Nos dejamos llevar por la nostalgia al recordar la historia de amor de la reina Noor y el rey Hussein, pero la relación del rey Abdalá y su reina, Rania, aunque a primera vista parezca más gris tiene suficiente «chicha» como para una serie de Netflix o HBO. Cuando Hussein conoció a la joven norteamericana Lisa Halaby a la que decidió convertir en su cuarta esposa ya era un hombre mayor, experimentado, superviviente a varios atentados, con unos cuantos hijos en palacio y una fama de playboy fundamentada en hechos e hijos secretos.
Abdalá, el actual rey jordano, ha tenido que afrontar durante sus 60 años de existencia sus propios retos, pero ninguno tan colorido como los que superó su famoso padre ( al menos hasta que llegó el intento de traición cortesana del año pasado).
El príncipe Abdalá llegó a la cena de 1992 donde conoció a Rania con un currículum amoroso y vital bastante menos florido que el de su padre el rey Hussein pero sin duda con la lección de la fidelidad en la pareja bien aprendida: quería una única mujer y una única rama de descendientes. Aquella misma noche conoció a una joven nacida en Kuwait, con formación en empresariales e ideas propias que le hizo pensar que era la adecuada.
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Que en 1993 un príncipe jordano se casara con Rania Al-Yassin, una joven de ascendencia palestina (con lo que ello significaba en un país en constante conflicto interno por los refugiados y las fronteras), ya fue una prueba de «amor verdadero». A decir verdad en aquel momento nadie se opuso a la boda porque nadie esperaba gran cosa de la pareja: él no iba a heredar el trono, y tras la boda a ella nadie le haría ni caso. Pero la muerte de 1999 y la designación de Abdalá como nuevo rey por parte de su tío lo cambió todo.
Cuando ascendió sorpresivamente al trono jordano Abdalá II tomó una serie de decisiones que convirtieron a su esposa en la integrante más carismática de la power couple en la que se han acabado convirtiendo los monarcas jordanos. Para empezar, un mes después de ser nombrado rey decidió que su mujer dejaría de ser princesa y la convirtió en reina consorte, lo que dejó a Noor sin título ni lugar en la corte. En 2004 hasta la proclamó coronel de las fuerzas armadas jordanas.
Después escogería a su primogénito con Rania como su legítimo heredero, dejando de lado al hijo de Noor y la palabra dada a su padre. Y no paró ahí: apoyó todas y cada una de las causas con las que Rania quiso comprometerse aprovechando su estatus de reina. Aún hay quién no le perdona en su país que la reina hablara en reuniones oficiales a las que asistía su esposo.
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A cambio de su apoyo Abdalá ha conseguido la esposa más públicamente fiel de las monarquías árabes y una gran gestora de su cuenta de Instagram. Allá donde esté él, Rania se encuentra a su lado arreglándole la corbata o cuidando que sale perfectamente retratado. Sus mensajes de amor a su marido en redes sociales son de un nivel de embeleso inconcebible para casi 30 años de matrimonio y cuatro hijos en común. «Que Dios nos bendiga y te mantenga por encima de nuestra cabeza… Al esposo y padre más amoroso», escribió en una de las ocasiones Rania (y así todos los cumpleaños). También ha subido imágenes de ellos dos juntos con tartas con forma de corazón. Poco o nada tienen que ver Abdalá y Rania con Hussein y Noor, pero como pareja, no hay duda de quién ha sido el tándem ganador.