En 1977 Carolina de Mónaco era la reina de corazones de las portadas de la prensa rosa. La jovencísima princesa hija de Rainiero III de Mónaco y Grace Kelly había abandonado el principado monegasco (y la supervisión paterna) para estudiar filosofía y llevar una vida bastante más divertida en París. Pero en vez de un título universitario lo que acabó aprendiendo la princesa en la capital francesa fue qué es el amor a primera vista cuando en una discoteca coincidió con el hombre que se convertiría en su primer marido: el autoproclamado «emperador» de la juerga nocturna francesa Philippe Junot . Apenas un año más tarde de aquella noche de fiesta la pareja pasó por el altar para gran disgusto de los padres de la novia. Con disgusto, pero sin escatimar, que no todos los días se casa una princesa.
Philippe Junot llegó a los Grimaldi sin el beneplácito de su familia política que estaban deseando que la primogénita de la dinastía acabara emparentando con Carlos de Inglaterra (en aquel momento era el soltero de oro de la nobleza europea). No pudo ser. Carolina de Mónaco impuso su criterio e insistió en unirse en matrimonio a un hombre mucho mayor que ella y que la revista People presentó al mundo como un playboy. Nadie sabía a ciencia cierta cómo pagaba su elevado tren de vida el maduro pretendiente de la princesa y lo que es aún más importante, si sería capaz de serle fiel cuando pronunciara el «sí, quiero».
A Carolina le dio igual tanto una cosa como la otra y no cedió ni un milímetro en su pretensión de unirse a Junot... aunque eso le supusiera discutir con su padre. Al final se casaría de blanco, por la iglesia, con todo su país como testigo (no es difícil, en 1978 eran unos 26.000 habitantes en Mónaco) y con toda la pompa que le correspondía a su rango principesco.
Para abrir boca el día antes de la ceremonia civil de matrimonio que la uniría a Philippe Junot se organizó una cena de gala en su honor a la que acudieron 600 invitados y en la que la princesa Carolina abrió el baile de la mano de su padre Rainiero III para después disfrutar del resto de la mano de su prometido con el que, por cierto, mientras estuvieron en el principado no podía convivir… a pesar de que meses antes había sido fotografiada por los paparazzis haciendo top less en un yate en los brazos de su novio.
Un día más tarde, el 28 de junio, la pareja acabó casada a los ojos del juzgado en una ceremonia civil privada, de la que casi nadie pudo disfrutar, solo los testigos que firmaron el acta matrimonial. La pareja se unió ante el presidente del Consejo de Estado de Mónaco, ella sonriente a vces y llorosa otras con un sencillo vestido de crepe azul de Dior, bonete y guantes y él, bastante más serio y acompañado por su amigo el barón Michel Allard y su hermana. Y tras el cuarto de hora de trámite legal, llegó otra vez la fiesta, esta vez para 4.500 monegascos que disfrutaron de pizza en honor de los recién casados.
La segunda ceremonia, la boda religiosa del 29 de junio, fue el colofón de tanta fanfarria. Allí todo el mundo pudo contemplar a la joven y sonriente novia que se había salido con la suya desfilar del brazo de su marido vestida de blanco con un «humilde» vestido de dos piezas «boho chic» con delicados bordados florales, mangas transparentes y, por supuesto, firmado por Christian Dior. El conjunto lo completaba los adornos en el pelo de la novia peinado en rodetes que servían para sujetar el velo.
La ceremonia religiosa fue tan pública que hasta decidieron trasladarla de la capilla de la iglesia al exterior, a los jardines del palacio. Y por si alguien se había perdido algo, la pareja recién casada dio un paseíllo por la ciudad para acabar depositando el ramo de la novia a los pies de la virgen de la Misericordia.
Y después llegó la comida para 800 invitados. La lista de celebridades que desfilaron por el evento estuvo marcada por el pasado hollywoodiense de la madre de la novia ( asistieron entre otros Ava Gadner y Cary Grant) y por lo poco royal del pedigrí del novio: no había casas reinanates entre los invitados, pero sí algunos aristócratas como los condes de Barcelona o el hijo mayor de la duquesa de Alba. Al convite final también se apuntarían 43 habitantes del principado que lo único que compartían con la pareja es que habían nacido el mismo año que la princesa que se acababa de casar.
La pareja partió la misma tarde del 29 de junio hacia su luna de miel secreta (y su primera bronca). Por lo visto el mismo novio se había encargado de decirle a los fotógrafos en qué isla de la polinesia había que buscarles.
Aunque Junot nunca ha dicho nada más sobre Carolina ni los años que pasaron juntos en público (y no porque no se lo hayan ofrecido), ella sí hablaba de él en aquel momento cuando tenía ocasión. Mientras duró su matrimonio no era raro ver a la princesa confesar lo mucho que había aprendido al lado de su marido, sobre cómo había cambiado su apariencia para gustarle aún más y tenerle contento y cómo dejó de lado sus faldas de campesina para vestir «como una mujer»... Aunque a la hora de la verdad no parece que su esfuerzo por agradarle obtuviera buenos resultados.
Philippe Junot llegó al matrimonio con una fama de playboy forjada en fiestas y juergas y aunque a la mayoría de esas fiestas solía acudir ahora de la mano de Carolina también encontró cómo seguir su ritmo de conquistas habitual a pesar de estar casado. Los rumores de infidelidad llegaban cada poco a los oídos de su joven esposa, pero la gota que colmó el vaso ocurrió en 1980, y se llamaba Giannina Facio. En agosto el principado dio por finiquitado el matrimonio entre el playboy y la princesa. Desde entonces Carolina hablaría de aquella boda y aquellos dos años como «una locura de juventud» mientras la prensa francesa lo catalogó acertadamente como «el capricho de la princesa».
20 de enero-18 de febrero
Con el Aire como elemento, los Acuario son independientes, graciosos, muy sociables e imaginativos, Ocultan un punto de excentricidad que no se ve a simple vista y, si te despistas, te verás inmerso en alguno des sus desafíos mentales. Pero su rebeldía y su impaciencia juega muchas veces en su contra. Ver más
¿Qué me deparan los astros?