Guillermo Vilas, Robertino Rossellini o Stefano Casiraghi: los romances de Carolina de Mónaco que volvieron loca a la prensa de la época por escandalosos

Era joven y muy bella y acababa de divorciarse. Europa la consideraba «su» princesa –era la «novia de Europa», según la revista estadounidense Time– y se había convertido en la estrella de la prensa.

Carolina Luisa Margarita Grimaldi, princesa de Mónaco, sólo quería divertirse, tras un matrimonio desastroso con el «playboy» Philippe Junot, cuya hija Isabelle se casa este verano con el marqués de Cubas, Álvaro Falcó. Cualquier acompañante fotografiado al lado de Carolina era escrutado con detenimiento.Todos sus movimientos, desde sus baños en el Beach Club de Montecarlo a sus cenas tardías en el restaurante Maxim's de París, desde las jornadas en las cubiertas de los yates más lujosos a los paseos por las hermosas playas de Cerdeña acaparaban portadas.

Sus padres, Gracia y Rainiero, habían soñado un regio destino para ella, pero sus esperanzas habían sido defraudadas. Había estudiado psicología en La Sorbona y había tenido un encuentro con el Príncipe Carlos de Inglaterra, propiciado por sus padres, que no dio fruto. Finalmente, se había comprometido, en agosto de 1977, con Philippe Junot, en contra de la voluntad de sus progenitores. Ella tenía 19 años y él, 35. Se habían casado el 28 de junio de 1978. Su matrimonio duró dos años. Poco después llegó el divorcio, aunque el Vaticano tardó muchos años más en conceder la nulidad matrimonial. Fue el 1 de junio de 1992 y solo un año después, el papa Juan Pablo II accedió a reconocer como legítimos a los hijos que tuvo Carolina más tarde con el empresario Stefano Casiraghi.

Pero el enlace no había sido disuelto aún, cuando empezaron los escándalos. En 1980, Gracia descubrió que su hija, todavía casada, tenía un romance con el tenista argentino Guillermo Vilas. Las fotos con teleobjetivo de Carolina y Vilas llenaron todas las portadas. Ella, siempre impecable, de rostro refinado y ademán altivo. Él atractivo, con una melena ensortijada que solía sujetarse con una badana de rayas azules, blancas y rojas. La relación apenas duró cinco meses. Vilas era una estrella en su país, está considerado el mejor tenista argentino.Fue número 2 del mundo en 1975 y disputó ocho finales individuales del Grand Slam. Era un conquistador, al que se relacionó con numerosas parejas. La más conocida fue Carolina de Mónaco. En plena guerra de las Malvinas ganó el Open de Mónaco, el 11 de abril de 1982, en una gran final. La familia monegasca asistía al torneo desde el palco de la cancha principal del Monaco Country Club. Esa misma noche se celebró una fiesta en la discoteca Jimmy Z, punto de encuentro de toda la sociedad monegasca. Fue allí donde Guillermo y Carolina se conocieron. Vilas tenía 29 años, Carolina 22. Dos días después de su primer encuentro, Carolina se reunió con el tenista en París y cenaron en un restaurante chino llamado Le Mois. Algunas fotos les captaron tiempo después disfrutando en una isla del Pacífico. Bunte, Gente, Paris Match publicaban constantemente fotos del idilio. Vilas tiene hoy 69 años y está casado con una tailandesa llamada Phiangphathu Khumueang, con la que tiene cuatro hijos. Hace un año, dio a conocer que padece un grave deterioro cognitivo.

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Tras el romance con Vilas, Carolina se dejó fotografiar por las calles de París con un amigo de la infancia, bastante diferente al tenista. Era Robertino Rossellini, hijo del director de cine italiano Roberto Rossellini y la actriz Ingrid Bergman. Europa suspiró, porque él era apuesto y elegante, un chico educado y culto, y hacían muy buena pareja. Y hubo hubo un momento en el que toda la prensa europea daba por hecho que anunciarían su compromiso. Robertino era el hijo mayor de Rossellini y Bergman.

Y Carolina lo había conocido por la amistad de su madre con la actriz sueca. A principios de los ochenta, eran constantemente fotografiados en los clubs de Montecarlo o Saint-Tropez. El era siete años mayor que Carolina y nació envuelto en una gran expectación, porque sus padres se habían unido en un romance adúltero, que ocasionó que Bergman abandonara Hollywood. Estuvieron juntos más de dos años. Robertino acudía a actos como el festival de circo o el Gran Premio de Montecarlo junto a la princesa. Asistió también al funeral de Grace Kelly en la catedral de Mónaco. pero el anuncio de boda nunca se produjo, aunque la revista Hola llegó a publicar que podría coincidir con la fecha del enlace de Carlos y Diana. Dicen que fue Robertino quien le presentó a Stefano Casiraghi. Cuando este murió y Carolina pasó una temporada en Jamaica, Robertino acudió a consolarla.

Gracia de Mónaco murió el 13 de septiembre de 1982 y el golpe para Carolina fue terrible. Con sentimiento de culpa o sin él, la princesa dejó la vida diletante. Parece que maduró. Un año y tres meses después, el 29 de diciembre de 1983, Carolina se casó con el empresario italiano de familia adinerada Stefano Casiraghi, tres años menor que ella. Parece que centraba su vida, aunque a su manera. Estaba embarazada de su primer hijo, Andrea, y todavía no había recibido la anulación de su primer matrimonio. Luego tuvo dos hijos más, Carlota y Pierre, y vivió años de felicidad y estabilidad como «primera dama» de Mónaco, antes de que, el 3 de octubre de 1990, un terrible accidente náutico le arrebatara la vida a Casiraghi.

Carolina se retiró del mundo y se recluyó en Saint-Rémy, un pueblo de la Provenza, donde decidió criar a sus hijos lejos de los objetivos de la prensa. Allí vivió una discreta historia de amor con el actor francés Vincent Lindon, bohemio, reservado y ácrata. El actor francés, con más de sesenta películas a sus espaldas, ha sido reconocido por premios y festivales, y tiene hoy 62 años. La relación con Carolina, con la que convivió abiertamente, duró hasta 1995 y en esa época fue como un padre para Andrea, Carlota y Pierre. Pero, a diferencia de lo que ocurrió con sus anteriores parejas, la prensa respetó su intimidad. Dicen que fue el propio Vincent quien rechazó casarse con Carolina. Entonces ella volvió a Mónaco a requerimiento de su padre, para seguir ejerciendo de Primera Dama.

En 1996 empezó su noviazgo con Ernesto de Hannover. Se casaría con él el 23 de enero de 1999 embarazada de su cuarta hija, Alexandra. Se convirtió en Alteza Real, lo que hubiera deseado su madre, pero hoy el matrimonio está roto, aunque no parece que Carolina vaya a divorciarse.