Carlos Falcó y Cristina Onassis: el verano en el que el marqués de Griñón enamoró a la heredera más famosa y triste del mundo

Fue el soltero más deseado de la alta sociedad española. Hasta Cristina Onassis, la heredera más famosa de la época, se enamoró de él y quiso conquistarle. Pudo ser marquesa de Griñón, pero estaba destinada a la infelicidad en el amor y a la tragedia familiar.

Cristina Onassis, fotografiada en los años 70. / getty images

Elena de los Ríos
Elena de los Ríos

En los años 80, Cristina Onassis encarnó el malhadado cliché de la pobre niña rica. Las revistas se regodeaban en sus fracasos amorosos, sus constantes dietas y su cara de perrito triste. De alguna manera, la infelicidad de la heredera de Onassis compensaba las pequeñas miserias de nuestras vidas, jamás a pie de yate. Hasta Joaquín Sabina, siempre atento a los infortunios femeninos, le dedicó una canción que subrayaba cómo «con su cara de dólar, siempre está sola, poniéndole una vela a Cupido».

Desde luego, en verano de 1971 sus plegarias a los dioses del amor no fueron atendidas. Con 21 años aterrizó en España para participar, acompañada por su familia y junto a los Niarchos, en una cacería en la finca La Palomilla y allí cayó rendida a los pies de un marqués. Era Carlos Falcó , el marqués de Griñón (que dejó destrozada a su hija, Xandra Falcó, cuando murió ): «Papá, me he enamorado de un español», dicen que le dijo a Aristóteles Onassis por teléfono.

Cristina Onasis y Carlos Falcó, en la finca del marqués de Griñón. / abc

Muchas décadas después, el mismo Carlos Falcó recordó la conversación que tuvo con el imponente armador griego por teléfono sobre «sus intenciones». Aristóteles Onassis, el hombre más poderoso del mundo, aterrizó en Madrid para conocer al pretendiente de su única hija. «Ari, que hablaba perfectamente español, me preguntó cuáles era mis intenciones con Cristina, y yo le respondí que ninguna», confesó en una entrevista al recordado aristócrata. Todo quedó en una hermosa amistad, aunque la princesa trágica, como la llamaría luego la prensa, cometió todo tipo de locuras para conquistar a su marqués. Dicen que cogió un taxi desde el Hotel Ritz de Madrid hasta la finca del marqués de Griñón en Toledo. Cuando el vehículo se averió y la dejó tirada en medio de la carretera, hizo autostop hasta que un camionero accedió a llevarla hasta el lado de Carlos Falcó.

«Yo sabía que ella estaba enamorada de mí, pero no era un amor correspondido. Nunca se lo dije, pero ella entendió que no podíamos estar juntos. En cambio, fuimos grandes amigos e hicimos muchos viajes, a Los Ángeles, St. Moritz y Londres. La prensa siempre la retrató como una chica triste, pero en las distancias cortas era encantadora y tenía mucho sentido del humor. Pese a que recibió una educación internacional, era muy griega, muy cálida», contó el marqués de Griñón al diario ABC.

«Cristina pensaba que solo la querían por su dinero. Tenía un complejo de inferioridad y una falta de confianza en sí misma terribles. Un día llegó a decirme: ''Todo el mundo que me rodea es muy interesado''. Entonces le dije: ''No, no todo el mundo, solo la gente que te rodea a ti. Deberías cambiar de amigos''. «Pero nunca me hizo caso», se lamentaba Griñón. «A mí nunca me interesó su dinero, ni el de ella ni el de nadie. Y ella lo sabía. Un día me dijo: Tú eres la única persona a la que no le importa mi dinero».

Paseos con Carlos Falcó

Para entonces, Carlos Falcó, el deseado marqués de Griñón, ya era el paño de lágrimas de Cristina Onassis, la heredera triste. En el lapso de 29 meses, Cristina sufrió una sucesión de trágicas pérdidas que la marcaron para siempre: perdió a toda su familia. En 1973 sufrió el mazazo de la muerte de su hermano Alexander, en un accidente de avioneta. Su madre, atormentada por el trágico final de su hijo, se suicidó en octubre de 1974. Su padre, el legendario Aristóteles murió en marzo de 1975, dejando a su hija una fortuna estimada en más de mil millones de euros. «Se sentía solísima. Vino a España y pasó una semanas conmigo en mi finca de Malpica del Tajo. Paseamos por el campo, leímos libros juntos y charlamos hasta la madrugada. Ella necesitaba estar lejos de la jet-set, y aquí encontró la paz que buscaba», rememoró en su momento el marqués.

El final de la década fue horrible para Cristina Onassis, convertida en protagonista de todos los medios de comunicación debido al morbo que suscitaba de su trágica vida. Las revistas pasaron de tenerle lástima a criticarla por su tren de vida y no tuvieron piedad a la hora de exponer todos sus problemas: depresión clínica, trastornos de la alimentación, adicción a las pastillas para dormir y, sobre todo, el fracaso de sus cuatro matrimonios. Solo unos meses después de que Carlos Falcó le dijera a Aristóteles Onassis que no pretendía a su hija, esta se casó con el estadounidense Joseph Bolker. Luego vendrían otros tres: el griego Alexandros Andreadis, el ruso Sergei Kauzov y el francés Thierry Roussel, padre de su única hija, Athina. El marqués de Cubas no se quedó corto: tras separarse de Jeannine Girod, se casó con Isabel Preysler, mantuvo una larga relación con Fátima de la Cierva y volvió a pasar por la vicaría con Esther Doña.

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