Aiko de Japón, la princesa sin sonrisa a la que todo el mundo parece hacer bullying: desde sus compañeros de clase hasta el Gobierno

Aiko, la hija del emperador a la que los japoneses conocen como «la princesa que nunca sonríe» ha cumplido 20 años con un triste panorama por delante y un pasado aún más complicado: ni el gobierno japonés, ni sus propios compañeros de clase le han ofrecido desde que nació nada más que bullying.

Aiko, la princesa de Japón que nunca se sentará en el trono. / instagram

Silvia Vivas
Silvia Vivas

Ser princesa de Japón no es, precisamente, un destino deseable. El Trono del Crisantemo , la dinastía más longeva y antigua del mundo está a punto de extinguirse por las rígidas normas feudales que la gobiernan, pero a pesar de ello las responsabilidades y la presión sobre los miembros de la familia real, especialmente sobre sus mujeres, sigue siendo extrema. Para resumir a todo lo que les obliga la disciplina cortesana a la familia imperial no perdamos de vista cómo el emperador se sorprendió al ver que la reina Isabel II podía servirse su propio té o cómo la actual emperatriz, Masako , no podía ni leer el periódico sin el consentimiento de su marido cuando llegó a palacio.

En el epicentro de este desastre de normas y protocolos se encuentra la princesa Aiko de Japón, la única hija de los emperadores Naruhito y Masako que esta semana ha cumplido la mayoría de edad de su país, 20 años. A pesar de los posados y su discurso de aceptación de sus deberes oficiales («me gustaría convertirme en un adulto que pueda ser útil a los demás») su nuevo estatus de adulto ha recibido la misma indiferencia que su antiguo estatus de niña.

De hecho los actos para conmemorar su mayoría de edad se han retrasado para que no falte a clase (estudia literatura japonesa en la universidad) y la conferencia de prensa para explicar a qué se va a dedicar a partir de ahora no se celebrará hasta marzo de 2022. Su foto y su perfil siguen sin estar incluidos en el árbol genealógico de la familia imperial de The Imperial Household Agency, la agencia de prensa oficial de la casa imperial y para que el cumpleaños de la única hija del emperador pase aún más desapercibido, tampoco se ha encargado una tiara para ella con motivo de su mayoría de edad, como hasta el momento era tradición, sino que heredará una que ya pertenece al tesoro real y que devolvió al mismo la princesa Sayako cuando se casó con un plebeyo y perdió todo su estatus.

Porque ese es el destino de la princesa: abandonar a su familia, su estatus y su fortuna en cuanto se enamore, como le ha sucedido a su prima la exprincesa Mako . Por norma una princesa hija del emperador sólo puede casarse con alguien de sangre real para seguir formando parte de la familia imperial, un reto imposible de cumplir porque en Japón no hay nobles ni más integrantes de la nobleza que los integrantes de la propia familia imperial conformada, además, por una amplia mayoría femenina: 13 mujeres frente a cinco hombres.

Quizá el desplante más evidente que la princesa Aiko deberá superar en su vida no es que debe despedirse para siempre de su familia y de su vida en palacio en cuanto decida casarse, sino que esta situación podría haberse resuelto si el gobierno de su país, con el antiguo primer ministro de Japón a la cabeza, Shinzo Abe, no hubieran votado en contra de que las mujeres pudieran ser emperatrices.

En tierra de nadie, sin una función específica, pero con todos los ojos puestos en ella, la sociedad japonesa no sabe muy bien qué hacer con esta princesa a la que durante años se la ha percibido como una persona triste y frágil. El hecho de que se haya confesado públicamente que su madre, la emperatriz Masako, ha sufrido problemas de salud mental en un país en el que estos temas continúan siendo un tabú convirtió a la niña Aiko en sospechosa de haber heredado la misma «debilidad».

Que en el año 2010 saliera a la luz que la princesa había sufrido bullying en el colegio por parte de sus compañeros con tan solo ocho años no contribuyó, precisamente, a eliminar esas sospechas. En aquella ocasión el colegio trató de limpiar sus trapos sucios asegurando que la princesa se había asustado porque un par de compañeros la habían empujado sin querer. Pero la realidad es que por aquella época la pequeña ya recibía amenazas de muerte que hablaban de «destrozarle la cabeza con un martillo». El conflicto se resolvió con la emperatriz Masako asistiendo a las clases de su hija para acompañarla, lo que hizo que su imagen de fragilidad quedara reforzada.

Vídeo.

Una imagen que ganó aún más fuerza cuando en 2016 dejó de acudir a clase durante casi dos meses. Se rumoreó, de nuevo, que sufría bullying de nuevo y la Casa Imperial acabó emitiendo un comunicado en el que afirmaba que estaba tan enferma que no podía mantenerse en pie, algo que achacaban al estrés. Cuando volvió a retomar sus funciones apareció tan pálida y delgada que todos apostaban a que, en realidad, sufría un trastorno de la conducta alimentaria. Después de aquel episodio su madre la envió tres meses a estudiar a Eton en Reino Unido, ¿quizás tenía la esperanza de que su hija no volviera a palacio?