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Lo bueno de tener The Crown y de que el pueblo británico esté obsesionado por su familia real es que hay documentación de cada paso que dan. Ahora, con la muerte de Felipe, Duque de Edimburgoy marido de Isabel II, reina de Inglaterra, ha llegado el momento de recordar cómo se conocieron y cómo comenzó una relación digna de una serie de televisión completa.
No fue un flechazo, como a la cinematografía le gusta retratar los encuentros de los royals. En realidad, la primera vez que el duque de Edimburgo se relacionó con la reina ella solo era princesa y tenía 13 años y él había cumplido 18 y era cadete en el Royal Naval College. Básicamente, le tocó cuidarla, a ella y su hermana Margarita y acabó saltando las redes de las canchas de tenis para divertirse.
El duque que todavía no era duque y la princesa que llegaría a ser reina se acostumbraron el uno al otro por las visitas frecuentes que éste hacía al palacio de Windsor durante la guerra, (no en balde su familia también vivía allí). Al todopoderoso Lord Mountbatten la idea de que ambos jóvenes acabaran unidos en matrimonio le parecía tan apropiada que habló en numerosas ocasiones sobre esa posible unión con el padre de Isabel, el rey Jorge VI. Pero el rey fue siempre partidario de que las cosas sucedieran de manera natural… y tenía razón.
Durante la guerra Felipe e Isabel mantuvieron correspondencia primero como primos (sí, son primos terceros), después como amigos y que poco a poco fue tornándose en algo más. “Haberme salvado en la guerra y haber visto la victoria, haber tenido la oportunidad de descansar y reajustarme, haberme enamorado por completo. y sin reservas, hace que todos los problemas personales e incluso del mundo parezcan pequeños e insignificantes”, le escribió Felipe a Isabel, entre otras cosas, en esa correspondencia.
Obviamente acabaron enamorándose el uno del otro (por lo visto para la reina fue muy sencillo, desde que lo vio saltando las redes de las canchas de tenis nunca más fijó en otra persona) y Felipe terminó por visitar el palacio de Windsor más por ver a Isabel que por visitar a sus tíos y pidiendo el consentimiento de su relación al rey Jorge VI en 1946. En 1947 llegó la boda, aunque él no tenía el suficiente pedigrí aristocrático para aspirar a su mano, y al final han protagonizado el matrimonio y la historia de amor más longeva de la monarquía británica.