioteca Cervantes Virtual que ella, como estudiante de la ESO, utiliza con frecuencia. Y en segundo para preguntar por la situación de los trabajadores de la institución que estaban fuera de España y que no habían podido regresar desde que empezara la pandemia para ver a sus familiares.
A pesar de los nervios y el carácter, en ocasiones, dubitativo y propio de una niña de 15 años, lo que ha destacado en la prueba de fuego de la princesa de Asturias ha sido la voluntad. Voluntad de escuchar a los que la acompañaban, de atender las peticiones –como la invitación inesperada de que visitara los centros del Cervantes y que ella ha contestado con un “¡Claro!” cargado de naturalidad y vida- y de hacer las cosas bien.
A su salida volvió a mostrarse cercana, amable y atenta. Y aunque durante la foto final de familia no sabía si tenía que aplaudir o no (así que hizo las dos cosas), resolvió la papeleta con calma, naturalidad y saber estar. Y con la mano en el corazón saludó no solo a todos los asistentes y cargos de la Institución sino también a la gente que esperaba para verla en la calle y que volvía a recibirla con una pancarta donde podía leerse: “Leonor es el futuro”.